Por Ricardo Vicente López
Tal vez, el problema que estamos intentando analizar, respecto de la información pública y la dificultad que tiene el ciudadano de a pie para comprender algunos temas, reside en descubrir quiénes son los que las hacen muy difíciles para que una gran mayoría abandone la intención de comprender. Debemos aceptar, como hemos visto en notas anteriores, que en esta tarea han sido muy eficaces. Comenzar a desentrañar este secreto nos va a abrir un camino en el cual, todo aquello que se presentaba como ininteligible, se convierta en temas mucho más accesibles. Es la misma vieja pregunta de las novelas policiales ¿quién lo mató? Lo que nosotros intentaremos es despertar al ingenuo que se esconde en nuestra conciencia y que creyó tantas cosas. No niego que hay algunas cosas que son difíciles de entender, pero no son tantas.
El pensador, historiador y filósofo, argentino, Raúl Scalabrini Ortiz (1898-1959), nos advertía sobre este tema: “Cuando usted no entiende una cosa, pregunte hasta que la entienda. Si no la entiende es que están tratando de robarlo. Cuando usted entienda eso, ya habrá aprendido a defenderse”.
El tema de la información pública está envuelto en muchas de esas trampitas. Tal vez, lo novedoso de todo esto, es que hasta la publicación del libro del Pofesor Chomsky El control de los medios de difusión. Los espectaculares logros de la propaganda, en el 2000, gran parte de lo que estamos analizando, en esta serie de notas, en gran parte nos era desconocido. Como nos demuestra el Profesor, las investigaciones para avanzar en el “control de la opinión pública” se pueden rastrear ya en los comienzos del siglo XX en los EEUU. El resultado de lo que ellas aportaron fue altamente exitoso y dejó como enseñanza algo importante: «cuando la propaganda que dimana del estado recibe el apoyo de las clases de un nivel cultural elevado y no se permite ninguna desviación en su contenido, el efecto puede ser enorme».
Ésta es la gran lección que les ofreció el Doctor Edward Bernays (1891-1995). Fue un publicista, periodista e inventor de la Teoría de la propaganda y de las Relaciones Públicas; sobrino de Sigmund Freud (1856-1939), del cual aprendió a utilizar las investigaciones de su tío sobre el inconsciente para desarrollar técnicas para la manipulación del self: veamos una definición de este concepto:
La palabra inglesa self se traduce en psicología como sí mismo. El self se refiere al grado de consciencia que tenemos sobre nosotros mismos y de la integración de nuestros diferentes procesos cognitivos. Desde la Psicología social el sí mismo es una construcción hecha por la persona a partir de su relación con los demás y las respuestas que recibe de la sociedad. Todo ello desarrolla después una auto-reflexión que le permite considerarse como objeto de su propio conocimiento.
La sagacidad del Doctor Bernays le permitió comprender que la investigación de su tío era aplicable a las personas, no sólo en su calidad de individuo (terapia), sino en su condición de ser social, parte de un conjunto, de una cultura, que condiciona sus conductas mediante patrones pre-establecidos. Es otras palabras: manipular la conciencia, alterar las formas e ideas culturales, es posible. Luego se elaboraron técnicas de aplicación para lo que se proponga todo aquel que disponga de esas técnicas. Dice wikipedia:
El Dr. Edward Bernays, fue el pionero mundial de las Relaciones Públicas al ser él quien las bautiza y da nombre, siendo el primero en publicar un libro sobre la materia en el año 1923 en Nueva York, titulado Cristalizando la opinión pública. Lo siguió La Propaganda, su libro más célebre, en 1928. Fue asesor personal en materia de Relaciones Públicas de varios Presidentes de Estados Unidos, de la Casa Blanca y de las empresas nacionales e internacionales más importantes del mundo.
Supongo, amigo lector, que debe estar un poco sorprendido. Alguien muy inteligente, que lee a Freud en clave política y comercial, adapta esas teorías para el manejo de la conciencia colectiva induciéndola a la compra de los productos que publicita. Es decir, sus experiencias en los EEUU trabajando el self, la conciencia, persuadiéndolo de la aceptación de las conductas e ideas sugeridas en el ámbito publicitario masivo, demostraron que esa persona era susceptible de ser orientada hacia un determinado consumo. ¿Se sorprenderá más si le digo que hoy vivimos cotidianamente sometidos a las técnicas que enseñó el Dr. Bernays?
