Las técnicas de la información

Las técnicas provenientes del ámbito de la publicidad o de la ficción cinematográfica, que se han incorporado a la información responden a una amplia batería disponible. La metodología de machacar sobre la conciencia del espectador ha logrado la pérdida de parte de éste de gran parte de su capacidad de análisis y, mucho más aún, de su capacidad crítica para desenmascarar estos perversos juegos comunicacionales.
Es que cuentan los medios de comunicación con una escuela de altos estudios que dan el ejemplo de cómo actuar. Esta escuela está en los Estados Unidos y desde allí se “da cátedra” de cómo debe manejarse la información. Volamos a Héctor Sosa:
Los medios son empresas comerciales cuyas mercancías de venta son la ficción y «la realidad», los límites entre ambas se han mimetizado de tal forma que se torna difícil (para millones de personas) discernir dónde empiezan o terminan cada una de ellas. ¿Acaso la CNN y Fox News no utilizaron las técnicas y recursos de ficción de Hollywood para editar las imágenes de las invasiones a Afganistán e Irak? ¿El Pentágono no diseña puestas en escena con la estética de las películas de guerra de la industria cinematográfica de los EE.UU.? ¿Por qué las bombas de racimo lanzadas sobre Bagdad eran en colores, como fuegos artificiales? ¿Para qué el Pentágono y Hollywod concretaron un acuerdo, en el 2003, de «cooperación e intercambio de experiencias» en sus respectivos «rubros»? Según un estudio del diario español «La Vanguardia», los Estados Unidos es el principal productor de ficción y de noticias mundiales en el mercado de la imagen planetaria, se afirma que ya ocupa el 70% de Europa, el 90% de África y el 75% de Latinoamérica.
Creo que estamos ahora en mejores condiciones de comprender cómo funciona la comunicación en nuestro país y a qué nos estamos enfrentando respecto de la información que llega a un público amplio, desconocedor de todos estos mecanismos. Esa ingenuidad del consumidor de información, dado que este tipo de análisis no puede ser encontrado en los grandes medios concentrados, por obvias razones, llevan a una actitud acrítica que sigue aceptando, aunque cada vez menos, la “verdad” que trasmiten esos medios.
Había quedado dicho que la mayoría de las empresas de comunicación audiovisual adoptaron el molde de EE.UU., Latinoamérica y, en nuestro caso, Argentina, no han sido la excepción: la mayor parte de sus programaciones corresponden a la ficción, y un porcentaje importante de las producciones periodísticas incorporaron elementos de ésta. Según un estudio realizado por la Agencia Nacional de Comunicación (ANC) de la UTPBA «casi el 90% de la TV abierta nacional tiene como temática excluyente la ficción y el deporte, y apenas un 10,4% lo ocupan los noticieros». Del 10,4% del espacio «periodístico» la publicidad (que es ficción) se lleva una cuarta parte, y el resto son notas y producciones cuyos contenidos «están dedicados en un 80% a la violencia, la inseguridad, las catástrofes y noticias de la “farándula”».
Planteadas así las cosas nos encontramos con que una parte de las informaciones son presentadas de manera novelada. Así determinados temas pasan a ser «casos» y los «casos» van adquiriendo formas y dinámicas de una historia ficcionalizada. Hay personajes centrales y secundarios, buenos y malos, conocidos y desconocidos. Existe un inicio, un desarrollo y en ocasiones finales; se montan escenografías de videoclip y se recurre a textos de guiones más cercanos a técnicas de redacción publicitaria (de impacto) que periodísticas.
El consumidor de información se enfrenta a la ambigüedad de la ficción-realidad y la fragmentación intencionada con propósitos específicos, atomización y sesgado de la información que hace casi imposible desarrollar un proceso de análisis que contenga cierta lógica y convierte su descifrado en una tarea sólo para especialistas. «¿Qué capacidad de asociación puede tener el consumidor de información ante tanta diversidad temática, ante imágenes y símbolos tan diversos? ¿Cómo pueden millones de personas -que en su gran mayoría son receptores pasivos- discernir sobre lo que es real de aquello que no lo es, sobre un hecho verdadero o uno «producido»?» Pueden agregarse algunas otras preguntas: ¿Pueden los periodistas tener una posición o pensamiento acrítico sobre este tipo de modelo informativo? El debate, como siempre, está abierto. Los espacios para las miradas ingenuas son estrechos. Y cada vez lo serán más.

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