Terminaba la columna anterior con una serie de preguntas de difícil respuestas, dado que dependiendo desde qué óptica de pensamiento sean pensadas éstas serán todas disímiles. Sin embargo eso no debe convertirse en un obstáculo, por el contrario debemos asumirlo como una desafío mayor y más atrayente. El saber de que de todas esas variables, o de combinaciones de ellas, pueden salir propuestas, necesarias y urgentes, para millones de personas marginalizadas, nos debe imponer el deber de ponernos a pensar. Esa es la propuesta que hemos iniciado.
Para darle a esta problemática un encuadre que nos ofrezca un horizonte hacia dónde mirar, para evitar viejos errores de gran parte de las izquierdas ─ y no sólo de ellas─ recuperemos una parte de la Historia que ya en la columna anterior definí como punto de partida de la investigación: la segunda mitad del siglo XIX, fundamentalmente en Europa. La etapa posterior al desarrollo de la primera Revolución Industrial mostró un panorama altamente conflictivo que fue estallando en diversas huelgas y enfrentamientos con las “fuerzas del orden”. Este orden suponía el acatamiento de una legislación que protegía los intereses del gran capital.
Ya hemos analizado en columnas anteriores las condiciones sociales de los trabajadores en los Estados Unidos. En Europa entre 1850 y 1880, en países industrializados ─ Reino Unido, Alemania, Francia e Italia ─ se producen las más importantes corrientes de ideas del siglo: en primer lugar surgen los socialismos que dan fundamento teórico necesario para trasladar las luchas a los Parlamentos. La formación de partidos políticos de clase con el nombre de las socialdemocracias enfrentará a los partidos de la burguesía. Se abre, entonces el período de las primeras legislaciones sociales.
El concepto de “izquierda” y “derecha” tiene su origen en el marco de la Revolución Francesa. Tras la toma de la Bastilla (14-7-1789), se conforma en Francia la Asamblea Nacional Constituyente, la cual tiene como objetivo la redacción de una Constitución en la se debía definir el futuro político del país.
En ella se reúnen diputados divididos en tres zonas en función de su ideología. El primer día a la derecha del Presidente se situó el grupo de los Girondinos, que proponían una monarquía parlamentaria y sufragio exclusivo para los propietarios, tenían el apoyo de la nobleza; y a la izquierda el grupo de los Jacobinos que eran partidarios de una república con sufragio universal, tenían el apoyo de las clases populares. En el centro se mantuvieron las personas indecisas o no partidistas aún, llamándose a ese grupo el Llano. A partir de allí se conservaron estas definiciones: el que tuviera ideas moderadas se lo considera de derecha, y el de ideas progresistas se lo considera de izquierda. El resto, tanto ayer como hoy, conforman una masa de indecisos, indefinidos, que oscilan en sus preferencias.
Una definición clara la ofrece Profesor José Gómez Barata, investigador y periodista cubano, autor de numerosos estudios sobre política internacional:
El uso de los términos “derecha” e “izquierda” es un magnifico recurso para identificar y ubicar convenientemente a los actores del proceso político. Esos conceptos, forman parte de una metodología extraordinariamente popular que tiene el mérito de convertir a la política en un espacio físico, un fenómeno geográfico, un tablero en el cual colocar a las más disímiles corrientes en un esquema que, de ninguna manera, constituye un dogma.