Lea los periódicos, escuche la radio, mire la televisión, después haber prestado atención a todo esto, descubrirá que estamos sumergidos en un ambiente cultural dominado por las diversas variantes de la propaganda. Es lo que consumismo cotidianamente. En el libro La Propaganda, Bernays escribe:
La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento de importancia en la sociedad democrática. Quienes manipulan este mecanismo oculto de la sociedad constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero poder que rige el destino de nuestro país. Quienes nos gobiernan, moldean nuestras mentes, definen nuestros gustos o nos sugieren nuestras ideas son en gran medida personas de las que nunca hemos oído hablar.
Le agrego una perlita que nos demostrará hasta dónde puede llegar la mentira oficial. Le recuerdo la fecha de publicación de sus libros, entre 1923 y 1928, por lo que paso a contarle a continuación. Un diplomático estadounidense, amigo de Bernays, le comenta, en los primeros años de la década del treinta, recién llegado de regreso de una gira europea. Había estado conversando con Paul Joseph Goebbels, político alemán que ocupó el cargo de ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich entre 1933 y 1945. En el relato de este encuentro que Bernays incluye en sus memorias, comenta:
«Me sorprendí al enterarme de que Goebbels tenía en un lugar destacado de su biblioteca mi libro La propaganda. Nunca hubiera imaginado que mis teorías habían contribuido tanto al éxito y ascenso del Tercer Reich».
“Miente, miente, que algo quedará”, famosa y perversa frase que fue usada por el ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, durante la Segunda Guerra Mundial, no era original de él, la había aprendido de las lecciones del Doctor Barnays. Con esa frase se intentó demonizar a todo político o gobierno que no se sometiera a los planes del capitalismo internacional. Es, sin duda, un concepto fundamental dela publicidad comercial. Ha anestesiado a tal grado nuestras conciencias que la gran mayoría de nosotros está convencido que la publicidad miente. Sin embargo, con frecuencia compramos cosas de las que sospechamos que no es verdad que contengan lo que prometen. Pero no nos escandalizamos, lo aceptamos como una condición natural del mercado comercial.
Amigo lector, le propongo un juego de ideas: supongamos que llega a la Tierra un ser extraterrestre que viene de un planeta que está muy atrasado respecto de nosotros. Por ejemplo, que están en una etapa similar a la que describe el inglés Tomás Moro (1478-1535) en su libro Utopía publicado en 1516.
El autor imagina una comunidad basada en los ideales filosóficos y políticos del mundo clásico y el cristianismo. La presenta como la narración de un explorador, llamado Raphael Hythlodaeus, al regresar a la sociedad europea. Utopía es una comunidad pacífica, que estableció la propiedad común de los bienes, en contraste con el sistema de propiedad privada y la relación conflictiva entre las sociedades europeas contemporáneas. Las autoridades en Utopía son determinadas mediante el voto popular. La obra contiene numerosas referencias a los ideales expuestos en La República, de Platón, donde se describe asimismo una sociedad idealizada.
La descripción del explorador respecto de cómo viven, cómo son las relaciones entre ellos, cómo es el perfil de sus personalidades, habla de una sociedad feliz, habitada por seres solidarios y amables. En ella no hay ni Rey, ni patrones, ni dinero. Dice que, tal vez por ello, sean tan felices. Escribe Moro:
Así, cuando miro esas repúblicas, que hoy día florecen por todas partes, no veo en ellas – ¡Dios me perdone! – sino la conjura de los ricos para procurarse sus propias comodidades en nombre de la República. Imaginan e inventan toda suerte de artificios para conservar, sin miedo a perderlas, todas las cosas de que se han apropiado con malas artes, y también para abusar de los pobres pagándoles por su trabajo tan poco dinero como pueden. Cuando los ricos han decretado que tales invenciones se implementan en beneficio de la comunidad, es decir, también de los pobres, enseguida se convierten en leyes
Amigo lector, tanto el ficticio extraterrestre, como los habitantes de Utopía, ¿no se escandalizaría de nuestro mundo mercantilizado? ¿No debiéramos preguntarnos por qué aceptamos dócilmente que nos mientan? ¿por qué creemos tantas mentiras? Bien, llegados aquí, por lo menos hemos encontrado a uno de los culpables de cómo estamos.
Una recomendación: Busque en internet un documental realzado por la BBC de Londres. El Siglo del Individualismo (en inglés The Century of the Self) realizado en 2002 por el británico Adam Curtis. Se centra en cómo el trabajo de Sigmund Freud, Anna Freud y Edward Bernays ha influido en las corporaciones y gobiernos para poder analizar y controlar a las personas a través de la psicología de masas y de la creación de la sociedad de consumo.