El tiempo que corría entre los siglos XI al XV fue el escenario de los cambios sociales, culturales, económicos y jurídicos que anunciaban el nuevo orden burgués. El modelo socio-político de beligerancia militar de la vieja aristocracia feudal entorpecía los requerimientos de la nueva sociedad que nacía en torno al mercado comercial. La vida que estaba construyendo la burguesía artesanal y comercial necesitaba una ciudad estable, con normas claras y precisas, que se hicieran cumplir regularmente. El dinero no se siente cómodo en medio de la inestabilidad. La paz del mercado era la reivindicación más urgente de los burgueses y, acompañando esa paz, una legislación que la sostuviera. Dice José Luis Romero en este sentido:
Un régimen jurídico -que tenía que ser original y adecuado a las nuevas situaciones- y una policía urbana que atendiera tanto a los problemas de interés público, relacionados con la actividad comercial y manufacturera, como a los problemas de la vida cotidiana, fueron los objetivos que persiguieron quienes se encerraron dentro de los muros de las ciudades –los burgos– para desarrollar un nuevo tipo de vida fundado en el trabajo y orientado hacia la tranquilidad y el goce.
Y agrega respecto de cómo se iba construyendo ese nuevo orden burgués, para diferenciarlo de lo que llegó a ser, algunos siglos después, la ciudad industrial de los siglos XVIII en adelante:
Estos centros urbanos se convirtieron en un polo tan fuerte de atracción de población dispersa que pronto desbordaron los límites de los muros. Pero el contacto cotidiano, desconocido en el mundo rural por las distancias que los separaban y lo rudimentario de los caminos, fue creando una red de lazos solidarios y de formas institucionales nuevas que consolidó la organización de la ciudad. Aparecía el gremio artesanal. Esta nueva institucionalización dio fuerzas a las ciudades, aún a las más pequeñas, por lo vigoroso de estas instituciones y por la cohesión de sus miembros.
El florecimiento de estas ciudades atrajo pronto a muchos hombres y mujeres que veían en estos centros urbanos posibilidades de emancipación y oportunidades de progreso. De algunos cientos de personas pasaron a tener miles de pobladores, lo que transformó la composición social de las ciudades y agregó una nueva dificultad social. La ciudad medieval no estaba pensada para una cantidad tan grande de habitantes:
El comienzo de la actividad productiva y comercial funcionó como un efecto multiplicador. Esa actividad potenció el crecimiento urbano, éste, a su vez, demandó mayor cantidad de provisiones de la zona rural, el hombre de campo debió concentrar su pensamiento y su tiempo en aumentar la producción agrícola por lo que dejó de producir gran parte de sus enceres y herramientas, todo esto fue provisto por la ciudad. La división del trabajo se acentuaba posibilitando una mejor y mayor producción en cada rubro.
Esta presión de la demanda sobre la zona rural va a resquebrajar el sistema de relaciones feudales, su producción no va a satisfacer solamente la demanda local, ahora va a insertarse en el tráfico mucho más amplio del comercio:
Por otra parte el modo de vida del “burgués” será un punto de referencia para el hombre ligado a la vida rural, en la ciudad comienza a conocer ciertos refinamientos y comodidades de la vida desconocidas para él, pero que comenzarán a ser apetecidas. También muestra una libertad que contrasta con su condición servil. Si ésta era natural para sus antecesores, ahora aparece un personaje que no es noble pero es libre, y su presencia es motivo de inquietud para el hombre atado a servidumbre. Si bien la libertad todavía no es un tema que puede ser entendido como aparecerá siglos después, el mismo burgués no tiene claridad al respecto puesto que no es para él una cuestión política sino sólo una ventaja para comerciar. Se presenta entonces una inquietud que, aunque todavía oscura, va a erosionar la solidez del edificio señorial.