Humana mente – Programa XIII

Cortina nº 1 www.youtube.com/watch?v=YofUPSyCrwo – A. Mozart – Pequeña Serenata Nocturna

Presentación: quien les habla, Ricardo Vicente López, los saluda y les da la bienvenida al programa nº 13. Comienzo con la Editorial:
1.- He mencionado en el programa nº III el salto evolutivo que significó la Revolución industrial inglesa dentro de la historia de la cultura occidental moderna. Puede ser considerada como una verdadera bisagra que marcó un antes y un después. Alteró el ritmo de las lentas trasformaciones que el despertar de los siglos X y XI habían impreso a las nacientes aldeas de la Europa occidental. El tiempo que transcurrió en los siglos posteriores hasta el XVI fue construyendo un modo de vida comunitario, desconocido hasta entonces, salvo si nos remitimos al comienzo de la Revolución neolítica, unos diez mil años antes, como ya vimos. Pero eso ya estaba totalmente olvidado para la época que voy a analizar.
Entonces, ese período de más de cinco siglos, fue el escenario de unas experiencia humana, que dio lugar a un modelo de vida que los siglos XVII y XVIII enterraron en el olvido. No digo que eso fue una acción deliberada. El tema es mucho más complejo, pero el resultado fue ese. Así se puede comprobar en la publicitación historiográfica de los tiempos posteriores. La historia posterior fue pensada contra el espejo de un pasado calificado como oscurantista, según contaron los hombres de la Enciclopedia francesa, conocidos como los enciclopedistas. Dice wikipedia:
El término enciclopedista se usa normalmente para nombrar a un grupo de filósofos franceses que colaboraron en el siglo XVIII en su producción bajo la dirección de Denis Diderot (1713-1784). La ambición totalizadora de ellos representaba un esfuerzo de documentación y de síntesis que no podían ser dominados por unos cuantos individuos aislados. En ella colaboraron todo un conjunto de alrededor de unas 160 personas. Todas ellas de las más variadas ocupaciones: literatos, científicos, artistas, magistrados, teólogos, nobles y artesanos que fueron conocidos como “los enciclopedistas”. Diderot, en el artículo introductorio los describe de la siguiente forma: ocupado cada cual de su parte y unidos solamente por el interés general del género humano y por un sentimiento de recíproca benevolencia.
El tono de la descripción habla de una época que vivía una especie de borrachera espiritual orgullosa de su filosofía de la Ilustración. La Ilustración fue un movimiento cultural e intelectual europeo (especialmente en Francia, Reino Unido y Alemania) que comenzó con la Revolución Gloriosa inglesa (1688), y se desarrolló hasta la Revolución francesa (1789), teniendo este hecho como fenómeno simbólico.
Se denominó Ilustración por su declarada finalidad de disipar las tinieblas de la ignorancia de la humanidad mediante las luces del conocimiento y la razón. También se habló de iluminismo, en el sentido más amplio de un pensamiento en continuo progreso. Éste perseguía el objetivo de quitar el miedo a los hombres y de convertirlos en amos. Se proponía, mediante la ciencia, disolver los mitos. El siglo XVIII es conocido, por este motivo, como el Siglo de las Luces y del asentamiento de la fe en el progreso. (475)

