Durante gran parte de este año los temas de esta columna giraron en torno al problema que presenta el ciudadano que vota contra sus propios intereses. No es un tema sencillo para desarrollar dentro del espacio de estas columnas. Sin embrago intentaré decir algunas cosas que nos ayuden a pensar. Si bien el tema se agudizó con preguntas sin respuestas inmediatas, pueden intentarse caminos indirectos que nos aproximen a ellas.
En la última columna yo propuse hacernos cargo de la incidencia de la información que recibimos, a partir de muy pocas fuentes (agencias internacionales), todas ellas en manos de grupos financieros concentrados. Este no es un fenómeno reciente, pero se aceleró en las últimas décadas. (Volveré en una columna próxima sobre este tema). Todas ellas funcionan como un filtro selectivo que define qué se puede saber, de qué modo nos llega esa información, qué no se debe saber. Esto ante le nos coloca pregunta por la verdad o por la mentira.
Según el Diccionario de la Academia de la Lengua (DRAE):
Mentir es “decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa”. Consecuentemente, mentira es la «expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa». Engañar es «dar a la mentira apariencia de verdad» o «inducir a alguien a tener por cierto lo que no lo es, valiéndose de palabras y de obras aparentes o fingidas».
Paul Ekman (1934) es un psicólogo estadounidense, pionero en el estudio de las emociones y su expresión facial; es autor del libro «Cómo detectar mentiras», nos habla de la mentira en el juego de las relaciones personales, sobre todo en situaciones presenciales. Él define la mentira como:
«Una decisión deliberada de despistar a un destinatario (la/las persona/s a la/s que le/s vamos a mentir) sin darles una notificación previa de dicho propósito (es decir, sin avisar a esa persona de que le vamos a mentir). Se dividen en dos tipos: la mentira por ocultamiento; no nos están dando toda la información y la mentira por falseamiento: dar o presentar una información falsa como si fuera verdadera.
Pero, afirma, que hay otras formas de mentir más astutas, que básicamente la describiríamos como decir falsamente la verdad, mentir diciendo la verdad, o evitar decir la verdad sin necesidad de mentir. Todo ello son técnicas que usan las personas manipuladoras y mentirosos profesionales, basándose en que consiguen darle un giro a la situación cambiando los sentimientos, casi normales, de desconfianza haciéndolos parecer tontos por desconfiar.
Las mentiras de ocultación persiguen retener la información intencionadamente. La omisión de elementos en la comunicación lleva a una falsa interpretación por parte del destinatario o receptor. Trasmitir la verdad de forma exagerada o errónea también es una forma de ocultación o de mentira, que produce en el receptor una sensación distorsionada, por lo cual, siendo el contenido comunicado correcto, el modo de su recepción transforma lo dicho en una mentira.
Otro modo de mentir consiste en falsificar un hecho presentando la información falsa con modos y datos aparentemente creíbles que convierten una historia confusa o engañosa en un hecho real. En este caso el comunicador proporciona datos, detalles o explicaciones como si fueran ciertos.
El objeto de todo engaño es la de “formar o producir impresiones o el manejo de esas impresiones”, al proporcionar información dirigida a crear una imagen socialmente adecuada o aceptable de las ideas que se comunican. La mentira, entonces, cumple no sólo la función de ocultar la verdad, sino también la de dar una versión aceptable que genere en otros un estado de convicción de “estar bien informados”. El valor de la comunicación reside más en lo que sugiere que lo puede contener. Para ello la utilización de conceptos ambiguos cumple una función muy importante cuando ello está en manos de profesionales experimentados.
Todo lo dicho debe ser tomado como una introducción al estudio de la información pública en las sociedades de masas.