Mirando al mundo VIII – Pensarlo y comprenderlo  – columna Nº 55 – 20-4-16

La opinión pública argentina, en esto hay una diferencia interesante sobre el resto de América Latina, tal vez con la excepción de Uruguay, tiene un alto respeto por la palabra democracia. La historia de los golpes y las proscripciones está guardada en la memoria de una parte mayoritaria de nuestra gente. A pesar de que no haya una claridad deseada respecto de lo que contiene ese concepto político y de las formalidades instrumentales a que ha sido reducido, de todos modos defender y salvaguardar su funcionamiento tiene una adhesión importante. Digo esto porque puede sorprender a muchos lo que vamos a analizar sobre los temas en debate a comienzos del siglo XX en los EEUU.

El tema que dominaba la opinión de los políticos del Norte partía de un diagnóstico muy crítico sobre el nivel de politización que podía haber alcanzado el pueblo estadounidense. En este aspecto particular el abanico, entre lo que podríamos denominar con conceptos heredados de la politología europea, especialmente la francesa, una izquierda y una derecha,  era muy estrecho. Esto se ha mantenido hasta hoy, que en vista a una próxima elección presidencial, las diferencias entre los demócratas y los republicanos es de matices y sólo en aspectos secundarios. Es evidente la pobreza de los planteos o, tal vez, la “prudencia” en no tocar los temas más importantes para evitar cierta pérdida de votos. El fenómeno de que no se aborden los grandes temas de la problemática nacional e internacional es una prueba suficiente.

Esta comparación de tiempos históricos, separados por poco menos de un siglo, la da al panorama político estadounidense una especificidad que debe tenerse en cuenta. El representante más significativo del hombre medio de ese país es el famoso Homero Simpson, y esto no debe tomarse a la ligera. Hay allí un  tema que requiere mucha reflexión: ¿qué pasó para que el ciudadano medio de lo que se denominó la primera democracia de América se haya mantenido dentro de una conciencia política tan infantil?

Prestemos atención a lo que escribe un académico, universalmente reconocido, como el profesor Noam Chomsky, que avala sus investigaciones con conducta política, con sus conocimientos, con su compromiso con los marginales del sistema y con su capacidad crítica las palabras siguientes respecto a lo que se debatía en las primeras décadas del siglo pasado:

La verdad es que hay una lógica detrás de todo eso. Hay incluso un principio moral del todo convincente: la gente es simplemente demasiado estúpida para comprender las cosas. Si los individuos trataran de participar en la gestión de los asuntos que les afectan o interesan, lo único que harían sería sólo provocar líos, por lo que resultaría impropio e inmoral permitir que lo hicieran. Hay que domesticar al rebaño desconcertado, lo cual viene a encerrar la misma lógica que dice que sería incorrecto dejar que un niño de tres años cruzara solo la calle. Por lo mismo, no se da ninguna facilidad para que los individuos del rebaño desconcertado participen en la acción; solo causarían problemas.

El concepto rebaño desconcertado para referirse al pueblo estadounidense de entonces puede chocar con nuestra sensibilidad política. Acá debe recordase lo que quedó dicho más arriba. Este concepto no era utilizado por lo más rancio de la derecha política. Quien lo acuña y lo utiliza es uno de los más encumbrados personajes del liberalismo: Walter Lippmann (1889-1974), un importante intelectual, filósofo estadounidense, comentarista político, crítico de medios, que intentó reconciliar la tensión existente entre libertad y democracia en el complejo mundo moderno. Queda presentado. De él dice Chomsky:

Lippmann respaldó todo esto con una teoría bastante elaborada sobre la democracia progresiva, según la cual, en una democracia con un funcionamiento adecuado, hay distintas clases de ciudadanos. En primer lugar, los ciudadanos que asumen algún papel activo en cuestiones generales relativas al gobierno y la administración. Es la clase especializada, formada por personas que analizan, toman decisiones, ejecutan, controlan y dirigen los procesos que se dan en los sistemas ideológicos, económicos y políticos, y que constituyen, asimismo, un porcentaje pequeño de la población total. (subrayados RVL)

A esta clase pertenecen también aquellas personas que comparten esas ideas y la pone en circulación.

Es parte de este grupo selecto, en el cual se habla primordialmente acerca de qué hacer con aquellos otros, quienes, fuera del grupo pequeño y siendo la mayoría de la población, constituyen lo que Lippmann llamaba el rebaño desconcertado: hemos de protegernos de este rebaño desconcertado cuando brama y pisotea. Así pues, en una democracia se dan dos funciones: por un lado, la clase especializada, los hombres responsables, ejercen la función ejecutiva, lo que significa que piensan, entienden y planifican los intereses comunes; por otro, el rebaño desconcertado también con una función en la democracia, que, según Lippmann, consiste en ser espectadores en vez de miembros participantes de forma activa. (subrayados RVL)

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