Para comenzar a comprender es necesario retrotraernos a la década de los setenta. Esta etapa es la que señalan los economistas como la que se encontró en una crisis de sobreproducción que es, en realidad, una crisis de subconsumo. Las ansias inagotables de ganancias del capital internacional hicieron que se produjera un lanzamiento en busca de ellas por todos los rincones del mundo, lo que se denominó técnicamente las deslocalizaciones. Es decir, un eufemismo que ocultaba el retiro de muchas grandes empresas de los centros industriales para dirigirse hacia las zonas de menor costo laboral e impositivo. Se convirtió en una vía de escape global ensayada por el capital para enfrentarse a la estanflación (estancamiento más inflación) que se caracterizó por la «acumulación extensiva» o globalización. Fue una rápida integración de las zonas a la economía global de mercado. Ganando así el acceso al trabajo barato; ganando mercados, aunque limitados eran nuevos; ganando nuevas fuentes de productos agrícolas y de materia primas baratas; y creando nuevas áreas para inversión en infraestructura.
La integración traía aparejada nuevas exigencias del capital: la liberalización mundial del comercio, eliminando todos los obstáculos que impidieran su movilidad, y aboliendo las fronteras para la inversión exterior. Afirma Bello: «La reestructuración neoliberal tomó la forma del reaganismo y del thatcherismo en el Norte y del ajuste estructural en el Sur. El objetivo era la revigorización de la acumulación de capital, lo que se consiguió: 1) removiendo las restricciones estatales al crecimiento, al uso y a los flujos de capital y de riqueza; y 2) redistribuyendo el ingreso de las clases pobres y medias a los ricos, de acuerdo con la teoría de que se motivaría así a los ricos para invertir y alimentar el crecimiento económico. El problema de esa fórmula era que, al redistribuir el ingreso en favor de los ricos, estrangulaba el ingreso de los pobres y de las clases medias, lo que provocaba la restricción de la demanda, sin necesariamente inducir a los ricos a invertir más en producción».
Las consecuencias mostraban lo contrario de lo que se decía que iba a suceder. «Para contrarrestar sus declinantes beneficios, un considerable número de corporaciones empresariales situadas entre las primeras 500 del ranquin de la revista Fortune han trasladado una parte significativa de sus operaciones a China, a fin de aprovechar las ventajas del llamado «precio chino» (las ventajas de costes derivadas de un trabajo barato chino aparentemente inagotable). A mediados de la primera década del siglo XXI, entre el 40 y el 50 por ciento de los beneficios de las corporaciones estadounidenses dimanaban de sus operaciones y ventas en el exterior, y señaladamente, en China».
Sin embargo cabe la pregunta: ¿Por qué la globalización no pudo superar la crisis? Y la contesta nuestro profesor: «El problema con esta vía de salida del estancamiento es que exacerba el problema de la sobreproducción, porque añade capacidad productiva. La China de los últimos 25 años ha venido a añadir un volumen tremendo de capacidad manufacturera, lo que ha tenido por efecto deprimir los precios y los beneficios. No por casualidad, los beneficios de las corporaciones estadounidenses dejaron de crecer hacia 1997. Dadas las limitadas ganancias obtenidas en punto a contener el impacto depresivo de la sobreproducción, ya a través de la reestructuración neoliberal, ya con la globalización, la tercera vía de salida resultó vital para mantener y elevar la rentabilidad: la financiarización».
¿Qué significa este neologismo? «El sistema financiero es el mecanismo, merced al cual los ahorradores, o quienes se hallan en posesión de fondos excedentes, se juntan con los empresarios que tienen necesidad de sus fondos para invertir en producción. En el mundo real del capitalismo tardío, con la inversión en industria y en agricultura arrojando magros beneficios por causa de la sobreproducción, grandes cantidades de fondos excedentes circulan y son invertidas y reinvertidas en el sector financiero. Es decir, el sistema financiero gira sobre sí mismo. El resultado es que se ensancha el hiato abierto entre una economía financiera hiperactiva y una economía real en estancamiento. Como bien observa un ejecutivo financiero: «ha habido una creciente desconexión entre la economía real y la economía financiera en estos últimos años. La economía real ha crecido, pero nada comparable a la economía financiera… hasta que estalló»».