Ricardo Vicente López – 21-10-15
Propongo ahora otra mirada sobre este tema partiendo de la pregunta: ¿Quiénes fueron los beneficiarios de ese acontecimiento? Porque no queda ninguna duda que fue una acontecimiento, en su carácter de ser fundante de un mundo nuevo. Un suceso histórico de una dimensión tal que no fue percibida –o fue ocultada− por diversas razones, entre los que escribieron sobre él. Una de esas razones es que de haberse tomado conciencia de su magnitud, de haberse evaluado correctamente su profundidad, hubiera desmerecido el relato de la auto-realización de la Europa Moderna. El capitalismo, que aparece en los manuales como el resultado de la creación de la burguesía centroeuropea, también se hubiera visto obligado a reconocer el inmenso aporte del oro americano, sin el cual no se hubiera sido posible su expansión, tal como se dio a partir del siglo XVIII. Parte de esto ya lo hemos visto.
En un artículo publicado recientemente (12-10-15) como una propuesta de reflexionar sobre lo que no se dice de esa fecha, titulado 12 de octubre – una herida abierta, su autor Marcelo Colussi − escritor y politólogo de origen argentino, Licenciado en Filosofía e Investigador del Instituto de Problemas Nacionales de la Universidad de San Carlos de Guatemala − ofrece una mirada que se aparta de las tan consabidas publicaciones. Comienza afirmando con cierto tono provocativo –en el sentido de que intenta provocar una reflexión−:
Puede decirse, sin temor a equivocarnos, que en el amanecer de ese día de 1492 comenzó el verdadero proceso de la globalización que fue, al mismo tiempo, el ocaso de las civilizaciones americanas originarias. Más de cinco siglos han pasado desde aquel entonces, y la deuda pendiente no parece llegar a su fin. En un sentido, esa deuda es impagable.
Establece un paralelo, entre esos dos procesos, que denuncia: la globalización y el etnocidio − el proceso imperial y exterminio de las culturas del continente americano−. Esos comienzos no refieren simplemente una correspondencia temporal, una simultaneidad, sino, por el contrario, que se entrelazan mutuamente en relaciones causales: La riqueza del primer mundo tiene una enorme deuda con el saqueo de las riquezas del mundo conquistado:
El “descubrimiento” de América fue la condición de posibilidad del “inicio del mundo moderno capitalista”. Es un hecho de una trascendencia sin par en la historia de la Humanidad: inaugura un escenario novedoso que sienta las bases para la universalización de la cultura del imperio dominante, a escala planetaria luego con la entrada triunfal de las tecnologías de la comunicación e información que vuelven al planeta una verdadera aldea global.
Nacía así la Modernidad europea, una cultura expansionista que se considerará a sí misma la civilización. Esta cultura, su concepción del hombre, de las relaciones sociales, su cosmovisión se fue convirtiendo, según nuestro autor:
En el «Modo de vida occidental», pero podría llamarse con terminología actual: libre empresa, o economía de mercado. La llegada de los europeos a tierra americana y su posterior conquista fue la savia vital que alimentó la expansión del capitalismo. El 12 de octubre marca, entonces, la irrupción violenta de la avidez capitalista europea en el mundo, llevándose por delante toda forma de resistencia que se le opusiera, y haciendo de su cultura la única válida y legítima, vestida con las ropas de la «civilización». Lo demás fue condenado al estatuto de barbarie.
Por todo ello no hay nada que festejar para los pueblos de la Amerindia. Cuando se corre el telón del relato almibarado sólo aparece miseria, sangre, fuego. Esa es la razón que impide hablar de festejos. Las heridas de esa larga historia, de más de quinientos años, no han sido cerradas porque se las negó y, por lo tanto, quedó oculta en los corazones de los habitantes originarios, de los criollos y sus descendientes. Se puede preguntar ¿Quién la va a pagar? ¿Es posible pagarla? Muy posiblemente ¡NO! Un aspecto de esa deuda es de carácter cultural y ha penetrado profundamente en la conciencia americana:
Pero hay algo bien importante: el triunfo de la conquista fue muy grande, y los latinoamericanos seguimos sufriendo hoy «complejos de inferioridad». No es infrecuente ver en cualquier ciudad latinoamericana, o incluso en sus regiones rurales, a algún ciudadano (hombre o mujer) de aspecto aindiado, moreno −en definitiva: no-blanco desde el punto de vista fenotípico− con el cabello teñido de rubio. Los palacios gubernamentales, aún rodeados de palmeras y bajo abrasadores soles tropicales, deben tener muchas columnas jónicas y dóricas con amplias escalinatas de mármol como los de los «hombres blancos» del norte. La juventud «chic» canta en inglés. Y en diciembre, ¡por supuesto!, los shopping centers se llenan de pinos plásticos y nieve artificial con un viejo barbudo vestido con trajes de piel (que no se sabe de qué se ríe…) y que viaja en trineo (¿trineo para la nieve en nuestros países?).
Conferencia del Cacique Guaicaipuro Cuatémoc ante la reunión de los Jefes de Estado de la Comunidad Europea (2003)
Presento un fragmento de una obra de ficción, que merece ser leído y difundido. El autor, Luis Britto García (1940), es abogado y Doctor en Leyes en la Universidad Central de Venezuela.
«Aquí pues yo, Guaicaipuro Cuatémoc, he venido a encontrar a los que celebran el encuentro. Aquí pues yo, descendiente de los que poblaron la América hace cuarenta mil años, he venido a encontrar a los que se encontraron hace quinientos años. Aquí pues nos encontramos todos. Sabemos lo que somos, y es bastante. Nunca tendremos otra cosa…
El hermano usurero europeo me pide pago de una deuda contraída por Judas, a quien nunca autoricé a venderme. El hermano leguleyo europeo me explica que toda deuda se paga con intereses, aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros, sin pedirles consentimiento. Yo los voy descubriendo. También yo puedo reclamar pagos, también puedo reclamar intereses. Consta en el Archivo de Indias: papel sobre papel, recibo sobre recibo, firma sobre firma, que solamente entre el año 1503 y 1660 llegaron a Sanlúcar de Barrameda [Andalucía] 185 mil Kg de oro y 16 millones Kg de plata provenientes de América. ¿Saqueo? ¡No lo creyera yo! Porque sería pensar que los hermanos cristianos faltaron al Séptimo Mandamiento. ¿Expoliación? ¡Guárdeme Tonantzin de figurarme que los europeos, como Caín, matan y niegan la sangre del hermano! ¿Genocidio? ¡Eso sería dar crédito a calumniadores como Bartolomé de las Casas, que califican al encuentro de “destrucción de las Indias”.
¡No! Esos 185 mil Kg de oro y 16 millones Kg de plata deben ser considerados como el primero de muchos préstamos amigables de América destinados al desarrollo de Europa. Lo contrario sería presumir la existencia de crímenes de guerra, lo que daría derecho no sólo a exigir su devolución inmediata, sino la indemnización por daños y perjuicios. Yo, Guaicaipuro Cuatémoc, prefiero creer en la menos ofensiva de las hipótesis».
Versión completa en
http://www.pepe-rodriguez.com/Ecologia_Consumo/Deuda_externa_indigena.htm