Entonces una explosión de intentos solidarios propusieron diversos modos de caminar juntos en la búsqueda de soluciones compartidas. «Se realizaron charlas, acciones y debates que fueron tejiendo una red social que gestó prácticas solidarias, oponiéndose a la exclusiva lógica de la ganancia, del ideario neoliberal». Pero, paralelamente a ese proceso, y como consecuencia de la prédica a importantes medios de comunicación, «la mayoría silenciosa recibía de los medios un relato segmentado de los acontecimientos y el germen de la xenofobia prendió en el intento de la criminalización de los conflictos como discurso hegemónico. Y así se fue desvaneciendo el eje “piquetes, cacerolas, la lucha es una sola”, que expresaba el maravilloso pero precario vínculo entre los sectores medios y los excluidos. Los periódicos ponderaron el peligro de la implosión social como eje de la agenda política. Y la tendencia de la “gente decente” hacia los piqueteros fue de un creciente rechazo».
Los conflictos dieron lugar a reacciones represivas, las consecuencias fueron lamentables, con pérdidas de vidas, el interinato de un gobierno de transición vio sus planes alterados lo que provocó la necesidad de un llamado apresurado a elecciones generales. El profesor Muracciole nos dice: «Así fue como en el otoño de 2003, los ecos de la insubordinación de masas del 19 y 20 de diciembre de 2001 hizo posible que un gobierno que asumió con tan sólo el 23% de los votos, incursionara en territorios impensados antes de la crisis de 2001. Y se pudo dar por tierra con la infamia del Punto Final y la Obediencia Debida. En lo económico se avanzó en un proyecto que priorizó la producción y la creación de empleo. Este cambio de paradigma rompió con la lógica de los ajustes sin fin, que privilegiaban la disminución del déficit fiscal sobre las necesidades de los jubilados y el poder adquisitivo de los trabajadores, entrando en la historia como el primer gobierno de la democracia que fue capaz de voltear la Ley de Medios de la dictadura y confrontó por la democratización de la producción y distribución del papel de diario como pilar básico para garantizar la libertad de expresión».
Creo que sólo una mirada retrospectiva puede dar marco de comprensión al cuadro socio-político actual. El análisis da lugar a diversas evaluaciones que, en tanto tales, son todas discutibles. Una parte de la gente privilegia lo que falta por sobre lo conseguido, otra pone su dedo sobre lo que consideras excesos y desbordes, los sectores que se sienten cuestionados en sus modos de proceder y en sus intereses de clase atacan ferozmente. Todo ello es muy valioso porque ha rescatado y colocado en el centro de la escena el debate político. Haberlo recuperado es el logro más importante que nos proporcionó lo que podríamos definir, sin pudor, el “modo argentino de superar la crisis”. Hoy ese “modo” está siendo estudiado en Europa por dirigentes políticos que no se conforman con las viejas recetas liberales y varios estudiosos e investigadores nuestros han sido consultados.
La democracia que se creyó recuperada en 1983 fue sólo una cáscara que se asentó en las formalidades electorales, que subrayó la importancia de la “igualdad jurídica” que remitió a tanta cita de la Constitución, pero no alteró el esquema de poder del capital concentrado internacional y de la lógica financiera especulativa. Las sucesivas crisis políticas, económicas y sociales fueron la expresión de la endeblez institucional de una democracia escuálida.
La recuperación de esa democracia hacia una mayor solidez institucional presenta como requisito una mayor distribución de la riqueza producida, una mayor transparencia del juego institucional que no perdone a ninguna de las que conforman el entramado de la Nación. Un mayor control de las diversas formas de evasión impositiva que atentan contra los dineros públicos, el sinceramiento de los beneficios obtenidos no siempre por caminos legales de los grandes capitales, un crecimiento en madurez del horizonte directivo de todo orden: sindical, empresario, político, militar, religioso, judicial, etc.