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2.- Volvamos a la Enciclopedia. Fue un esfuerzo intelectual que comenzó en Paris, en 1751 y se publicó en 1772. Se trata de un diccionario de las ciencias, las artes y los oficios. Es un conjunto de 17 volúmenes cuyas redacciones fueron revisadas por Denis Diderot y Jean Le Rond d´Alembert (1717-1783). La Enciclopedia fue presentada como un sistema de todos los conocimientos humanos y que busca una manera de ofrecerlos en síntesis. Por ello divide los temas según las facultades intelectuales: la memoria, la razón y la imaginación.
La intención de detenernos en estos aspectos de la cultura europea de ese tiempo, es poder comprender lo que se puede calificar como un espíritu de época. Las burguesías ascendentes vivían exaltadas por el clima de triunfo de sus ideas, ante la declinación del orden medieval. Esto se puede percibir en el modo cómo se plantea el tiempo histórico: una batalla de los iluminados e ilustrados contra el oscurantismo y el dogmatismo. Se vivía una época que heredaba los aportes del humanismo del Renacimiento. Fue un movimiento intelectual, filosófico y cultural europeo cuyo origen se sitúa en la Italia del siglo XV (especialmente en Florencia, Roma y Venecia), con precursores como Dante Alighieri (1265-1321), Francesco Petrarca (1304-1374) y Giovanni Boccaccio (1313-1375).
Van a buscar en la Antigüedad Clásica los modelos de los cuales poder retomar el antiguo humanismo greco-romano que, para ese entonces, estaba ya muy influido por la tradición judeocristiana. Esta confluencia de corrientes del pensamiento fue un aporte muy importante que enriqueció el debate ideológico de los siglos XVII y XVIII. Lo cual le aportó a la revolución burguesa un sustento ideológico para enfrentar y derrotar los resabios de la edad Media. Es decir, lo que calificaban como la Noche de la Historia. El juego de palabras contraponía la oscuridad medieval con la Luces de la Razón. Es un relato de esos siglos que necesitó de las exageraciones, distorsiones y ocultamientos para tomar distancia de ese pasado.
El filósofo alemán Oswald Spengler (1880-1936) escribió su gran obra La decadencia de occidente (1918), en la que denuncia este menosprecio de los intelectuales modernos por el Medioevo, con estas palabras:
Sin declararlo, se pensaba que, pasadas la Edad Antigua y la Edad Media, empezaba algo definitivo, un tercer reino, en que algo había de cumplirse, un punto supremo, un fin. Y esta intuición del curso de las cosas resultaba comodísima y siempre muy halagüeña para esos ideólogos. Sencillamente consistía en identificar el espíritu de Occidente con el sentido del universo. De una necesidad espiritual hicieron luego, algunos grandes pensadores, una verdad metafísica. Convirtieron, sin una crítica previa, el esquema consagrado por el consenso en base de una filosofía, y cargando a Dios la paternidad de su propio “plan universal”… Por lo visto, la soberbia de los europeos occidentales exige que se considere su propia aparición como una especie de final. (468)

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3.- Por ello Spengler acusa de soberbios a esos intelectuales europeos, que no son pocos, herederos de la tesis de George Hegel que postulaba el “fin de la Historia”. Este tema fue recogido luego por el neoconservador estadounidense, Fancis Fukuyama en su libro El fin d la Historia y el último hombre (1992). Denuncia Spengler lo que le falta a estos pensadores occidentales: la comprensión de que sus conclusiones tienen un carácter histórico-relativo, de que no son sino la expresión de un modo de ser singular y sólo de ellos. Dice que sus “verdades inconmovibles” y sus “verdades eternas”, sólo son válidas para ellos.
Según Spengler, este esquema de las fases de la historia, tuvo como base una muy vieja dicotomía oriental entre un pasado y un presente, siendo éste el cumplimiento de lo preparado en tiempos míticos. Esta imagen se reproduce en los tiempos modernos, para los europeos occidentales, como la contraposición entre Edad Antigua y Edad Moderna. Esa dicotomía no tomaba en cuenta los siglos transcurridos entre una y otra, que correspondían a un tiempo desvalorizado: la Edad Media. Denominada así por ser precisamente eso, la que está en el medio. No era posible desconocer diez siglos de historia como si nada hubiera ocurrido.
Es interesante, cuando nos detenemos a reflexionar sobre los modos de asignar “nombres” a las etapas de la historia. Meditar lo que dicen esos nombres nos hace reconocer la transparencia de sus significados. La Edad Media hace referencia a eso, a que está en el medio; la Moderna habla de lo que es actual, se convirtió en sinónimo de lo eternamente presente. Hoy todavía se dice “moderno” a todo lo que aparece y tiene validez en este tiempo. Pero, por el nombre que recibe se convierte en un tiempo sin final, como un tiempo que no termina, es, por lo tanto, perpetuo. Esto convalida la historia, con un final que se prolonga indefinidamente: la sociedad capitalista.
Por último, para dar una mayor confirmación de un tiempo indefinido, se habla de la actual como la Edad Contemporánea. De esta palabra dice el diccionario: «Contemporáneo es lo que existe al mismo tiempo que otra cosa, que pertenece a la misma época que ella» Coincide con la definición de coetáneo: «Que existe al mismo tiempo que otra cosa, o que pertenece a la misma época que ella». Equivale a decir que el tiempo contemporáneo existirá mientras existan personas que vivan en ese tiempo. Con un poco de ironía y tono tétrico, se podría concluir que lo contemporáneo termina con la muerte final de la humanidad. (428)

