Ricardo V López
Tal vez sea conveniente comenzar por encontrar alguna respuesta posible, útil, comprensible, para la comprensión del ciudadano de a pie, a la pregunta: ¿qué queremos decir cuando hablamos de capitalismo?[1]. Creo que es particularmente necesario cuanto que hoy pretende presentarse como el “único sistema posible”, después de la implosión del sistema soviético (25-12-1991). Debe quedar afirmado que el sistema capitalista ha mostrado una capacidad productiva insuperable hasta ahora, que fue un impulsor extraordinario del conocimiento científico y tecnológico, fundamentalmente de todo lo ligado al sistema productivo. Aunque es necesario anotar que no siempre impulsó el avance del conocimiento científico cuando éste no respondía a las necesidades de la producción ni aportaba un incremento de la rentabilidad. Voy a remitirme, por la claridad de su planteo, a una conferencia que pronunció el filósofo argentino Doctor Juan Carlos Scannone. En ella abordó este tema e hizo una distinción conceptual que creo de gran utilidad a esta altura de nuestra investigación. Es muy interesante el detalle de sus análisis:
Dos miradas posibles: 1) el capitalismo como modo de estructurar la economía, y, por otro lado, 2) la sociedad capitalista de clases, en la cual se da el poder hegemónico del capital sobre el trabajo, de modo que sólo quienes ponen el capital o lo representan, organizan y dirigen -hegemónicamente- el proceso económico y, por ende, en la práctica detentan todo (o casi todo) el poder económico y social… En cuanto al capitalismo como modo de producción, el juicio ético sobre el mismo depende en último término de su mayor o menor eficacia real, no sólo técnico-económica sino y sobre todo, humano-integral… La sociedad capitalista de clases, en cambio, ha de ser éticamente criticada porque no respeta suficientemente la libertad y la justicia, es decir no respeta la prioridad del trabajo humano subjetivo sobre el trabajo objetivo (los productos y los instrumentos de producción), ni da participación equitativa a todos los involucrados en las decisiones orientadas al bien común.
Esta diferenciación permite profundizar los contenidos del concepto arrojando luz sobre muchas discusiones que, no habiendo aclarado suficientemente el uso del término, se han empantanado en caminos sin salida:
a) En un primer sentido, por capitalismo se puede entender un sistema de empresas, de producción y comercialización, que utiliza el mercado como la mejor lógica para la asignación de recursos, siempre escasos, y el uso responsable de la propiedad privada, enmarcada en un sólido sistema jurídico con control del Estado. Éste es el responsable de colocar todo ello al servicio de la comunidad entera y de la libertad humana integral. En estas condiciones debe quedar preservada de toda opresión posible, privilegiando la salud integral de todos los miembros de la comunidad. Se podría aceptar, entonces, este sistema como un modo posible de resolver todo aquello que se ha analizado.
b) Pero si, en su segundo sentido, se entiende por capitalismo un sistema de explotación, de una clase poseedora del capital sobre otra que sólo posee sólo su capacidad de trabajo, este capital sólo busca como objetivo excluyente el lucro privado, haciendo un uso del poder hegemónico que opera en detrimento de una asignación equitativa de bienes y remuneraciones. En este caso este sistema es inaceptable.
Llegados a este punto creo que no podemos quedarnos en una mera diferenciación terminológica, pero no es desdeñable la distinción, porque muchas polémicas encuentran a los que las realizan argumentando desde cada una de estas dos definiciones, suponiendo que el debate busca honestamente la verdad. Las faltas de precisión en esos debates no ha permitido un avance conceptual necesario y, de este modo, ambos queda cada bando convencido de su “verdad”. También permite, a aquellos que sacan réditos de las nebulosas y las marañas de palabras, mantener el tema dentro de una confusión sospechosa.
