Quiero ahora centrarme en el análisis de las diversas expresiones de las reflexiones del papa Francisco, revisando sus discursos. Creo que podremos encontrar allí otro modo de preguntar que muestra como base de sus preguntas el problema de los excluidos. A diferencia de la ortodoxia económica, ya vista, no acepta que su existencia sea un mero daño colateral o una consecuencia no buscada ni deseada. Cuando se parte de que los excluidos son la consecuencia necesaria del sistema capitalista es obligatorio preguntar ¿por qué? Y ¿cómo se soluciona? Estamos ahora provistos de un instrumento teórico que nos permitirá dirigir nuestras reflexiones hacia un campo más abarcador. La clave radica en pensar desde el hombre y no desde el lucro del capital.
En otras palabras: pensar el problema desde los damnificados por el orden globalizado, y no desde la mirada miope, avara y perversa de los intereses de los grandes capitales. Esto es, en realidad, la ortodoxia económica. Para ello nos ha dicho Francisco que debemos comenzar por hacernos cargo de las preguntas que él nos formula porque ellas están lanzadas desde el dolor de los condenados de la tierra (Franz Fanon).
Puedo suponer un cuestionamiento posible: ¿cómo se puede contraponer el pensamiento científico a un dogma religioso? Una mejor respuesta no es posible dentro del marco de esta investigación, sólo responderé dos cosas: 1.- Ya quedó algo dicho respecto a los criterios de ciencia y a la carga de fábula que la ortodoxia contiene tal como lo definió el Doctor Alejandro Nadal; 2.- La Doctrina Social de la Iglesia no es una religión, es una elaboración doctrinaria que privilegia la ética en su compromiso con los marginados del sistema . Respondida la objeción, sigamos adelante.
Las respuestas que ofrezcamos, por la índole de las propias preguntas, entrarán en consonancia con planteos más profundos, puesto que nos colocarán frente a un universo mucho más amplio de temas y, al mismo tiempo, abrirán un abanico de nuevas otras preguntas:
¿Es necesario que este estado social, cultural, económico, político, comience a cambiar para atender las necesidades de los excluidos y/o marginados de este sistema? (subrayado RVL)
Esta pregunta ya supone que el cambio social es posible, y se desprende de ello que, además, es necesario. Intenta revelar que la idea de que estamos en una especie de fin de la historia (F. Fukuyama) es sólo una justificación del orden imperante que pretende, nada menos, que detener las ruedas de la historia.
Este diagnóstico tan cruel, cuyas pruebas están al alcance de quien quiera interesarse por esa realidad socioeconómica, pareciera no hacer mella en la conciencia colectiva de segmentos importantes de la población mundial, por diversas razones: el descreimiento, la falta de interés, el escepticismo, el desentendimiento. Ante ello el papa Francisco dice:
Me pregunto si somos capaces de reconocer que estas realidades destructoras responden a un sistema que se ha hecho global. ¿Reconocemos que este sistema ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza? Si esto es así, insisto, digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los Pueblos… (subrayados RVL)
Lo que deseo subrayar es que estamos ante un abordaje de la problemática socio-política que difiere profundamente respecto del discurso único, impuesto desde las Academias y Universidades, que se propaga sobre el espacio público mediante los medios concentrados. Todo ello es portador de los contenidos del sentido común, que hemos revisado en páginas anteriores. Fundamentalmente, lo que es necesario comprender es que hay otro punto de partida para el análisis. Con otras palabras: un punto de vista distinto, una mirada que define qué es lo fundamental a tener en cuenta: la dignidad humana.