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4.- Propongo estas reflexiones como un tema de debate para analizar cómo y por qué el período ya mencionado, el que abarca desde el siglo X hasta el XV, quedó sumergido, olvidado, desechado, por todo ello prácticamente ignorado. El tema más atrayente que ofrece esa época, en mi opinión, es la consolidación de un nuevo perfil humano. Este es hombre que se va a erigir en el sujeto de ese tiempo histórico. Pero en él podemos comenzar a ver el hombre de estos tiempos. Este personaje presentará diversos perfiles: uno el comunitario, desde el siglo X hasta la revolución industrial capitalista del siglo XVIII. En una segunda versión el competitivo que llega hasta nuestros días.
Podemos estudiar ese largo periodo como una especie de preparación de la historia moderna y la contemporánea. En ese recorrido deberemos subrayar dos momentos que transformaron los años posteriores. El primero en el siglo XV en el que se produce el encuentro de las Nuevas tierras, como se la anunció entonces. Y un segundo, como consecuencia de la conquista y colonización, la Revolución industrial inglesa del siglo XVIII. Allí se puede ubicar el comienzo de la etapa que estamos viviendo. La expansión capitalista industrial y, una etapa posterior con la aparición de un capitalismo financiero deshumanizado.
Vamos a analizar la primera etapa en la que se perfila un hombre comunitario, dentro de una organización social caracterizada por el apoyo mutuo y la solidaridad. Tal vez al presentarlo de este modo despierte la desconfianza o la extrañeza de Ud. amigo oyente. ¡Sí fue así! Por ello es necesario revisarlo con bastante detalle, para que podamos anoticiarnos de los porqués de tanto ocultamiento. En ese recorrido el sujeto histórico central será el burgués, una persona que rompe con la aceptación pasiva de un tiempo lento, el medieval. Su paulatino despertar irá acelerando los tiempos de cambio y aportará una dosis importante de creatividad a las nuevas formaciones sociales. Fue un tiempo que requería volver a pensarlo todo y a innovar en lo social e institucional.
Los aportes realizados por algunos investigadores a comienzos del siglo XX nos abren una nueva perspectiva para comprender ese tiempo. El espíritu investigativo de ese comienzo de siglo dio origen a una nueva corriente de la historiografía: el medievalismo. Se denominó así no solo a la cualidad o carácter de medieval, sino al interés por el estudio de una época que había sido dejada de lado por la investigación histórica anterior al siglo XX. Los medievalistas son los que se especializaron y se concentraron en el rescate de esa etapa histórica. (429)

