El escritor y periodista Alfredo Toro Hardy hace una descripción de lo que ha denominado El club de los amos del mundo. Poner nombre y apellido a esa categoría de personas a las que se hace referencia como los inversores o como los factores del poder, descubre quiénes son los que intentan operar desde las sombras, por fuera de las leyes, saltando las normas e imponiendo su voluntad al servicio de los negocios, porque en definitiva «business is business» , dice:
«La globalización estimuló el surgimiento de una oligarquía mundial del capital, un auténtico club de los amos del mundo. El mismo desafía la esencia de la gobernabilidad democrática. Nunca antes las corporaciones multinacionales habían alcanzado su dimensión actual. Tal como refería Noreena Hertz en 2001, de las cien mayores economías del mundo, cuarenta y nueve eran Estados-naciones y cincuenta y uno corporaciones multinacionales (The Silent Takeover, London, William Heinemann). Desde entonces la balanza se ha inclinado en la dirección de estas últimas, gracias a un proceso sistemático de grandes fusiones empresariales. Dichas megacorporaciones tienden a ser controladas con mano firme. Hace varias décadas John Kenneth Galbraith desarrolló su teoría de la evolución corporativa en la que analizó las conductas del liderazgo, la realidad actual, muestra a figuras de alto brillo como Steve Jobs, Steve Ballmer, Larry Ellison, Warren Buffet, Ted Turner o Rupert Murdoch, dominan con fuerza sus emporios económicos».
Esos grandes amos del mundo no sólo comparten un mismo código de valores, sino que suelen reunirse frecuentemente. Sus valores son aquellos que dan sustento a la globalización. Los lugares de encuentro donde se reúnen tienen dos características diferentes: aquellos abiertos y públicos como el Foro Económico Mundial y otros privados y secretos como Bilderberg, la Comisión Trilateral o el Chairmans Club . Según Bruno Cardeñosa : «Desde hace décadas grupos de “sabios” dictan cuáles deben ser las acciones y decisiones de quienes gobiernan. Están detrás de ellos. Trabajan de forma casi anónima. En silencio. Y, por supuesto, de espaldas a los ciudadanos. Se agrupan en torno a los think-tank, una red de grupos que son auténticos laboratorios de ideas que después se convierten en realidad. Estos grupos pretenden gestar una red de mando que no se vea afectada por el “capricho” de turno de los ciudadanos». Todo esto lo lleva a Toro Hardy a sostener:
«La conjunción entre el gigantesco poder económico de las corporaciones, el liderazgo carismático sobre las mismas, la presencia de un código de valores compartidos y la existencia de un marco asociativo común, genera un poder desmesurado. No es exagerado hablar, por tanto, de un “club de los amos del mundo”. De acuerdo con la lista anual de billonarios de la revista Forbes, aparecida el pasado 10 de marzo [2010], los activos personales de los integrantes de ese club son de 3,6 millones de millones de dólares. Sin embargo, el monto de los activos corporativos por ellos controlados hace que la cifra antes referida luzca por entero insignificante en comparación. Cualquier Estado que se enfrente al código de valores o a los intereses de aquéllos, debe estar dispuesto a asumir un costo muy elevado, razón por la cual son pocos quienes se arriesgan a hacerlo. Ello ha conducido a lo que el historiador John Pocock ha calificado como la subordinación de las comunidades soberanas de ciudadanos al poder del dinero. Incluso en los momentos de mayor vulnerabilidad del club, como es el caso de la gran crisis económica iniciada en 2008, los impuestos de los ciudadanos han estado a disposición de sus necesidades».
Curiosamente, varios de estos amos han decidido medirse con los simples mortales en los espacios abiertos en los que se mueven estos últimos. Ello les ha implicado abandonar el mundo de la opacidad, con sus inmensos privilegios y prácticas soterradas, para someterse al conteo de los votos, al escrutinio público y a los altibajos del sentimiento popular. El primero en hacerlo fue Silvio Berlusconi en Italia y el más reciente Sebastian Piñera en Chile, sin olvidar a gerentes de estos como Vicente Fox en México y a Mauricio Macri en Argentina. Esto ha sido interpretado como una pérdida de confianza de los hombres del dinero respecto de los hombres de la política. Acá se puede intentar la hipótesis de que esa desconfianza se deba a la incapacidad, debilidad, falta de representatividad, o a que ha llegado la hora de sincerar dónde reside el verdadero poder, y esto iría de la mano en una intensificación del avance del militarismo en las relaciones entre Estados.