La vorágine informativa nos arrastra a someternos a la lógica del periodismo. Debe entenderse por periodismo eso que se hace hoy en los medios masivos, muy lejos de lo que hayan sido en otros tiempos las plumas que se podían leer en los periódicos como, por ejemplo, Ortega y Gasset escribiendo en La Nación. Pero dejémonos de nostalgias. Sin embargo, esta sensación deprimente que le ataca a uno cuando abre un periódico, escucha la radio o ve televisión no es algo que sólo me pase a mí. Por ello me sentí mejor cuando leí las palabras que Ignacio Ramonet dijo, hace pocos días, en la clausura de la Bienal Iberoamericana de Comunicación en Córdoba (Argentina). Después de detallar el estado actual de los medios masivos y las consecuencias que ello tiene en la conformación de la “opinión pública” (sobre ello hablaré en otra nota) nos alentó a seguir teniendo esperanzas porque el público comienza a darse cuenta de sus juegos. Según este profesor de la Sorbona de París ha comenzado a generarse un gran descrédito de “las verdades” de estos medios.
Dijo entonces: “En la mayoría de los países – no sé si es el caso en Argentina- se han desarrollado ediciones cómicas que tienen vocación por hacer reír en los que los tema es el telediario, y los periodistas son los personajes más payasos de la sociedad”. A partir de allí dio unos cuantos ejemplos acerca de cómo funciona el humor como modo de expresar el descreimiento sobre algún tema. Sostuvo que cuando se toman satíricamente las afirmaciones que circulan en la información pública esto indica que el gran público ya no cree en ella. Bien, esto abre un ámbito de espera para ver estas manifestaciones en nuestro país.
Como cierre de sus palabras exhortó a que deberíamos iniciar un nuevo camino para que circule la información y que ésta sea creíble: “Hay que desarrollar la comunicación comunitaria, hay que crear una nueva generación de periodistas –no estar condenados a hacer lo mismo que sus predecesores- porque el mundo mediático está viviendo una revolución radical y esa nueva generación debe utilizar Internet con sentido de la creatividad, con sentido de la imaginación para inventar el periodismo de nuestro tiempo. Una información mejor es posible y entre todos lo vamos a lograr».
Todo esto viene a cuento de los dolores de cabeza que les estamos dando al tomate. Nunca este pobre fruto se ha sentido más vapuleado, más desprestigiado, más insultado, que en estos días. Pero me he encontrado con un comentario radial en el que uno de los periodistas de la mesa le propuso a sus compañeros que trataran de adivinar de cuándo era la noticia que les iba a leer. Esta noticia hablaba de una suba del tomate del 360% debido a dificultades climáticas en la zona. Ninguno pudo acertar con la respuesta. Entonces, el que proponía el acertijo informó: apareció en diario Los Andes de Mendoza en noviembre del 2006. Para completar el juego les pidió a sus compañeros que buscaran en Internet los diarios y revistas de aquella época y se fijaran si alguno de ellos había hecho algún comentario en lugar destacado de semejante aumento.
Ahora bien, un alimento que puede ser sustituido por otros, que hasta no hace tanto tiempo era un fruto estacional que se consumía en período muy corto del año, ¿a qué se debe que se haya convertido en noticia relevante de todos los medios? Noticia que dentro de unos pocos días desaparecerá. No quiero avanzar con conjeturas, se las dejo al amable lector.