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5.- Medievalistas fueron los historiadores que abrieron esos estudios, entre ellos se destacan el belga Henri Pirenne (1862-1935), profesor de Historia en la Universidad de Gante; o los franceses Marc Bloch (1886-1944), Profesor de la Universidad de Estrasburgo y de la Sorbona, y Jacques Le Goff (1924-2014), Profesor de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París.
En la argentina hemos tenido al Doctor José Luis Romero (1909-1977) Profesor de la Universidad de Buenos Aires, donde introdujo el estudio de la baja Edad Media. Publicó un hermoso libro que tituló La revolución burguesa en el mundo feudal (1967), que utilizaré, en parte, para abordar el período ya anunciado, siglo X al XVI. Comencemos. Leamos como el Profesor Romero describe al modelo de hombre de aquella época, al que le asigna mucha importancia:
Cuando nos preguntamos ¿quién es el burgués?, nos estamos preguntando qué realidad histórica encubre este concepto. Y nos lo preguntamos, seguros de que esa realidad es de la mayor importancia para entender la peculiaridad de la cultura occidental y los caracteres de su curso histórico.
Está resaltando la importancia de este personaje y su papel decisivo en la historia moderna. Este burgués va a modificar su perfil según la etapa que le tocó vivir. La primera expresión aparece en el mundo político-comunal y representa el mejor antecedente de un humanismo práctico. Será la base del liberalismo de los siglos XVII y XVIII. Por lo tanto, la herencia histórica de esas ideas y de esas prácticas, permiten comprender mejor los antecedentes filosóficos de los pensadores de los siglos posteriores. Sigue diciendo el Profesor Romero:
Me atrevería a decir que esta averiguación acerca de quién es el burgués constituye uno de los problemas fundamentales de la historia de la cultura occidental. Constituye uno de los tipos más importantes que la cultura occidental ha creado… Desde muy temprano, en plena Edad Media, el burgués había desarrollado no sólo una economía distinta de la economía feudal, sino que había creado otras muchas cosas. Pero hay algo que es en él permanente: la firme decisión de apresar la realidad inmediata y la convicción profunda de que esa realidad constituye el «sumo bien». De esa actitud nace una posición frente a la naturaleza que conduce a la técnica, a la actividad económica, al conocimiento empírico de los siglos posteriores.
El descrédito de la Edad Media fue una constante durante la Edad Moderna, en la que Humanismo, Renacimiento, Racionalismo, Clasicismo e Ilustración se afirman como reacciones contra ella. O, en realidad, contra lo que entendieron que significaba. O contra aquellos aspectos de su propio presente, que consideran pervivencias medievales y que intentaron descalificar. Sin embargo, ese prejuicio contra todo lo medieval los obliga a negar modos y valores muy valiosos.
Lo que caracteriza a la nueva ciudad medieval, cuna de un “nuevo hombre”, el burgués, es el dinamismo que imprime a toda la actividad comercial y el carácter que ésta adquiere en el juego político interno. Dice Henri Pirenne: “… jamás hubo en el pasado un tipo de hombre tan específico y claramente urbano como el que compuso la burguesía medieval”. El origen de essas ciudades está intensamente ligado a la reactivación del comercio y a la importancia que éste adquirió en el nuevo ordenamiento económico-social que se estaba gestando. Italia y los Países Bajos son los territorios en los que puede observarse este crecimiento urbano con las nuevas modalidades que producen. (519)

Corte y Tanda
Audio: Wolfgang Amadeus Mozart: Clarinet Concerto
https://www.youtube.com/watch?v=YT_63UntRJE (Minuto 5 en adelante)