En tan importante debate no debe generar confusión el uso que se haga del concepto. Lo que sí cabe afirmar es que, más allá de cómo se denomine el sistema, cualquier orden social que se postule debe apuntar a la realización plena del hombre, “de todo el hombre y de todos los hombres”. En este sentido, y apuntando a ese logro, es totalmente aceptable la eficiencia del sistema tecno-económico, pero esta eficiencia sólo es aceptable en términos de la preservación de una eficiencia humana, colocada al servicio de todos los hombres. Debiéndose privilegiar siempre la salud social por sobre las rentabilidades necesarias. Porque es preferible ética y humanamente una rentabilidad menor y una mejor y más equitativa distribución de la riqueza.
Por ello, plantear correctamente el problema es el comienzo de la búsqueda de una solución posible. Y es, en este sentido, que encuentro en las afirmaciones de Jeremy Rifkin[2] el señalamiento de una dirección investigativa que creo no debe ser abandonada. El eje de la cuestión queda colocado en la profunda transformación que está produciendo la revolución tecnológica, que algunas autores la han denominado inteligente haciendo referencia a la incorporación de la informática como elemento cualitativo, que altera el desarrollo del proceso tecnológico anterior.
Este proceso es hoy estudiado y aplicado por lo que se ha dado en llamar las reingenierías empresarias, nombre con el que se encubre las racionalizaciones de personal. Es decir, la disminución de los puestos de trabajo necesarios dentro del proceso productivo y administrativo en todas sus etapas por la incorporación de la informática, sin alterar los volúmenes productivos y, muchas veces, incrementándolos. El Profesor de Economía del Instituto Tecnológico de Massachussets, Doctor Lester Thurow (1938-2016), plantea que aparecen contradicciones entre el mercado como forma de asignar los bienes y la democracia como modo de asegurar la igualdad:
La democracia y el capitalismo tienen diferentes puntos de vista acerca de la distribución adecuada del poder. La primera aboga por una distribución absolutamente igual del poder político, “un hombre, un voto”, mientras el capitalismo sostiene que es el derecho de los económicamente competentes expulsar a los incompetentes del ámbito comercial y dejarlos librados a la extinción económica. La eficiencia capitalista consiste en la “supervivencia del más apto” y las desigualdades en el poder adquisitivo. Para decirlo de la forma más dura, el capitalismo es perfectamente compatible con la esclavitud… En una economía con una desigualdad que crece rápidamente, esta diferencia de opiniones acerca de la distribución adecuada del poder es una falla de enormes proporciones que tiende a profundizarse.
Cabe subrayar lo enfático de la afirmación en un hombre que pertenece a lo más granado del establishment y que pretende defenderlo. No es desde la vereda de enfrente que habla, lo hace desde el corazón mismo del capitalismo estadounidense. Otro dato interesante, que no debe pasar desapercibido, es que atribuye la desigualdad creciente al capitalismo en tanto tal, y no a una patología de su desarrollo actual. Completa este pensamiento con la siguiente frase: «La mayor desventaja del capitalismo es su miopía. Tiene intrínsecamente un horizonte de corto plazo».
Cuando Thurow
dice “capitalismo” creo que deberíamos leer capitalismo estadounidense.
Porque mirando a Europa, sobre todo aquello que se ha dado en llamar el capitalismo
renano, podemos encontrar que hubo otros modos de implementarlo y de
resolver esos mismos problemas. También son diferentes las relaciones entre
empresas y entre los directivos y ejecutivos, hacia afuera con otras empresas y
hacia adentro en las relaciones laborales. Aunque es necesario reconocer que
todo ello. Sin embargo hoy, ante el avance implacable de la globalización va
quedando en claro que el modelo renano está disolviéndose.
[1] Remito a la lectura de una nota anterior para completar lo que digo en esta: Evolución histórica y distintas miradas sobre el Capitalismo.
[2] Sociólogo, economista, escritor, asesor político y activista estadounidense; investiga el impacto de los cambios científicos y tecnológicos en la economía, la fuerza de trabajo, la sociedad y el medio ambiente.