Estamos muy cerca de la definición electoral y, aunque todo pareciera decir que la “elección” ya está hecha, no debemos quedarnos con la mente en octubre y pensar qué deberíamos exigirle al próximo gobierno dado las materias que estamos lejos por debajo de cuatro, es decir no aprobadas. Y el uso de la primera persona del plural intenta introducirnos en un pensamiento de tipo comunitario, que nos incluya a todos y nos permita asumir la cuota de culpas, irresponsabilidades, desidias, desentendimientos, en la que hemos caído como comunidad nacional. Continuar depositando en los dirigentes las falencias que asolan a nuestra Argentina es, por lo menos, caer en un autismo político que es una parte importante de las causas que nos ha depositado en este presente.
Nuestra realidad de hoy, aunque es conocida por todos, requiere de un recordatorio de temas fundamentales. Creo que en primer lugar debe colocarse la miseria reinante para una parte nada despreciable de nuestra población, y aquí despreciable tiene varias acepciones. Si bien se puede decir que no es despreciable en cantidad, lo es también por el desentendimiento que de ella hacemos. Hay datos que lo demuestran: la colecta “más x menos” de Caritas cada año recibe menos aportes en un país que ha mejorado notablemente su promedio de ingresos. Si bien es cierto que el promedio siempre engaña respecto de su distribución, por lo menos aquellos que más han recibido no lo reflejan en lo que aportan. El consumo ostentoso, el aumento del turismo interno, la facturación de los grandes centros comerciales, son un indicativo de que un sector de la población, aunque no sea importante si lo es el nivel de sus gastos, dispone de un plus que lo dedica a sí mismo. No estoy hablando de privarse de todo, simplemente recordar que hay otro sector que no recibe nada.
Esto está ligado directamente a cómo percibe la situación ese sector privilegiado cuando refleja su modo de entender el problema son su voto. Si dirigentes que exponen el tema de la seguridad sosteniendo que se resuelve con la policía recogen una cantidad importantes de votos queda claro que para aquellos el problema les es ajeno. No relacionan miseria con delito. Olvidan que la fiesta de los noventa fue para algunos mientras otros perdían sus puestos por fábricas cerradas. Cuando hoy comienza a verse que estamos frente a la tercera generación de niños que no vieron trabajar a sus padres ni a sus abuelos y que el trabajo perdió el carácter de dignificador de la persona, acusar a aquellos que caen en la delincuencia es, en el mejor de los casos, una liviandad.
Entonces, creo que la Argentina del 2008 en adelante debe ser pensada como un problema de todos, superando las parcialidades políticas pero acordando prioridades comunes, encontrando o construyendo espacios de debate político que nos permita hablar y escucharnos a todos a partir del compromiso de pensar para todos, incluyendo pensar en aquellos que perdieron la posibilidad y la voluntad de hacer oír sus reclamos. El futuro es el resultado del esfuerzo compartido o es el fracaso de todos como Nación. Debiendo recordar que este mundo globalizado ya no es el receptor de los emigrantes, sino, por el contrario es el expulsador de aquellos que intentan resolver su futuro en el extranjero.