Para cerrar estos comentarios creo necesario volver hacia la década del treinta. En esa época ya estaban algunas cabezas preparando y planificando la posguerra de un conflicto que recién comenzaba. En 1941, el fundador de Time-Life y conocedor del establishment, Henry Luce, en un famoso editorial de la revista Life, sostenía tan tempranamente que «el Siglo Estadounidense debía ser construido sobre el rol preeminente de bancos neoyorquinos y bancos de inversión de Wall Street que para entonces habían reemplazado claramente a la City de Londres como centro de gravedad de las finanzas globales» y postulaba que este nuevo dominio «debía ser construido de un modo muchísimo más deliberado que el Imperio Británico que reemplazaba».
Afirma F. William Engdahl: «Un grupo ultra-secreto de planificación para la posguerra del Consejo de Relaciones Exteriores, el Grupo de Estudios de Guerra y Paz, dirigido por el asesor del presidente Roosevelt Johns Hopkins y el geógrafo geopolítico, Isaiah Bowman, presentaron una serie de estudios pensados para establecer los fundamentos del mundo de posguerra, comenzando ya en 1939, mucho antes de que los tanques alemanes arrollaran Polonia. El Imperio Estadounidense debía ser ciertamente un imperio. Pero no cometería el error fatal de los anteriores imperios británicos u otros europeos, o sea, el de ser un imperio de conquistas coloniales abiertas con costosas tropas en ocupación militar permanente. En su lugar, debía ser presentado como el mejor guardián de la libertad y de la democracia, etc.».
El mundo del nuevo Siglo Estadounidense debía ser dirigido por el que debía presentarse como el campeón del libre comercio por todas partes, lo que beneficiaría a la economía más fuerte de los primeros años de la posguerra, EEUU. El núcleo de los Estudios de Guerra y Paz, que fue preparado e implementado por el Departamento de Estado después de 1944, debía ser la creación de una organización de Naciones Unidas que reemplazara la Liga de Naciones dominada por los británicos. La columna vertebral de esa nueva organización de Naciones Unidas, que serviría como el preservador del status quo favorable a EEUU en la posguerra, era la creación de lo que se llamó originalmente como instituciones de Bretton Woods (el Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo o Banco Mundial). Es importante saber cómo se habían definido los planes y cómo fueron ejecutados por las sucesivas administraciones (republicanas o demócratas). Porque ahora estamos ante la crisis que produjo los resultados de ese plan de dominio y que debe servirnos de alerta para prestar atención a las salidas que ofrezcan los sucesores de aquellos hombres de los cuarenta.
Estamos ante un panorama mundial extremadamente militarizado que no desaparecerá por un cambio de gobierno del norte. Los poderes que se proyectan sobre el escenario global permanecen más allá de los políticos de turno. Las condiciones en que se desarrollará el mundo hacia delante son de extrema gravedad. Los conflictos son muchos y variados: políticos, económicos, financieros, militares, culturales, religiosos, etc. Y cada uno de ellos requiere un tratamiento específico para encausarlo por senderos de negociaciones, evitando los caminos violentos. Éstos pueden tener comienzos planificados pero su posterior proceso es de pronóstico desconocido. Alcanza con mirar Afganistán e Irak para tener una medida de lo imprevisto de los resultados.
Esta serie de notas son intentos de acercar los diversos temas que hoy le preocupan a un público bastante alejado de estas problemáticas. Las ha impulsado la convicción de que sólo la participación más amplia posible de todos los ciudadanos puede generar instancias de control político sobre los modos y las metodologías con las que sean tratados los temas. Abrigan la esperanza de que puedan despertar interés sobre problemas que adquieren consecuencias mundiales cada vez más graves.