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6.- Jacques Le Goff advierte un cambio respecto de las ciudades que sobrevivieron a la caída del Imperio romano:
En estas nuevas ciudades, en sus nuevos barrios, se manifiesta un llamativo espíritu urbanístico. El plano regular, circular o, más corrientemente, en damero, expresa una madurez del genio urbano, un esfuerzo de “racionalización” que deja adivinar mutaciones mentales… La construcción de nuevas murallas materializa a través de toda la cristiandad el crecimiento de las ciudades más antiguas… Aproximadamente entre 1100 y 1230 la ciudad de Viena conoce cuatro murallas sucesivas que enmarcan a un perímetro que se amplía sin cesar… Las ciudades inspiran imágenes urbanas estilizadas. Los escudos de las ciudades se cuentan entre los primeros testimonios de esta mentalidad urbana.
Otra característica destacable de ese crecimiento es que va a ser sostenido e imparable, a diferencia de lo que ocurrió en otros centros urbanos de mucha mayor antigüedad, que se mantuvieron como pequeñas villas, o poblados sin importancia. El historiador belga Pirenne describe el proceso con estas palabras, con las cuales llama la atención la contradicción de climas culturales dentro de una misma ciudad. Los viejos barrios apegados al pasado y el dinamismo de los nuevos:
Las aglomeraciones comerciales se caracterizan, a partir del siglo X, por su crecimiento ininterrumpido. Por esta misma razón presentan un gran contraste con la inmovilidad en la que persisten las zonas anteriores de las ciudades, en cuya base se han asentado. Atraen continuamente a nuevos habitantes. Se dilatan con un constante movimiento cubriendo un espacio cada vez mayor de forma que, a comienzos del siglo XII, en un buen número de lugares, rodean ya por todas partes a la primitiva fortaleza en torno a la cual construyen sus casas. Desde comienzos del siglo XI, se hizo indispensable crear nuevas iglesias y repartir la población en nuevas parroquias… El modelo original es generalmente muy sencillo. Un mercado junto al río que atraviesa la localidad o bien en su centro, es el punto de intersección de sus calles que, partiendo de allí, se dirigen hacia las puertas que dan acceso al campo; porque el suburbio comercial, y es importante destacar este hecho con especial atención, se rodea en seguida de construcciones defensivas. (366)

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7.- Vamos a retomar el muy importante aporte que el Profesor Romero ha hecho en un tema que no ha sido tan estudiado como lo ha realizado él. La incorporación del tema de las mentalidades ha sido muy útil, porque coloca la mirada en un aspecto que tiende a resaltar lo humano en la historia. Ya quedó dicho que este modo de revisar la historia, que aporta el profesor, enriquece el análisis al rescatar el papel de los sujetos históricos que no son sólo los “grandes hombres”. Tampoco colocar todo el acento en los aspectos estructurales, con el predominio de lo económico. El concepto de mentalidad apunta a prestar atención sobre lo que se podría denominar como “climas culturales”, de no tan fácil detección.
El estudio de las épocas pasadas, a partir de la incorporación del concepto mentalidad, para referirse a una dimensión de lo histórico ha profundizado la investigación y, si se permite decirlo así, la ha humanizado. El Doctor Rolando Mellafe Rojas, del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile, publicó un artículo con el título de Historia de las mentalidades: una nueva alternativa. En él propone una reflexión sobre el tema:
Podríamos definir la historia de las mentalidades simplemente como la historia del acto de pensar, siempre que entendamos por pensar la manera que la persona tiene de percibir, crear y reaccionar frente al mundo circundante. No es pues la historia del pensamiento, ni de la cultura, por lo menos como se han entendido hasta hoy. Las palabras “mente” y “mentalidad” provienen del latín, pero han tenido que esperar hasta llegar a ser aceptadas, usadas y comprendidas por los investigadores de la historia. Actualmente ha ganado su lugar aceptando la definición del Diccionario de la Lengua Española: “Capacidad, actividad mental. Cultura y modo de pensar que caracteriza a una persona, a un pueblo, a una generación, etc.”.
Tal vez, aquellos que no están habituados a este tipo de planteos no le atraiga mucho este tema. Por ello, debo subrayar la importancia que tiene en la comprensión de los complejos procesos del cambio histórico. La regla, por lo general, ha sido hablar de la historia a partir de fechas, cantidades, precisión de datos y documentación probatoria. Es decir, una historia tradicional de corte clásico o positivista, con un cierto cansancio de la rutina de las cantidades o de las fechas. (394)

