Cuando se está en alta mar en medio de una tormenta que pone en riesgo la vida de los tripulantes lo prioritario es salvarse. La metáfora es estremecedora y permite comprender que se piense sólo en salvarse. Puede ser que no haya alternativas o que haya que dejarlas para después, si hay después. Entonces preguntarse si la tormenta no era previsible, si se llegó a ese punto de extremo peligro por no haber previsto otros cursos posibles. El capitán de la nave, máximo responsable intentará convencernos que lo fundamental es mantener la nave a flote porque es el modo de salvarse y que los debates deben postergarse. Claro está que podría pensarse que en medio de la tormenta se podrían perder los documentos y datos que permitirían luego una investigación sobre las causas y las responsabilidades. Al mismo tiempo describir la situación como extrema obliga a tomar decisiones inmediatas que pueden impedir correcciones posteriores, y que no permiten atender otras prioridades también importantes.
Esta especie de parábola me hace pensar si realmente la crisis financiera es de tal dimensión que se parece a la tormenta o si ésta es el mejor modo de no permitirnos pensar en otro tipo de salida a esta situación, que repartiera los costos de otro modo. Queda claro que la amenaza de catástrofe borra todo otro tipo de planteo y obliga a aceptar lo que proponen los “expertos”. Me pregunto entonces ¿no fueron esos expertos los que no advirtieron lo que se estaba incubando, o sabiéndolo no hicieron nada para anunciarlo y evitarlo? Si es así ¿por qué en los salvatajes propuestos no se hace una discriminación entre culpables y los que sufren las consecuencias? ¿por qué el dinero se les entrega a los mismos que, a primera vista, aparecen como los responsables? ¿por qué se acepta salvar a los que especularon con el dinero de los contribuyentes? El capitalismo es un sistema que se describe como de libre mercado y por lo tanto de riesgo empresario ¿por qué hay que cubrir las pérdidas de los que por especular irresponsablemente perdieron? No merecen la misma consideración de que cuando ganan: todo es de ellos, ganancias y pérdidas. Acaso se recurre con dineros públicos a cubrir las pérdidas de las empresas pequeñas y medianas cuando las ha afectado alguna crisis, dejando mucha gente sin trabajo. ¿Cuál es la diferencia?
Gran parte de mis dudas me las hizo pensar el presidente del Parlamento Europeo, Hans-Gert Poettering, democristiano militante, cuando desde la altura de su cargo, con sus responsabilidades, «se muestra escandalizado porque se destinan 700.000 millones de dólares para salvar a los banqueros en lugar de destinarlos a la lucha contra la pobreza. Defiende la economía social de mercado de la UE y apuesta por un sistema bancario más regulado y transparente».
Ante lo inevitable debe aceptar la decisión de los máximos responsables políticos y dice: «Lo más importante ahora es ver qué podemos aprender. Desgraciadamente nuestros socios americanos rechazaron más transparencia y más control en el campo financiero. Estoy aconsejando a las instituciones y gobiernos europeos que empiecen a desarrollar una legislación política europea con más transparencia y más control en el sistema bancario». Y agrega: «No podemos permitir que tras la crisis monetaria, los americanos pongan 700.000 millones de dólares en el sistema bancario, es decir, a unos bancos que ganan dinero para su uso privado. Además, hay otro aspecto. Nunca comprenderé que haya 700.000 millones de dólares de los contribuyentes disponibles para salvar al sistema financiero y no para luchar contra el hambre del mundo. Esto no es aceptable y por esto propongo correcciones». El señor presidente ¿sabrá algo que no puede decir?