Dije en nota anterior que el neoliberalismo de fines de los setenta del siglo pasado, a diferencia del liberalismo del siglo XIX, se preocupó por convertir el proyecto político de dominación planetaria en una doctrina coherente que debía ser materia de enseñanza y prédica a través de todo tipo de institución disponible. Los medios de comunicación fueron el instrumento perfecto para tal tarea. Los ochenta fueron el tiempo de la concentración de empresas de comunicación en manos del capital concentrado. Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, afirma en este sentido: «Asistimos a escala planetaria a una apertura de las economías y a una relación cada vez más estrecha entre las economías de los países. Este fenómeno de mundialización económica es una mundialización que se caracteriza más como una mundialización financiera más que económica. Sobre el 100% de los intercambios que se realizan en el mundo, 99% son financieros. La globalización es esencialmente financiera, a esa mundialización se la llama el neoliberalismo económico. Desde cualquier parte del mundo puede enviarse una orden que se transforma en una venta o una compra, en una inversión a través de las bolsas integradas del mundo».
Esta capacidad operativa para hacer negocios requirió un sistema de información mundializado, veloz y eficiente. Este sistema fue la base sobre la que operó la concentración de la comunicación de masas, resultado de una operación de compras y fusión de medios que fue creando la nueva figura de los “multimedios”, por lo cual se aunaba en una empresa la telefonía, la radio la televisión y la prensa escrita. «De hecho, lo que ocurre en la comunicación es que estos tres medios que se mezclan inducen la mezcla de tres máquinas: el teléfono, la computadora y el televisor. Hoy esos tres aparatos se confunden y el proyecto es crear una máquina que suplante a los tres. Eso significa que las industrias del teléfono, de los ordenadores y la televisión se mezclan y aparecen grupos de mega-comunicación sin fronteras». Nos enfrentamos entonces ante corporaciones trasnacionales de un poder muy difícil de medir, pero de dimensiones que asustan.
Si a comienzo del siglo XX los monopolios eran un tema de debate y de regulación legislativa, obligando a empresas petroleras a desarmarse dando mayor viabilidad al mercado, hoy pareciera que el tema ha dejado de ser una preocupación. Justo en un tiempo en que las mega-corporaciones lucen con su poder concentrado, casi intocables, moviéndose en un espacio internacional de muy difícil control. ¿Por qué en la opinión pública este tema no aparece? ¿Cómo han logrado este proceso de “naturalización” de este estado de cosas? ¿Cómo se transformó un tema preocupante en una ventaja mundial? Esta capacidad de provocar el letargo a la conciencia crítica fue el corolario de un trabajo de persuasión sostenido en las últimas tres décadas al que aportaron especialistas de las ciencias sociales.
Un primer paso en la aproximación al tema nos lo ofrece el profesor de la Universidad de Wisconsin-Madison Robert W. McChesney quien afirma: «En pocas industrias el nivel de concentración ha sido tan asombroso como en los medios de comunicación». Esto que puede presentarse como una anomalía es, en realidad, el logro de un objetivo bien preciso: el control de la opinión pública mundial. La escritora española y aguda analista, Belén Gopegui, plantea el tema con mucha claridad: «Los grandes medios de comunicación producen las noticias que transmiten. Esto es algo que olvidamos con frecuencia. Los medios son emisores además de transmisores, emiten su versión del asunto, su versión de la realidad. No son un medio a través del cual todos nos comunicamos, sino que son emisores de conocimientos, ideas y actitudes que a continuación transmiten a quienes las leen o escuchan. No es el periodista quien utiliza el periódico para transmitirnos algo, es el periódico mismo y evidentemente no me refiero al pedazo de papel sino a la empresa sin la cual ese pedazo de papel no existiría, la empresa que fabrica el periódico y contrata al periodista para que produzca una versión de la realidad y, al contratarlo, lo selecciona en función de sus intereses».
Estoy intentando colocar el problema en toda su desnudez para poder comprender los mecanismos mediante los cuales se ha logrado el resultado mostrado. Son parte de la respuesta a las preguntas que he formulado.