El uso de las palabras, sobre todo en estos últimos tiempos, ha mostrado una devaluación de los significados. En los medios de comunicación la utilización del lenguaje presenta diversos matices que van desde la ignorancia de nuestro idioma, de palabras tan sencillas como utilizar como sinónimos oír y escuchar, perdiendo la especificidad de la utilización de la vista, hasta el uso perverso de conceptos como “el campo”, “la gente”, “la iglesia”, que hacen referencia a conceptos abstractos vaciados de toda representatividad. Hoy aparece, con toda insistencia la palabra “diálogo” como si comenzara una nueva etapa de lo que en realidad es una condición cotidiana de la relación entre las personas. Y esto incluye a gran parte de los dirigentes políticos. Son muy pocos aquellos que están en actividad y no dialogan entre ellos. En todos los niveles de la actividad política se dialoga.
Ahora bien, hemos estado escuchando a dirigentes que dicen una cosa en privado y otra ante los medios. La televisación de las sesiones de la cámara de senadores, que podrían extenderse a toda reunión de dirigentes políticos, aportaría muy poco puesto que habría muy pocas personas que se dedicaran a escuchar todo lo que se dice. Más aún cuando los discursos no siempre se ciñen a los temas tratados.
Entonces nos enfrentamos a una supuesta realidad que intenta convencernos que hay dos bandos: los democráticos que dialogan y logran ciertos consensos y los que no aceptan el diálogo e imponen su voluntad (o la menos lo intentan) sin aceptar las opiniones de los otros. Cuando uno recuerda ciertas expresiones de dirigentes, por ejemplo del llamado “campo”, siente la impostura que encuentra entre lo que dicen que quieren y lo que muestran sobre ello. Es muy probable que no tengan el largo ejercicio de la hipocresía que sí tienen los viejos dirigentes políticos, hábiles en el arte de hacer malabarismos con las palabras, y por ello no siempre controlan sus dichos y dejan traslucir sin pudor lo que piensan y desean realmente.
Lo que presento en una muestra de este tipo de expresiones que extraigo de los medios. Una idea de lo que los “dirigentes campestres” entienden por diálogo aparece en la afirmación «esperamos que el Gobierno apruebe el listado de exigencias que llevaremos a la reunión con el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández», si eso esperan es que se acepte una imposición (exigencias) sin que haya debate alguno. Y esa pretensión emerge de la convicción de que «Nos decían que les ganemos en las urnas y les ganamos. ¿Que nos queda por ganar? El problema es que nadie de la oposición se hizo cargo. La pelota está picando y hay que agarrarla antes de que la agarren los Kirchner». Ante esto varios dirigentes políticos que se alinearon con la Mesa de Enlace salieron al cruce afirmando que los que “ganaron” son ellos, los dirigentes políticos, no los de las cámaras empresarias.
Aparece también una distancia en lo que se dice ante un entrevistador y lo que se dice desde la tribuna, por ejemplo: «Hay que sacarlos», «que se vayan», «ladrones», «tienen que ir presos», «el viernes hay que ir con el cuchillo bajo el poncho». «No hay margen para que esto sea más cosmética y más maquillaje. Ni ellos tienen margen político ni nosotros tenemos la disposición a una tolerancia indefinida». Afirmar que la actitud de un dirigente no se acepta: «No hay margen para que vengan a querer reconciliarse con una visita como hizo Scioli. Recién hoy le va a explicar a la Presidenta. ¿Donde estaba durante todo este tiempo?», Y este tipo de expresiones creen que están avaladas por la interpretación que ellos hacen de lo que denominan «el mensaje de las urnas».
El Sr. Ricardo Buryaille se refirió a Scioli con estas palabras: «Yo nunca confundí un travesti con una mujer. Por eso les pido que no confundamos el travestismo político con lo que realmente es. Yo lo quisiera tener como compañero de truco porque no sé si miente ahora o mentía antes. No se le mueve un músculo» y se me ocurre pensar que se hubiera dicho si esto fuera afirmado sobre alguno de ellos. Mario Llambías hizo gala de un lenguaje muy poco dialogante: «El jefe de Gabinete, la Presidenta y todos los funcionarios tienen que saber que el campo va el viernes a encontrar soluciones. No queremos más demoras». Como corolario de estas reflexiones propongo que se busque en los “medios concentrados” algún comentario sobre este tipo de expresiones. Hay una notable disparidad para juzgar dichos según quien los diga. Así el diálogo es muy difícil.