Lo que dije en la nota anterior no descalifica en lo más mínimo la cualidad moral del Paul Krugman, por lo que vamos a seguir leyendo de sus declaraciones muestra una plausible entereza personal que intenta introducir en la política. Sus acusaciones a la administración Bush son certeras y graves. Por ello lleva toda la razón en sus señalamientos acusatorios. Lo que intento destacar es que a mí me sorprende lo que podríamos denominar ingenuidad política. Para alguien de su calibre intelectual, que viene batallando desde las páginas del New York Times a favor de su Partido Demócrata, lo cual muestra que está metido en la política grande, se muestre tan sorprendido por los primeros pasos que dio Obama como candidato a presidente y luego ya en el ejercicio de su mandato me suena muy extraño.
Leamos el tono de sus palabras: «En el Departamento de Justicia, por ejemplo, nominados políticos reservaron ilegalmente posiciones no políticas para «estadounidenses de pensamiento correcto» -es su término, no el mío-. El proceso de contratación en el área de Justicia repitió el proceso de contratación durante la ocupación de Irak -ocupación cuyo éxito supuestamente era esencial para la seguridad nacional-, en el cual los aspirantes fueron juzgados con base en su inclinación política, su lealtad personal al presidente Bush… Hablando de Irak, no olvidemos la fallida reconstrucción de ese país: la administración Bush entregó miles de millones de dólares en contratos sin previa licitación a empresas que tenían conexiones políticas, los cuales después no lograron cumplir. ¿Y por qué deberían haberse molestado en hacer su trabajo? Cualquier funcionario gubernamental que intentara hacer valer la rendición de cuentas sobre Halliburton, digamos, rápidamente descubría que su carrera había sido descarrilada».
Y sigue con su descripción: «Con base en mi propio conteo, al menos seis importantes dependencias gubernamentales experimentaron importantes escándalos a lo largo de los últimos ocho años; en la mayoría de los casos, estos escándalos nunca fueron investigados de manera apropiada. Y después estuvo el mayor escándalo de todos: ¿acaso alguien duda con seriedad que la administración Bush haya engañado deliberadamente a la nación para que invadiera Irak? ¿Por qué, entonces, no habríamos de tener una averiguación oficial sobre abusos durante los años de Bush?». Sr Kugman debo recordarle que los argentinos tuvimos a un adelantado en esos menesteres que se llamó Menem y que pertenece a la misma línea de pensamiento. Pero, aun con muchas dificultades, en la Argentina se lo sometió a juicio cosa que parece no se utiliza en la famosa democracia estadounidense.
Krugman les recuerda a los lectores que todo ello ya sucedió en su país: «Durante los años de Reagan, los conspiradores del caso Irán-contra violaron la Constitución de Estados Unidos en nombre de la seguridad nacional. Sin embargo, el primer presidente Bush (padre) indultó a los principales malhechores, y, cuando la Casa Blanca finalmente cambió de manos, el grupo dominante en política y medios de comunicación masiva le dio a Bill Clinton el mismo consejo que le está dando a Obama: deja que los escándalos latentes queden como están. Seguro, la segunda administración Bush retomó justo donde se habían quedado los conspiradores de Irán y la contra; lo cual no causa mucha sorpresa si tenemos en cuenta que Bush de hecho contrató a algunos de esos conspiradores».
Pero, como Ud. mismo recuerda después de Reagan nada se investigó, pero peor todavía, tampoco con Clinton se revisó nada de lo actuado. Entonces, ¿por qué debería hacerse ahora lo que no se ha hecho antes? La investigación del asesinato de Kennedy pareció un cuento para niños (recuerde la película de Oliver Stone) y tal vez sea ese el hecho más grave de la historia política de su país. ¿De dónde saca Ud. tanta ingenuidad?