Ricardo Vicente López 7-10-15
En esta columna hemos adoptado el compromiso de mirar el mundo aportando una mirada crítica, que supone la defensa de los más desprotegidos del mundo. Por ello no podemos soslayar, en este mes de octubre, hablar de lo que se ha dado en llamar el descubrimiento de América, sus significados y sus consecuencias. El título lo he tomado prestado de varios prestigiosos historiadores, que han asumido la obligación de denunciar el ocultamiento de la historia de los vencidos y por ello el juego de esas dos palabras en el título.
Voy a contar la historia de un territorio conquistado, desde él, asumiendo ser parte de él, y que no ha logrado todavía la liberación total. Analizaré las consecuencias que padecieron nuestros pobladores, que todavía en el siglo XXI están lejos de ser superadas. Dentro de este panorama el año 1492 se convierte en una fecha fundamental para nuestra historia, y para la gran transformación mundial que tuvo origen a partir de entonces. Esta actitud contiene sobradas razones para que nos detengamos a revisar la historia que nos han contado, que se ha convertido en uno de los relatos fundantes de la conquista y justificatorios de la dominación y el saqueo. Este relato lo hemos estudiado en nuestra formación escolar y sigue todavía siendo repetido dentro del sistema educativo, sin el menor pudor.
Uno de los intelectuales que voy a citar, como autoridad en la materia, es el pensador brasileño Leonardo Boff (1938), quien escribió un folleto al cumplirse el quinto aniversario de ese acontecimiento que llevó por título, con tono de advertencia, Cómo celebrar el quinto centenario. En él propone al lector pensar un escenario, casi teatral, en el que se encuentran dos grupos de personas que van a ser protagonistas de dos versiones diferentes de lo que sucedió: unos son los que estaban en las carabelas, representan la visión triunfalista, que habla de temerarios navegantes que enfrentaron los mares bravíos:
«Con una aventura y una valentía mucho más significativas de lo que fue ir a la Luna o a los espacios siderales, porque iban a lo desconocido».
Los otros son los habitantes de las islas caribeñas, que están en las playas y ven llegar las carabelas. La recepción que les brindaron a los recién llegados la describe Cristóbal Colón con estas palabras de asombro, algo que la historia oficial ocultó sistemáticamente:
«Como personas que tenían tanto amor que podrían dar su propio corazón, que repartían todo y daban lo mejor que tenían a los llegados. Aquellos que – llega a pensar el Almirante– tal vez no han conocido el pecado original y por eso andan desnudos en la santa inocencia. Una especie de paraíso perdido».
Pero, esa situación casi paradisíaca duró poco, ya que cuando desembarcaron mostraron qué es lo que les esperaba a partir de allí. Un relato de esa historia, contado por mayas anónimos en los libros del Chilam Balam del siglo XVI, lo pintaba de este modo:
«¡Entristezcámonos, ay, porque han llegado! Nos han cristianizado, pero nos hacen pasar de un señor a otro como si fuéramos animales. Sólo por causa de los tiempos locos, de los locos sacerdotes porque muchos cristianos llegaron aquí con el verdadero Dios, pero éste fue el comienzo de nuestra miseria, el principio del tributo y del desastre, el principio de los atropellos, el principio del despojo absoluto. Fue el principio de la obra de los españoles y de los sacerdotes, el principio de utilizar los caciques, los maestros de escuela, los fiscales. Ellos nos enseñaron el miedo, por ellos se marchitaron nuestras flores. Para que su flor viviese, dañaron y devoraron la nuestra».
Las miserias padecidas tenían una razón fundamental para el conquistador, fue el saqueo de los metales preciosos que forjaron la transformación de la vida europea. Boff la escribe con estas palabras:
Durante quince años, circuló por el continente europeo diez veces más oro del que normalmente circulaba. Se produjo la gran expansión mercantilista de la economía, y también la animación que significó la acumulación primitiva que proporcionó el nacimiento del capitalismo. En esa primera etapa España y Portugal pasaban el oro a Holanda e Inglaterra. Esa fecha es de fundamental importancia. Es un hecho histórico de la mayor trascendencia, incluso para los que no tienen la referencia cristiana y a quienes no interesa hablar de evangelización del continente.
Para tener una visión más cercana de cuál era la actitud del “descubridor” y conquistador conviene leer el texto de la primera carta que Cristóbal Colón mandó a su regreso, desde Tenerife, para contar al mundo europeo el gran descubrimiento. Textualmente dice:
«Hemos tomado posesión para sus Altezas, con pregón y bandera real extendida, y no me fue contradicho. Nuestro Redentor dio esta victoria a nuestros ilustrísimos rey y reina y a sus reinos famosos de tan alta cosa a donde toda la cristiandad debe tomar alegría y hacer grandes fiestas y dar muchas gracias a la Santísima Trinidad con muchas oraciones solemnes por el tanto ensalzamiento que habrán, entornándose tantos pueblos a nuestra fe, y después por los bienes temporales que no solamente a España más a todos los cristianos tendrán aquí refrigerio y ganancia».
Llama San Salvador a la isla y se refiera a aquellas tierras como «las Indias» porque allí creía haber llegado. Su actitud es de un profundo agradecimiento a Dios ya que ha llegado a ver esas tierras y descubrir riquezas para los reyes.
Boff agrega una anécdota personal que pinta su humor y su sagacidad. En una oportunidad, poco antes de la celebración del Quinto Centenario, tuvo la suerte de conocer a un dominico muy inteligente y muy solidario con la teología de la liberación que era confesor del Rey de Juan Carlos I de España, y le dijo:
«Hermano dominico: le doy ese libro de León Portilla, El reverso de la conquista, para que se lo pase al Rey de España. Cuando él venga a confesarse impóngale como penitencia que lea este texto y que no solamente lo lea sino que, desde su lugar oficial e institucional como Rey y como Presidente de la Comisión Europea y Latinoamericana de Presidentes que van a hacer las grandes celebraciones de los Quinientos años, desde ese lugar social, cuando haga su discurso, junto a los Presidentes de América Latina, y que posiblemente será el discurso que tendrá más repercusión de todos los de la conmemoración, no deje de escuchar, intercalar, interponer en él la voz de aquellos que jamás fueron escuchados. Porque esa es una cuestión de justicia y tenemos que escucharlos».