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8.- Lo que aporta esta nueva corriente, aunque no tan nueva, que se apoya en la historia de las mentalidades es como un refrescante remanso. También, dentro de esta línea de comprensión de la historia, el Profesor Le Goff agrega lo siguiente:
“Pero la historia de las mentalidades no se define solamente por el contacto con las otras ciencias humanas y por la emergencia de un dominio rechazado por la historia tradicional. Ella es también un lugar de encuentro de exigencias opuestas, que la propia dinámica de la investigación histórica actual fuerza a dialogar. Ella se sitúa en el punto de conjunción de lo individual y de lo colectivo, del tiempo largo y del tiempo cotidiano, de lo inconsciente y de lo intencional, de lo estructural y de lo coyuntural, de lo marginal y de lo general”.
Por ello es necesario que nos detengamos en estos por menores, aparentemente irrelevantes. Amigo oyente, mi intención es mostrar también estos aspectos, un poco más técnicos pero que desnudan lo que en la historia tradicional no aparece: la importancia de los ciudadanos de a pie también en la historia. Definir lo que ellos han pensado, sentido, aportado, a partir de los hechos cotidianos. Rescatar su presencia en historias pasadas nos impulsan a pensarlos en estos tiempos tan deshumanizados.
José Luis Romero ha introducido esta línea investigativa en la enseñanza de la historia, siendo el primero en hablar de la Historia Social a partir de un concepto como la mentalidad, en este caso la burguesa:
En cada uno de los aspectos que se analice la mentalidad burguesa – las actitudes frente al problema del hombre, la sociedad, la naturaleza y otros- se advierte la confluencia de una actitud básica inicial: la racionalización de esas actitudes y al mismo tiempo nociones o ideas que tienen un origen mucho más antiguo y adquieren una nueva significación.
Prestemos atención a cómo presenta este tipo de análisis. Sigamos leyendo:
¿Hasta qué punto se forma con todo esto un sistema coherente? La coherencia de una forma de mentalidad está dada, en principio, por un conjunto de criterios básicos, un cuadro en el cual se ordenan los contenidos. Así, en el proceso que estamos estudiando se incorporan a esa mentalidad un conjunto de grandes nociones y de ideas provenientes de la tradición cristiana y de la clásica, que se encuadran formando un sistema con otro conjunto de ideas; y se integran coherentemente. Este proceso es gradual y el nuevo contexto sólo logra la coherencia progresivamente. (415)

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8.- El aporte del Profesor Romero nos ayuda a pensar el tema de la cultura burguesa, con sus variaciones y contradicciones a lo largo de los siglos. Lo cual nos permite abrir un abanico de reflexiones que se pueden hacer extensivas para el mundo occidental de hoy. Lo que debemos recuperar, dentro de las ambivalencias de ese proceso, es que durante varios siglos se fueron desarrollando modos de actuar y pensar en los que anidaban viejas herencias que debemos reconocer en sus variaciones culturales. Dentro de ellas podemos diferenciar dos corrientes internas de la Modernidad que se plasmaron en dos historias diferentes: la humanista, de raíces judeocristianas (algunos historiadores hablan de una primera Modernidad), y la mercantil, de cuño anglosajón marcada por el peso del capitalismo (sería una segunda). Es un tema sobre el que voy a tener que volver más adelante.
El profesor Henri Pirenne, estudioso profundo de esta etapa, afirma sobre las características primeras del hombre burgués:
Basta con echar una ojeada sobre sus principales reivindicaciones para convencerse de que no van más allá de lo estrictamente necesario. Se trata, antes que nada, de la libertad personal, que garantizará al mercader o al artesano la posibilidad de ir y venir, residir donde quiera y poner a punto su persona, así como la de sus hijos, al abrigo del poder de los señores feudales. Inmediatamente después reclama la concesión de un tribunal especial, gracias al cual el burgués podrá eludir el complicado sistema judicial. Los inconvenientes que el antiguo derecho le impone y traba la actividad social y económica. Se pretende además el establecimiento en la ciudad de una paz, es decir, una legislación penal que garantice la seguridad; la abolición de las prestaciones que resultan incompatibles con la práctica del comercio y de la industria, y con la posesión y la adquisición del suelo; finalmente, un grado más o menos extenso de autonomía política y de autogobierno local.
Afirma más adelante el Profesor:
Por otra parte, las corporaciones de artesanos defendían sus instituciones urbanas, muy diferentes de las que se conocían en la etapa anterior de la edad media. El producto del trabajo tenía una estrecha relación con el productor, no era una mera mercancía; existía el orgullo de la producción artesanal, lindante con lo artístico. Se puede entrever en esta síntesis el proceso de autonomía tibia con que comienza lo que llegará a ser una sólida entronización del poder burgués. Desde comienzos del siglo X, entonces, podemos observar este proceso de conquistas paulatinas que, a mediados del siglo XII, conseguirá las primeras formas de autonomía comunal. (429)

