Es indudable que las prácticas políticas actuales están sometidas al concepto de “espectáculo”, entendida la política como una representación. Esto convierte a aquel ciudadano portador de derecho en un mero espectador. Se subordina así al público a nuevas reglas que corresponden a lo que el marketing político dispone. Esto reduce la relación política a términos de consumidor-producto: elector-candidato. Esto puede parecer muy duro al ser expresado en una simple ecuación comercial, sin embargo, es necesario poder pensarlo dentro de la lógica que rige el marketing político.
Tenemos, entonces dos tipos de candidatos políticos:
1.- Los que plantean la realidad en términos técnicos, exponen cantidades, índices, estadísticas, cuadros, etc. Corresponde a los que hablan de economía: su modo de presentarse pretende causar en el público la idea de de alguien muy “informado”. Esa práctica busca producir la sensación de que quien está hablando es un profesional muy meticuloso y muy conocedor del tema. Debemos recordar en nuestro país las presentaciones televisivas del ministro de economía Domingo Cavallo.
2.- Los que son productos del coaching: Dice wikipedia:
Es una palabra que procede del verbo inglés to coach, entrenar; es un método que consiste en acompañar, instruir o entrenar a una persona o a un grupo de ellas, con el objetivo de conseguir cumplir metas o desarrollar habilidades específicas. Tiene su origen en el ámbito deportivo, pero ingresó medio empresarial y personal, donde se entiende por coaching el proceso mediante el cual el entrenador genera las condiciones para que la persona o grupo implicados en dicho proceso busquen el camino para alcanzar los objetivos fijados usando sus propios recursos y habilidades fuertemente apoyados de la motivación, responsabilidad y creatividad.
Es una nueva profesión que, desde hace algunas décadas, hizo su presentación en el ámbito político representada por los asesores de imagen. Estos trabajan los aspectos negativos que el candidato muestra ante las cámaras, redefiniendo el perfil del candidato de acuerdo al modelo del discurso a ofrecer.
El director de cine, Sidney Lumet, estudioso de la problemática que presenta la relación de los medios con la política, abordó el tema de esos especialistas en imagen política en la película El precio del poder (1986). Su tesis sostiene:
El testeo del elector-consumidor permite ir siguiendo paso a paso los cambios del humor político del electorado y adecuar las respuestas en función de lo que esos sondeos van mostrando. De ese modo, especialistas de la psicología, la sociología, politólogos, psicólogos sociales, antropólogos, junto a gente proveniente de la comercialización y la publicidad, van diseñando el discurso y la estrategia de campaña.
Veamos un caso muy estudiado en universidades europeas. Para las elecciones presidenciales del período 1974-1981 en Francia, se realizó el primer debate televisivo entre Valéry Giscard d’Estaing, representante de la derecha egresado Escuela Nacional de Administración (ENA) donde son formados muchos altos funcionarios del gobierno francés; y François Mitterrand, miembro del Partido Socialista. Resultó elegido el primero. En 1981 se realizó el segundo debate entre los mismos candidatos y resultó elegido el segundo para el período 1981-1988. Estos debates fueron mostrando el aprendizaje que iban adquiriendo ambos en esos encuentros televisivos.
En la década del setenta la imagen de Giscard d’Estaing, más atildada y con porte aristocrático, mirando directamente a las cámaras se tradujo en una sensación de sinceridad y confianza que le transmitía al televidente. Por el contrario, Mitterrand con anteojos de marco negro, muy grueso, con gesto adusto y mirando a su interlocutor, aparecía en pantalla como hablando a un tercero, al no mirar de frente a las cámaras. Daba una sensación de inseguridad y de ocultamiento de su rostro al televidente. El resultado electoral favoreció cómodamente al primero.
El estudio de esos debates, que realizaron los asesores que contrató Mitterrand en la década siguiente, entre los que se encontraba el sociólogo argentino Eliseo Verón (1935-2014), posibilitó un aprendizaje que lo llevó a la victoria. La televisión, en la década del ochenta, venía reemplazando, en forma paulatina, los actos de campaña por las apariciones en programas periodísticos de televisión, dando un lugar privilegiado a los periodistas políticos, éstos cobraron un peso desproporcionado en la decisión de las campañas electorales:
La incorporación de periodistas fue parte de la estrategia de los partidos. Esta incorporación fue de dos tipos: la adscripción directa como jefes de prensa del candidato y el pago directo, o indirecto a través de publicidad de empresas para sus programas, para el logro del apoyo en la campaña. Así podemos encontrar las formas más sutiles de favorecer a unos o perjudicar a otros.
El análisis minucioso y pormenorizado, el seguimiento del “discurso” político de un medio permite, a quien se detenga en ello, definir su puesto en el espectro político. Una explicación, no lejana de la realidad, ubicaba el fenómeno de la compra masiva e indiscriminada de medios, por parte de inversores privados pertenecientes a grandes multinacionales, con el intento de un posicionamiento político sólido de los factores de poder económico. En este proceso se fue produciendo el condicionamiento a las campañas de los partidos políticos, o a sus candidatos, con posibilidades de acceso al poder.