Max Weber se propone rastrear evidencias que relacionen los dos conceptos que coloca en el título de su libro: La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Siendo su propósito aportar pruebas sobre esta relación descubre en los textos de Benjamín Franklin, personaje al que atribuye particular importancia, y en sus libros que fueron utilizados por un tiempo prolongado, como lectura obligatoria en las escuelas de los Estados Unidos.
En ellos descubre la trascendental influencia de esa mentalidad, que denominó el espíritu del capitalismo, en el ciudadano estadounidense. Por estas razones elige a Franklin como el mejor o más ilustre representante de ese espíritu inspirador. Como ya vimos en la columna anterior, es un personaje político muy importante en esos primeros tiempos en los que se estaba definiendo el futuro que le esperaba a ese gran país. Los títulos de sus libros son muy significativos: El libro del hombre de bien, luego su Plan de mejora moral” y, posteriormente, Consejos a un joven jornalero en el que acuña una frase que se va a hacer famosa: Tened presente que el tiempo es dinero (Time is money)
“Acordaos siempre que el crédito es dinero… No olvides que el dinero es de naturaleza prolífica… El buen pagador es dueño de la bolsa ajena… Después del trabajo y de la economía, lo que más contribuye en el mundo a la prosperidad de un joven es la puntualidad y la honradez en sus tratos…”
Otro de sus libros, escrito en 1736, lleva por título lo que configura toda una confesión de los propósitos que motivaron su escritura: Advertencias necesarias a los que quieren ser ricos. No parece necesario insistir en algunas explicaciones dada la evidencia de lo que está expresando. Sus posibles lectores son convocados bajo la promesa de que van a encontrar en él consejos e informaciones respecto de qué se debe y qué no se debe hacer cuando el objetivo principal es acumular una fortuna:
Recuerda que el tiempo es dinero. Aquel a quien le está dado ganar diez chelines por día con su trabajo y se dedica a pasear la mitad del tiempo, o a estar ocioso en su morada, aun que destine tan solo seis peniques para sus esparcimientos, no debe calcular sólo esto, sino que, realmente, son cinco chelines más los que ha gastado, o mejor, ha derrochado. Considera que el crédito es dinero. Si la persona a quien le debes un dinero deja que éste siga en tu poder, permite, además, que tú disfrutes de su interés y de todo cuanto te sea posible ganar con él en tanto transcurre el tiempo. De tal manera se puede acumular una cantidad considerable si se tiene buen crédito y capacidad para emplearlo bien.
Y continúa en el mismo tono desarrollando sus argumentos que harán posible llegar a ser una persona de fortuna:
“Considera que el dinero es fecundo y provechoso. El dinero puede engendrar más dinero, los sucesores pueden engendrar aún más y así unos a otros. Si cinco chelines son bien colocados, se convertirán en seis, éstos, a su vez, en siete que, asimismo, podrán devenir en tres peniques, y llegar en sumas sucesivas hasta constituir un todo de cien libras esterlinas. A cuanto más dinero invertido, tanto más es el producto. Así, pues, el beneficio se multiplica con rapidez y en forma constante. Aquel que mata una cerda, reduce a la nada toda su descendencia hasta el número mil.