Partiendo del análisis que ha publicado Claudio Scaletta, respecto de la situación de esa entelequia que se ha denominado mediáticamente el campo, sin dejar de reconocer que por detrás de ese mascarón de proa sí hay productores que no la están pasando bien, se puede ver cuál es la situación real de los dueños privilegiados de la pampa húmeda. En ellos hay un solo propósito defender a rajatabla las ganancias extraordinarias que reporta la soja, sin reparar en todas las consecuencias que ya se han hecho públicas, y que fueron ocultadas por esa alianza mafiosa entre los grandes productores y los grandes medios (Clarín y La Nación, más el grupo inversor). Por ello no es nada sencillo poder comprender cómo es que se ha alineado el ciudadano que votó este 28 de Junio. Leamos:
«Visto desde la economía, las razones de la relación entre las corporaciones agropecuarias de la Pampa Húmeda y la porción mayoritaria de la población que votó a los candidatos que pugnan por representarla son por demás extrañas. La vulgata que la sustenta afirma esencialmente dos ideas fuerza. La primera es que al campo le va francamente mal. Sostiene que, salvo, quizás, a algún gran productor sojero, el resto “ya no aguanta más”, algo que en la casi totalidad de los sectores, como por ejemplo la producción láctea, es desmentido por las cifras. No quiere decir que después de una importante sequía y con crisis internacional la situación sea idílica, como no lo es para ningún sector económico, pero a pesar del discurso lloroso cuando se habla de plata, el “campo” es, si no el más, uno de los sectores más prósperos de la economía. La segunda idea es que la riqueza de arrendatarios y terratenientes es la riqueza del país, o sea; la de todos: que por algún pase de magia desconocido para la economía real, los productos de la tierra se derraman a toda la sociedad… Que buena parte de la población, no necesariamente la menos ilustrada, crea honestamente estas dos cosas, sobre todo después de la experiencia político-económica del último cuarto del siglo XX, es un verdadero prodigio publicitario. Una corroboración de que el poder mediático, el único jamás interpelado, supera lo imaginado».
Este tema se ha convertido en una incógnita que ha atraído la atención de varios investigadores y analistas de distintas universidades que no alcanzan a dar con las razones específicas de tal convergencia. Si una de las acusaciones más repetidas contra la actual presidenta es la de “soberbia”, ¿qué se debería decir de las actitudes y palabras de los cuatro dirigentes visibles de la Mesa de Enlace? «Es “llamativo”, por decirlo de alguna manera, que ningún medio haya utilizado la misma vara para referirse a las afirmaciones escuchadas en la asamblea del pasado lunes en la Rural. Los discursos de los popes de la Mesa de Enlace, plagados de advertencias y expresiones socarronas, mostraron una soberbia inusitada», dice nuestro analista.
Lo que se dijo, el tono con que se lo hizo y las actitudes frente a un conjunto de «pobres “productores” acosados por la voracidad del fisco, “un sector al que el Gobierno destruyó”», según sus propias palabras, muestran la falta de pudor que cae en tergiversaciones descaradas de lo que es la realidad de esos “pobres” terratenientes. Lo han llevado al Sr. Biolcati a sostener que: «En las urnas también les ganamos», y esta afirmación no ha merecido ninguna aclaración de las fuerzas opositoras que han quedado como los mandaderos de los estancieros de siempre. ¿Tanta es la dependencia de los políticos respecto de los medios y de los patrones de estancias? ¿Tan poca dignidad tienen que no han salido a contestarle y ponerlos en su lugar? Sobre todo cuando hacen gala sin la menor vergüenza de ser los dueños del país. Ha quedado demostrado que la Mesa de Enlace está convencida de que la sociedad los votó a ellos y que los candidatos fueron meros prestanombres de sus intereses.
En estas condiciones no es muy sencillo creerles que quieren dialogar, cuando adelantan a quien quiera oírlos que ya tienen las lista de demandas y que no están dispuestos a esperar más. Podríamos parafrasear una vieja consigna: «En la Argentina de hoy los únicos privilegiados son los patrones de estancias».