Yo no sé si es una opinión mía que va ganando mi espíritu en estos últimos tiempos o si, por el contrario, refleja un proceso que llevaría mucho tiempo estudiar. Como no dispongo del tiempo para emprender una tarea de esa magnitud me disculpo de expresar algo que es una apreciación personal para que quien me lea la analice y decida. Hace unas décadas atrás, no tantas, cuando en la Argentina se leían manifestaciones de diversos dirigentes de las derechas de América daba la impresión de que se decían cosas muy burdas, poco elaboradas, mucho menos refinadas por personas de buena formación. Sonaban a “patrón de estancias” hablando de sus peones o de sus ganancias sagradas que alguna ley, ligeramente progresista, osaba rebanarles algo. Hoy leer como se expresan en Honduras los golpistas, sus argumentaciones, sus conclusiones nos retrotraen a lo peor del siglo XIX.
Sin embargo, en aquella Argentina de mitad del siglo XX en adelante, se podía escuchar a los representantes de esas derechas, hombres más moderados (aunque sólo lo fueran en los modales), más cultos (aunque usaran su cultura para encubrir sus ambiciones) y más equilibrados y maduros para aceptar un diálogo que acercara posiciones con quienes no pensaban como ellos. Hoy todo ello se ha perdido. Los políticos de la oposición recalcitrante en nada se parecen a aquellos diputados o senadores de hace alguna años. Hoy muestran una conducta por la que exhiben tan poco pudor como para desdecirse de algo que han sostenido tan poco tiempo atrás, y argumentar con la misma vehemencia o, tal vez, más porque es necesario gritar para que no se oiga lo que había sido dicho. Y no se trata de discursos improvisados sino de proyectos presentados en ambas cámaras de los cuales se desentienden. Vuelve a mi memoria la figura del maestro Casullo cuando nos advirtió de los discursos destituyentes. Sus palabras levantaron mucho repudio pero poca argumentación seria. Es que no era sencillo refutar la elaboradísima cultura y su fina pluma. Nadie de los que gritan estaba en condiciones de sentarse a debatir con él de temas serios. Volvamos a las palabras destituyentes.
Recojo de la prensa la información de lo que se dijo en el 45º Coloquio Anual de IDEA, que ha padecido el mismo deterioro intelectual que se puede encontrar en la dirigencia política. Y esto es grave porque gran parte de los que allí se reúnen son los que dictan líneas de acción respecto de la política y la economía de nuestro país, cosa que muchos de nuestros dirigentes siguen al pie de la letra. Un caso público de primera línea es el presidente de la Sociedad Rural Argentina (institución de triste historia, acompañante de todos los golpes militares). Leamos: «Biolcati se mostró nuevamente desbocado. Aseguró que se siente “demonizado” por “ganar dinero” e instó a los dueños de las empresas a involucrarse más en las decisiones y menos en aparecer en las fotos con los funcionarios de turno. Biolcati señaló al “Estado” como el “enemigo común” de los productores agropecuarios e industriales. El titular de la Unión Industrial Argentina, Héctor Méndez, quien compartió el panel con Biolcati, intentó morigerar esa provocación. Si bien se mostró partidario de una relación más fluida entre el campo y la industria, consideró que debe servir para generar propuestas».
Según la información era éste el panel más esperado por los concurrentes, lo que habla claramente de donde se ubica la dirigencia empresaria. Este dúo: «No defraudó para deleite del establishment. Los expositores reflejaron que hace tiempo que dejaron las diferencias de lado y que se posicionan como un nuevo grupo de presión: quieren reflotar el Grupo de los Siete. Ese nucleamiento lo integran además bancos, cámaras de comercio y de construcción y la Bolsa». Este es el pretendido gobierno paralelo pero no “de las sombras” se exponen a plena luz del día.
Obsérvese el tono de patrón: «El empresario sólo responde a esas agresiones para defenderse… en el país no existen ya grandes productores sino “medianos” y “pequeños”. De todos modos, el campo es menos “vulnerable” que otras actividades y que “puede plantarse ante un gobierno”. “Lo que se necesita es un sistema entre nosotros, un mayor involucramiento del mandamás en las decisiones. No puede ser que el CEO de una empresa decida algo mientras el dueño se reúne con el Gobierno para la foto», dijo Biolcati. ¿Por qué hoy pueden ponerse de acuerdo? «Nos junta el enemigo común, el Estado, que se está quedando con la renta y con las empresas, con las nuestras y con las de ustedes».
Si se entiende bien, no quieren pagar impuestos. Los irrisorios que pagan en la provincia de Buenos Aires no admitieron una suba y se plantaron. Hay campos que pagan menos que un departamento de dos ambientes en Capital. Creo que queda claro es un retorno ideológico al siglo XIX, eso proponen. Para lograrlo no tiemblan en provocar un golpe de Estado.