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9.- Las nuevas instituciones de la comuna urbana se van consolidando. Una costumbre que hoy escandalizaría fueron los juramentos de lealtad que se le rendía a esas comunidades. Esto debe entenderse dentro del marco de la inseguridad de la época, La lucha contra las desigualdades feudales consolidó la conciencia de la igualdad que defendían obstinadamente. De allí que la ley sostuviera que el nuevo orden jurídico castigaría “tanto a aquel muy poderoso como aquel que no lo sea”. Debe entenderse que el “que no lo sea” no incluía a las clases más bajas, o la chusma de la comuna urbana, como se decía entonces.
El panorama de la época mostraba comunas aldeanas fuertes y prósperas, en las que las organizaciones políticas marcaron un nuevo derrotero para la cultura occidental. Fueron colocando piedras fundacionales que siglos después, con algunas modificaciones, dieron lugar a las modernas democracias que se establecieron en los siglos XIX y XX. Puede pensarse en una especie de laboratorio de experimentación de una democracia que tardaría todavía algunos siglos en institucionalizarse.
Pirenne subraya la capacidad de iniciativa y la creatividad en el diseño de nueva vida comunitaria:
Es necesario que la propia burguesía se encargue de estas reformas, porque no puede contar con que las lleven a cabo las viejas autoridades, ni los monasterios o los señores feudales de la zona. Pero además hace falta que, en el seno de la población tan heterogénea del mercado, un grupo de hombres se imponga a la masa y tenga la fuerza y el prestigio suficientes para tomar el mando. Los mercaderes, desde la primera mitad del siglo XI, asumen resueltamente este papel. No solamente constituyen en cada ciudad el elemento más rico, más activo de cambios, sino que además poseen la fuerza de la unión. Los jefes libremente elegidos eran los guardianes de una disciplina aceptada por todos. Una caja, que se llenaba con los contribuciones de los mercaderes, servía a las necesidades de la sociedad y un hogar social se utilizaba como local para sus reuniones. La prosperidad del comercio estaba directamente vinculada a la buena organización de las ciudades.
Una nueva actividad y un nuevo sujeto de derecho se hacen presentes dentro de los muros de la ciudad. Está naciendo la nueva sociedad. El suelo urbano terminó teniendo un código de legislación totalmente diferente al que regía fuera de esos muros. Sigamos con Pirenne:
Se transforma la misma base del derecho, como lo hicieron la condición de las personas, el régimen de la tierra y el sistema fiscal. El procedimiento complicado y formalista no tardó en adaptarse a las nuevas condiciones del medio urbano. Los antiguos contratos formales, introducidos por la costumbre, desaparecen a medida que la vida económica se hace más complicada y activa. El principio de territorialidad del derecho se impone al de la personalidad. Los burgueses, al estar sometidos al mismo derecho penal, acabarán participando, tarde o temprano, del mismo derecho civil. La costumbre urbana se circunscribe a los límites de la paz. La ciudad constituye, dentro del recinto de murallas, una comunidad de derecho. (510)
Lo que estamos viendo debe ser contrapuesto al estado de la vida social de nuestro tiempo. Tanto lo económica, lo cultural, la moral, la política actual. El juego comparativo será muy útil para, a partir de él, repensar nuestro presente. Seguimos en el próximo encuentro, hasta entonces.

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