Galende se va a internar en otro aspecto del funcionamiento de la conciencia colectiva: en los fundamentalismos para mirar el miedo y la esperanza desde otra óptica: «Hace muy poco una ex monja, Karen Armstrong, nos sorprendió con un estudio sobre los tres fundamentalismos que dominan nuestro mundo actual. En el visualizamos la expresión clara del retorno del miedo y la esperanza como política para aglutinar, masificar, configurando una realidad paralizante. El sueño de la igualdad tiende a opacarse en nuestro mundo. Este requiere de la esperanza en la solidaridad, no es unirnos para el mito o el culto, sino para la acción de transformar la realidad. En esto es esencial comprender la actualidad, es decir ejercer una razón crítica sobre el presente. Sólo este comprender crítico hace posible que la acción de los hombres no esté guiada por el miedo ni por la promesa mítica de un “mas allá”, sino guiada por la razón y el deseo de transformar o construir la realidad. Como en todo acto humano la intención, que surge del comprender, de actuar sobre la realidad, de la voluntad, del empeño fraterno y solidario de hacer con los otros, es lo que da como resultado un cambio de los actores y del poder de decidir sobre la existencia de cada uno y del conjunto».
Podemos, siguiendo esta línea, pensar en la utilización que hacen ciertos medios, los concentrados, en la utilización de la inseguridad como modo de crear estados de ánimo colectivos. El machacar sobre esos temas es una metodología de ocultamiento de lo que no se quiere comunicar. Lo que para Maquiavelo era un instrumento del Príncipe, en el mundo globalizado lo es de las multinacionales, propietarias de la mayor parte de los medios de comunicación. Es a ellas que les interesa desviar las conductas personales hacia un individualismo asfixiante que es el modo de defenderse del miedo impuesto.
En un artículo reciente el escritor estadounidense John Berger rescata de un informe elaborado en el año 2007 por la oficina de estadísticas de Justicia de EEUU el siguiente dato: «1 de cada 136 habitantes de ese país esta detenido en cárceles o Institutos penitenciarios. Cuatro millones en total. El miedo es también global, responde a diversos motivos». Para Berger «A lo largo y ancho del planeta vivimos en una prisión. La prensa nos informa que 15 millones de mexicanos viven escondidos en EEUU, a pesar del muro que impide su ingreso, de 1.200 Km. de largo y 1.800 torres de observación con policías armados. La ONU cuenta 200 millones de refugiados en el mundo, escapando de guerras y pobrezas extremas». Mirando nuestro entorno observamos un mundo de barrios cerrados, villas miserias, favelas, nuevos ghetos. Los que allí se alojan son en cierto modo compañeros de prisión, según la expresión de Berger. Nos está proponiendo la necesidad de ampliar el panorama de la investigación para ir incluyendo aspectos de la vida cotidiana que pasan a nuestro lado: es visible que hay grupos de personas apartadas, excluidas de la sociedad, gente que está en esa situación de presos a la fuerza, custodiados como criminales, pero están también quienes buscan voluntariamente estar custodiados por su anhelo de seguridad y protección en barrios cerrados, “edificios con seguridad”, club de campo, etc.
El Dr. Galende aporta: «Pero podemos sumar a los que viven encerrados en sus empleos por horarios que no dominan (por ejemplo la flexibilización laboral y la extensión horaria aprobada por el Parlamento Europeo). A todos los convierte en presos el miedo: por amenaza del desempleo, por la violencia, por el hambre, por la emigración, por la ilusión de la seguridad. El mundo actual esta compuesto por productores, consumidores y excluidos. Como los criminales presos, quienes estamos presos en este mundo global amenazante nunca aceptamos este presente como definitivo, la mayor parte mantiene su anhelo de libertad, de poder elegir y decidir, pero no ignoramos que muchos, por diversas debilidades y desventajas sociales, son victimas personales del pánico y la angustia crónica». La descripción de ese panorama social nos hace conscientes de informaciones cotidianas que, por diversos medios, ingresan a nuestra conciencia provocando angustias, miedos, que intentamos ignorar para sobrevivir en el día a día. Ocultar esta realidad resuelve nuestro presente inmediato pero nos carga de angustia.
Por ello la afirmación de Galende es importantísima: «Este mundo del miedo no es natural ni espontáneo. Por vía del consumismo, que necesita de una cultura del individualismo, se trata de mantenernos aislados, como en las cárceles se mantiene a los presos en celdas individuales, para evitar que la idea de un futuro en común nos pueda volcar juntos a la resistencia. Esto no es espontáneo, la globalización económica impuso aislarnos del territorio (migraciones masivas), de la vida en común (competencia y desconfianza), de la historia compartida, y especialmente por las políticas mediáticas, de evitar que imaginemos un futuro o un proyecto en común».