Quiero seguir insistiendo sobre ciertos temas y formas de presentarlos que esconden más de lo que muestran. Y voy a seguir apoyándome en Edgardo Mocca porque creo que coloca las cosas en su lugar. Hay dos vocablos que en la política actual tienden a parecer desteñidos. Tenemos un arco de posiciones políticas que ha cerrado su ángulo de apertura, y cada vez se cierra más. Han desaparecido los políticos de izquierda (los pocos que asoman la cabeza hablan desde el siglo XIX), hoy puede haber políticos que se colocan en el centro-izquierda (no se sabe cuánto de centro tienen y cuánto de izquierda). Y también desaparecieron los políticos de la derecha (lo dicho antes también vale para estos). Yo prefiero hablar de políticos que muestran una clara actitud y pensamiento por defender a los pobres y excluidos y políticos que lo hacen en defensa de los intereses concentrados. Claro está que estos últimos hablan de democracia y republicanismo para esconder sus verdaderas posiciones.
Por tal razón Mocca dice: «La derecha suele no hablar claro en la Argentina. Los procesos de reforma neoliberal de los años ’90 parecen no tener herederos políticos ni teóricos. Todos “quieren la redistribución”, aceptan la intervención del Estado “cuando es necesario”. Simplemente la oposición encarnizada al Gobierno se concentra en la “caja kirchnerista”, en el “saqueo” estatal de los recursos, en el manejo “poco republicano” de la cosa pública. Por eso es saludable cuando quienes expresan abiertamente los intereses de la “patria sojera” hablan claro». Este es el caso del Sr. Héctor A. Huergo, director de Clarín Rural y productor agropecuario, quien el 4-7-09 escribió: «El resultado electoral es un triunfo contundente de la Argentina Verde y Competitiva. Ganó la soja. Ganó el modelo del eje Rosario-Córdoba, el nuevo centro de gravedad de la economía argentina. La sociedad entiende que no se pueden atender las necesidades de los sectores postergados, representados por el eje Matanza-Riachuelo, expoliando al interior genuinamente productivo». Es notable el modo de referirse a los productores de la pampa húmeda (el eje Rosario-Córdoba) y a los sectores más desprotegidos (el eje Matanza-Riachuelo). Es un análisis de clases pensado geográficamente. ¿Y el resto del país no existe?
Queda claro a quien defiende Clarín, ya que por boca de uno de sus directores dice con toda claridad quien ganó el 28 de Junio: «Ganó la soja». Bueno acabamos de saber que la soja no es un cultivo es un actor político que se presentó a elecciones y que ganó. Por ello tiene derecho a sentarse en la mesa del diálogo a exigir que ella es libre, que no acepta restricciones de ninguna naturaleza a su libertad personal (¿?), que exige su derecho a su libertad de expresión (¿?), etc. Aparece un poder que desconocíamos: el poder de la soja.
Mocca comenta: «Es de imaginar que semejante retórica incomodará a los bienpensantes que no creen que haya conflictos de fondo en la sociedad argentina y que todo se limita a la incorrección política del actual Gobierno. Hay que reconocer, sin embargo, que durante y después del conflicto agrario los sincericidios estuvieron a la orden del día. Como cuando el senador Urquía (que obtuvo su banca, hay que decirlo, de la mano de De Vido y de Jaime) dijo en la histórica sesión que debatió las retenciones móviles que “no es hora de distribuir la torta sino de asegurar que ésta crezca”. O como cuando Alfredo De Angeli sostenía inocentemente que federalismo significaba que a cada provincia le fueran restituidos los fondos que aportaba a la nación. Si, alentada por los éxitos, la lengua de la derecha se sigue soltando, sabremos finalmente en qué consiste su “proyecto alternativo”. Sabremos del regreso de la jerga que hablaban los tecnócratas de los organismos internacionales que calificaban como “inviables” a las provincias más pobres del país. Sabremos que la cuenca Matanza-Riachuelo pasará a ocupar excluyentemente el rubro “seguridad” de las políticas públicas. Terminaremos de comprender en qué consiste el generalizado rechazo del “clientelismo” que atraviesa el discurso del liberalismo de derecha (y no solamente de derecha)».
Estos son algunos de los verdaderos temas que se deberían “dialogar”: – qué tipo de desarrollo queremos, -qué modelo de Nación anhelamos, – qué decimos sobre el glifosato que exige el cultivo de la soja, – qué pensamos sobre la necesidad de una distribución de la riqueza más equitativa, – a quienes se les debería exigir que aporten para esa mejor distribución, etc. Sin embargo se pretende hablar de bajar las retenciones, de subir el valor del dólar, de eliminar la intromisión del Estado en el mercado. Entonces, ¿no era cierto que el 28 de Junio se votaba por un modelo de país? El Sr. Huergo no nos está diciendo que triunfó otro modelo que el que ese está intentando implementar con muchos tropiezos.