Tienen razón algunos pensadores cuando afirman que no todo lo que ha impuesto la globalización es malo. Si aguzamos la inteligencia podemos comprobar que hay ventajas que se pueden aprovechar. Una de ellas es, por ejemplo, la aplicación del viejo refrán español: «pinta tu aldea y pintarás el mundo» que podemos traducirla a «cualquier aldea que pintes estarás pintando el mundo» o algo parecido. Todo esto viene a mi mente por la lectura de la información internacional que me recuerda la vieja leyenda de Holywood: «cualquier parecido con la vida real es mera coincidencia» que podríamos adaptar a nuestro tiempo diciendo: «todo parecido con alguna otra parte de la vida real no es mera coincidencia… es su resultado».
Está circulando una investigación muy detallada y con ribetes espectaculares que ha realizado un grupo de analistas: Greg Gordon, Lindsay Renick Mayer y Matt Taibbi que titularon Proyecto censurado. Ésta destapa una serie de negocios que deja a algunos de nuestros hombres de negocios como bebés. Veamos que nos informan y detengámonos a pensar: «Más de 151 miembros del Congreso -Senado y Cámara de Representantes- invirtieron hasta 195 millones de dólares en las mayores empresas contratistas proveedoras del ministerio de Defensa, obteniendo ganancias por la ocupación militar de EEUU en Iraq y Afganistán, según un estudio del Centro para la Política Responsable (CRP, por su sigla en inglés), un organismo independiente. Cuando en abril de 2008, el general David Petraeus, el más alto oficial del ejército de EEUU en Iraq, fue a la Colina del Capitolio para informarle al Congreso, en realidad se dirigió a unos legisladores que tenían mucho más que una preocupación política por la invasión de Iraq. Los mismos senadores y representantes que convocaron a informar al general y al embajador de EEUU en Iraq tenían millones de dólares de dinero propio invertido en corporaciones que participan del negocio de la guerra como proveedoras al departamento de Defensa (DoD, por su sigla en inglés, conocido también como el Pentágono)».
Por estas tierras marginales algunos dirigentes y funcionarios reciben coimas por favores prestados. En los países del Primer Mundo, mucho más evolucionado que por acá, participan en sociedad con los empresarios de modo tal que han dejado la tecnología coima como una modalidad antigua o para pobres. La capacidad de invertir en sus propios países habla del patriotismo de estos hombres de la política, puesto que se preocupan por el desarrollo nacional. «En 2006, las carteras de inversiones de 151 miembros activos -más de la cuarta parte del Congreso, que tiene 100 senadores y 435 representantes- tenían entre 78,7 y 195,5 millones de dólares invertidos en corporaciones que suscriben contratos con el Pentágono por cantidades superiores a 5 millones de dólares. Las carteras de inversión incluyen participación en compañías del complejo militar-industrial que cada mes reciben miles de millones de dólares por fabricar y vender a las fuerzas armadas de EEUU casi todas las aplicaciones militares, desde aviones y armas a suministros médicos y refrescos».
Es tal el orgullo que tienen por la promoción del desarrollo nacional que hacen público (o al menos estos investigadores lograron saberlo) dónde invierten y los montos que colocan: «Entre los legisladores que han invertido su dinero en corporaciones contratistas del DoD se encuentra John Kerry, senador demócrata por Massachusetts y candidato presidencial en 2004, hasta con 38.209.020 dólares; el representante republicano por Nueva Jersey Rodney Frelinghuysen, con 49.140.000 dólares; el representante republicano por Carolina del Norte Robin Hayes, con 37.105.000; el representante republicano por Wisconsin James Sensenbrenner Jr., con 7.612.653; el representante demócrata por California Jane Harman, con 6.260.000; el representante republicano por Michigan Fred Upton, con 8.360.000; el senador demócrata por West Virginia Jay Rockefeller, con 2.000.002; el representante republicano por Wisconsin Tom Petri, con 5.800.000; el representante republicano por Texas Kenny Ewell Marchant, con 1.163.231; y el representante republicano por Texas John Carter, hasta con 5.000.000».
Si en los sesenta-setenta se oía decir: «Lo que es bueno para la General Motor es bueno para los EEUU» hoy se puede decir consecuentemente: «Lo que es bueno para los negocios de la guerra es bueno para los políticos». Creo que se puede entender mejor por qué las guerras no paran. Sencillamente ¡son un buen negocio!