La Argentina tiene una larga historia de vivir por carriles separados, desde su misma intención de ser patria soberana. Intereses contrapuestos de los que querían y de los que no querían, se fueron perpetuando en ese doble estándar a lo largo de estos siglos. El 28 de octubre pasado mostró nuevamente esa contraposición: se enfrentaron dos proyectos posibles de ser una Nación, adscribir a uno de ellos corta el escenario político actual. Ahora lo vemos en los dos 25 de Mayo que se celebran. Esto no debería ser un inconveniente sino el acicate a enfrentar un gran debate sobre qué futuro deseamos, y construir a partir de allí una mayoría sólida y madura que estabilice un ámbito en el que se vayan acordando los pasos a seguir. Una sola condición, creo, debería tener ese proyecto: incluir a todos en una vida digna.
Desde esta perspectiva, estoy preocupado por la mediocridad y chatura de nuestra dirigencia social, política, institucional, empresaria y académica, que se permite jugar a hacer equilibrios peligrosos tras la mezquina intención de hacer prevalecer sus privilegios. El gobierno no está exento de errores, algunos de ellos muy gruesos, que han sido utilizados para propósitos que se esconden. En un mundo global que vive dentro de una conciencia autista, dado que la globalidad que existe da cabida a cada vez menos y se desentiende del resto, seguir el camino trazado nos empuja hacia un horizonte de negros nubarrones.
La crisis social, y ahora alimentaria, del mundo ha llegado a un extremo intolerable. Hay organismos responsables de esta situación, el BM, el FMI, la FAO, CEPAL, etc. El alza escandalosa de los precios de los alimentos coloca a millones de personas al borde de la muerte. Según el FMI, los precios de los cereales sumirán en el hambre a 100 millones en el mundo, que se suman a los 2,000 millones de personas que ya vivían por debajo de los dos dólares diarios. La CEPAL calcula que 10 millones de personas más se sumarán a esa lista en América Latina. En realidad, la actual «globalización» no ha derivado en mayor competencia, sino en el control imperialista del mundo por 7 potencias y sus 200 transnacionales.
Podemos leer muchas causas en los medios: el cambio climático, los altos precios del petróleo y el aumento de la demanda de energía, pero todo ello encubre un perverso motivo: los biocombustibles. Al frente de esta campaña se puso Al Gore ¿se entiende? Para no contaminar hay que hacer morir a millones de personas pobres. Pareciera que están demás en este mundo.
¿Cómo se refleja esto en nuestro país? En una disputa despiadada por la distribución de la riqueza por parte de los que no hace mucho lloraban por la pérdida de sus campos y hoy viajan en avión privado. Utilizando argumentos como la pérdida de dinero esconden utilidades extraordinarias. Porque frente a precios internacionales excepcionales se quieren apropiar de una sobreganancia, no debida a su pericia, a su esfuerzo, ni a la magnitud de sus inversiones –por más valiosas que sean-, sino por obra y gracia de la generosidad de los mejores suelos del mundo. Las extraordinarias condiciones climáticas y de fertilidad de la pampa húmeda son la causa de las sobreganancias, surgen de las condiciones naturales y son de carácter permanente.
De allí que debemos comprender una diferencia: la ganancia normal que se obtiene del producto de la tierra tributa en el mercado interno, pero la que se obtiene por las condiciones extraordinarias del mercado internacional, nos dice la investigadora Cecilia Nahón, la sobreganancia, se ve afectada por las retensiones. «Las retensiones, por lo tanto, no gravan las ganancias del productor –que tienden a su nivel medio o normal- sino la renta de la tierra basada en las extraordinarias condiciones agroecológicas del suelo argentino, más la situación internacional».
Como las argumentaciones de un sector de los dirigentes del campo se basó en el riesgo de perder la rentabilidad agrícola, pasemos a leer lo que nos dice esta investigadora: «La evidencia empírica desmiente de manera contundente estos argumentos, al menos en la región pampeana, que concentra cerca del 85% de la producción de cereales y oleaginosas. El margen bruto por hectárea –es decir, los ingresos menos los costos- de los cuatro principales cultivos no sólo no ha disminuido, sino que es hoy un 38% superior al margen de la campaña 2006/2007 y un 88% superior al ,período 2005/2006, aun bajo la aplicación de las retensiones móviles. La comparación con el margen en la década de 1990 es todavía más favorable: con la aplicación de retensiones la rentabilidad actual es un 138% superior a la vigente entre 1991/2001».
Si no protegemos nuestro mercado interno, sobre todo al sector de menos recursos, seguiremos el camino que nos muestra el cuadro de la pobreza extrema del mundo actual. Luego discutamos qué se hace con los recursos de las retensiones, pero no pretendamos que quede en unos pocos bolsillos.
El informa completo “Una aproximación a la comprensión del problema político actual” en http://www.geocities.com/ricardovicentelopez/