Como en “todas partes se cuecen habas”, según reza el refrán, voy a proponer la búsqueda de la opinión de aquellos periodistas que por serlo, pueden hablar desde el corazón mismo del sistema informacional. En este caso se trata del español José María Otero que nos cuenta algo de su tierra. Hace referencia a una afirmación de la escritora y directora de la Biblioteca Nacional de España, Rosa Regás, que «puso el dedo en la llaga al escribir un artículo en El Periódico de Catalunya, en el que juzga duramente al periodismo actual de este país. En él se jacta de llevar dos meses sin oír la radio ni ver televisión, y se felicita de que cada vez se vendan menos periódicos». Dice: «Los grandes logros sociales de este Gobierno se venden mal, porque la prensa no es del Gobierno. Todos van a favor de la oposición». Inmediatamente saltaron se hicieron oír los periodistas, con su consabida dosis de corporativismo, y las asociaciones profesionales que defienden a ultranza la libertad de expresión y no soportan las críticas a su trabajo, en ocasiones, “rayano en lo delictivo” (nosotros tenemos una larga lista de estos ejemplares). Uno podría preguntarse: Pero ¿a qué se debe tal cosa? El señor Otero nos responde:
Lo cierto es que la concentración de los medios de información en oligopolios incontrolables y poderosísimos, pervierte la función del periodismo y los grupos mediáticos obtienen una cuota de poder mayor que la que originalmente tenían destinado y devienen en una suerte de poder paralelo que les permite interferir decisivamente en la percepción de los ciudadanos o en las decisiones gubernamentales por medio de presiones, chantajes o persecuciones deleznables, en aras de la libertad de expresión. Y no se trata de España únicamente. Silvio Berlusconi es políticamente quien es, por haber llegado a controlar numerosos medios privados de su país y adecuado las leyes a sus negocios particulares, sin reparar en medios éticos. El australiano Robert Murdoch ha comprado el The Wall Street Journal, agregándolo a su cadena de ocho periódicos en Australia, Reino Unido y los Estados Unidos. También se hizo con la Twentieth Century Fox, y ya sabemos lo importante que es el mensaje político a través del cine y la TV. Y montó Fox News y New World Communications o Sky Italia. No debemos olvidar la importancia que tuvo la Fox en el recuento de votos dudosos en Florida, cuando Bush le ganó la presidencia a Gore, gracias a esa trampa. Además, apoyó la guerra de Irak y demonizó a los políticos que se oponían a ella con una campaña encarnizada. Claro que ello tuvo su premio, y el gobierno de Bush flexibilizó a su medida las leyes antimonopolio y los permisos a los oligopolios de la información.
Los dueños de “la libertad de expresión” están en todas partes, según parece, y apelan a los mismos argumentos para alabar o desprestigiar a alguien, todo ello por una “módica recompensa” que está debidamente tarifada. De este modo, el disenso que aclara y enriquece ha desaparecido y numerosos «comentaristas» y «opinadores», servidores profesionales, llevan la camiseta puesta del equipo que les paga por sus servicios, o sea del sector político-empresarial que compra esa opinión. Ya el novelista francés Honoré de Balzac (1799-1850) decía: «El periódico es una tienda en que se venden al público las palabras del mismo color que las quiere».
Apelo a otro periodista de larga carrera y prestigio, colaborador del diario La Jornada, de Méjico. José Steinsleger quien escribió una nota cuyo título es más que sugestivo: “De la libertad de expresión y otros cuentos”. En ella sostiene: «El negocio de los grandes medios de difusión (llamarlos «de comunicación» sería exceso) consiste en tergiversar y silenciar a quienes disienten en un determinado orden de cosas. Pero a la claudicación, amoralidad y desdén por los principios debemos remitir el actual y confuso orden de las cosas».