Yo debo confesar, antes de avanzar en esta nota, que no tengo un gran aprecio por los economistas, aunque debo decir para ser más preciso por la economía como ciencia. Esta disciplina tiene sus bemoles, también sus sostenidos y silencios, sobre todo estos últimos, dado que hay tantas cosas de las que no habla. Y es, precisamente, las cosas de las que no habla las que son las más importantes: el desempleo, el hambre, la distribución injusta, la concentración del capital, etc. Se me podrá decir que, tal vez, porque no le corresponde como ciencia especializada en conseguir la mayor renta posible del capital ocuparse de esas pequeñeces (o externalidades, que suena más académico).
Pero toda esta introducción sólo tiene como objeto hacer una distinción en alguien que llegó a la altura máxima de su carrera al acceder al premio Nobel. Me refiero a Paul Krugman, considerado como un niño terrible para Wall Street. Sus columnas en el New York Times han sido como un látigo en estos últimos tiempos, en los que denunció los manejos financieros y las consecuencias que podrían acarrear, y tuvo razón. Pero, ahora reclama su derecho a pensar como un simple ciudadano, se saca la toga académica para hablar de política. Y lo sorprendente (aunque tal vez no tanto) es que apunta directamente al nuevo presidente a quien apoyó en toda la campaña electoral reciente.
Le reclama y acusa a Obama, y merece ser leído atentamente, de que «no parece dispuesto a investigar las irregularidades de la administración Bush, con lo que, de hecho, los gobernantes no enfrentarán consecuencia alguna, aunque abusen del poder». Porque cuando se le preguntó «si buscaría una investigación sobre posibles crímenes por parte de la administración Bush». Contestó «Yo no creo que nadie esté por encima de la ley», pero siguió diciendo: «pero necesitamos ver hacia delante en vez de mirar hacia atrás».
El laureado profesor, con cierto aire de indignación comenta: «Lo siento, pero si no tenemos una averiguación sobre lo que ocurrió durante los años de Bush -y casi todos han asumido que las declaraciones de Obama equivalen a que no la tendremos- eso significa que quienes tienen el poder de hecho están por encima de la ley, ya que no enfrentan consecuencia alguna si abusan de su poder». Agrega de inmediato: «y existe firme evidencia que funcionarios utilizaron sus posiciones tanto para socavar la protección de los derechos al voto de minorías como para perseguir a políticos demócratas… No solamente es la tortura y el espionaje de comunicaciones, cuyos perpetradores alegan, aunque de manera inadmisible, que ellos fueron patriotas actuando en la defensa de la seguridad de la nación. El hecho es que los abusos de la administración Bush se extendieron hasta la política ambiental… Además, la mayoría de los abusos involucraron el uso del poder gubernamental para recompensar a amigos políticos y castigar a enemigos políticos».
Es muy difícil no estar de acuerdo con el tenor de estas acusaciones, pero no es esto una exigencia de casi imposible cumplimiento frente al poder que siguen detentando todos los posibles acusados más todos sus amigos y socios. No fue Busch un hombre importante de la administración, sólo fue el mascarón de proa del complejo industrial-militar, de los halcones guerreristas. Creo que el economista no tiene en cuenta la estructura de poder de su país. (¿Se habrá olvidado de John F. Kennedy?). Además, como ya dije en notas anteriores, postularse, hacer campaña y asumir la presidencia supone tener conciencia de todo ello. Cuando Krugman lo apoyaba ¿ignoraba todo esto? Esto equivaldría a decir que el excelente economista es muy mal politólogo. Mis respetos al ciudadano Krugman, pero le sugiero, humildemente, que siga con la economía y deje la politología.