VII.- Reflexiones sobre la política – Los orígenes del Imperio estadounidense – LU3 – 27-12-16

El conflicto interno entre los estados del norte y los del sur del gran país del Norte se resolvió con un enfrentamiento armado conocido como la Guerra Civil o Guerra de Secesión (1861-1865). Una de las consecuencias que marcaron por bastante tiempo a ese pueblo fueron las 1.030.000 bajas, poco más del 3% de la población total. En la primera Guerra mundial, 50 años después, murió el 2,5% de su población. Esto nos da la dimensión del horror padecido, por lo cual la palabra guerra pareció desterrada del vocabulario coloquial del pueblo estadounidense por mucho tiempo.

Otra dimensión de las consecuencias, que quedó en un segundo plano para los historiadores, probablemente por razones ideológicas, fue que la unificación de sus estados marcó el inicio de lo que sería, algunas décadas después, la formación de la nueva potencia hegemónica del mundo.

Lo que no se percibió con claridad es que lo que se mostraba, se vivía, como un enfrentamiento entre el Norte y el Sur, y así era, ocultaba otro aspecto de la economía de ese país: la realidad de la economía de las plantaciones coloniales, la sociedad agraria, representaba la contracara de la base de la sociedad industrial. En las últimas décadas del siglo XIX, cuando finalizó la Segunda Revolución industrial, quedó claro que la esclavitud y el capitalismo se complementaron positivamente preanunciando la potencialidad de lo que se pudo apreciar después.

Pero en el ámbito de la opinión pública eran temas de los cuales no se hablaban. Un pacifismo  visceral había ganado la conciencia colectiva que sólo permitía pensar en las promesas del desarrollo económico y la prosperidad que ya se advertía: un gran país que se asomaba en el juego internacional. En la segunda década del siglo XX se desató la guerra en Europa y el presidente Woodrow Wilson (1913-1921) se mantuvo en una posición neutral, conocedor de los sentimientos y las convicciones pacifistas de su pueblo. A pesar de ello no podía ignorar que el resultado final  de ese enfrentamiento reordenaría el tablero mundial. La potencia que se estaba asomando no podía quedar al margen del resultado de ese conflicto. Se le presentaba como una oportunidad excepcional para posesionarse en el gran juego del poder. Para resolver esa situación apeló a una novedad original, casi desconocida hasta entonces.

Creó el Comité de información pública, también conocido como la Comisión Creel, una agencia federal independiente del gobierno de los Estados Unidos. Su finalidad, no confesada, era  influenciar sobre la opinión pública preparándola para la participación de ese país en la Primera Guerra Mundial. A lo largo de unos pocos meses sus miembros habían realizado más de 8 millones de discursos a 314 millones de personas; empleando todo medio disponible para crear entusiasmo sobre la guerra y obtener el apoyo popular que le permitiera ingresar en la contienda.

El encargado de tan importante, como encubierta misión, fue George Creel (1876–1953) un  periodista investigador, político. Muy famoso posteriormente por haber sido el jefe del Comité que organizó un plan  de propaganda que obtuvo tan resonante resultado. Mucho tiempo después, al conocer los extraordinarios resultados conseguidos, Adolf Hitler, un muy buen alumno del Señor Creel afirmó:

«Cuando la propaganda que se origina en el estado recibe el apoyo de las clases de un nivel cultural elevado y no se permite ninguna desviación en su contenido, el efecto puede ser enorme»

Dicho sea de paso, para desterrar viejas leyendas, fue Joseph Goebbels (1897–1945) quien aprendió estos métodos de propaganda de la experiencia estadounidense y la introdujo más de una década después en Alemania, y no al revés.

Una investigadora de la Universidad San Jorge (USJ) (Aragón -España), analizando lo logrado por Creel, escribió:

Una población pacifista, necesitó de un empujón para descontrolarse y empezar una guerra necesaria para los grupos de poder. Para ello en el siglo XX, Estados Unidos, creó una comisión de propaganda gubernamental, conocida con el nombre de Comisión Creel. Ésta en seis meses, logró convertir una población pacífica en otra histérica y belicista que quería ir a la guerra y destruir todo lo que oliera a alemán, despedazar a todos los alemanes, y salvar así al mundo. El extraordinario éxito conduciría a otro mayor todavía: precisamente en aquella época y después de la guerra se utilizaron las mismas técnicas para seguir en la manipulación de la opinión pública. Ello permitió en las décadas siguientes, la destrucción de sindicatos y la eliminación de problemas tan peligrosos como la libertad de prensa o de pensamiento político. El poder financiero y empresarial y los medios de comunicación fomentaron y prestaron un gran apoyo a esta operación, de la que, a su vez, obtuvieron todo tipo de provechos.

Llegados a este punto no parece importuno preguntarse si la democracia estadounidense no encontró en el Destino Manifiesto el impulso para que los Estados Unidos comenzaran a desplegar su dominio del mundo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.