Comencemos con algunas aclaraciones necesarias. El Doctor Álvaro Cuadra, pensador, ensayista y académico, afirma algo que debe estar siempre presente en nuestras reflexiones sobre la historia y, por tanto, en la política. Debemos tener en cuenta que hoy esto es extensivo al mundo actual que vive en un estado casi permanente de guerra:
Lo primero que muere en una guerra es cualquier noción de “verdad”. Esto es así porque los estados convierten a sus medios de comunicación en instrumentos de propaganda y desinformación. En la hora presente, era de la Híper Industria Cultural, los medios han adquirido la capacidad de “fabricar el presente” en tiempo real. Las imágenes y el sonido “en directo” construyen un cuadro verosímil que se escenifica en las pantallas digitales, cumpliendo con ello su propósito fundamental: “make believe”─ en español se podría decir: hacer creíble─.
El prestigioso historiador británico Eric Hobsbawn (1917-2012) nos advierte:
Hoy la historia es más que nunca revisada o incluso inventada por personas que no desean conocer el verdadero pasado, sino solamente un pasado que esté de acuerdo con sus intereses. Nuestra época es la época de la gran mitología histórica… En el arsenal de las grandes potencias, junto a los misiles y aviones supersónicos, se encuentran, de manera preponderante, las agencias informativas y las grandes cadenas de televisión que cubren el planeta entero en todos los idiomas. La guerra simbólica precede y acompaña las campañas militares.
Esto es válido para todo lo que estudiemos, en nuestro caso del siglo XX en adelante. Es una prueba clara de las dificultades que se cruzan en las investigaciones que estamos exponiendo. Por ello, como ya quedó dicho en la columna anterior, las reflexiones exigen apoyarse en un suelo sólido, para construir sobre él narraciones verosímiles. Esto impone enfrentar y superar el muro de mentiras y de ocultamientos, analizar con espíritu crítico cada información y, con todo eso, sólo podremos ofrecer una versión creíble, lo más cercana posible a la verdad. Volvamos a nuestra historia.
El historiador ruso, especialista en la Segunda Guerra Mundial, Valentín Falin, escribió un artículo: Reflexiones sobre la II Guerra Mundial donde sostiene una hipótesis necesaria para la comprensión del tiempo que abarcaron las dos grandes guerras:
La iniciativa del llamado Plan de Paz, entregada a la delegación estadounidense en la conferencia de Versalles celebrada en 1919, ponía oficialmente fin a la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, se debe aclarar que la Primera y la Segunda Guerra están vinculadas entre sí, por un núcleo común no confesado: la rusofobia. En realidad, la II Guerra Mundial empezó mucho antes de su inicio oficial, cuando la Alemania nazi invadió Polonia en 1939. Todo lo que precedió a esa operación fue pasado por alto y no fue considerado como casus belli. Quizás porque durante esos años todas las agresiones directas o indirectas en el marco internacional habían sido llevadas a cabo según planes conjuntos de los países llamados democráticos.
Miguel Urbano Rodrigues – escritor, periodista y pensador portugués, escribió una reflexión que es útil recodar en estas columnas, que tituló Del Final de la II Guerra a la crisis de Civilización:
Existen muchas obras serias sobre la II Guerra Mundial que permiten acompañar su desarrollo. Los hechos no pueden ser ocultados. A pesar de ello, para la gran mayoría de la humanidad, transcurridos poco más de 60 años, es difícil hoy escapar a los efectos de la máquina de desinformación que presenta esa guerra bajo perspectivas que la deforman intencionalmente. Un sistema mediático perverso proyecta de ella una imagen falsa, concebida con objetivos políticos para provocar la adhesión al proyecto de sociedad que el engranaje de la globalización neoliberal intenta imponer a la humanidad.
Los historiadores serios de los EEUU, como Howard Zinn (1922-2010), son los primeros en reconocer que la decisión de Washington de utilizar el arma nuclear contra Japón, un país ya entonces militarmente derrotado, dado que ya se había firmado la paz entre los aliados y los alemanes el 22-6-1945. La bomba en Hiroshima se arrojó el 6-8-1945, más de un mes después. Fue el primer acto de una larga guerra no declarada contra la Unión Soviética. Esa acción se insertó en el desarrollo de una estrategia que empezó a esbozarse poco después de la Revolución Rusa de Octubre de 1917. Dice Zinn:
El resultado de la Primera Guerra Mundial era aún una incógnita, pero la hostilidad de Inglaterra y de Francia a la joven revolución socialista fue inmediata. Los Estados Unidos asumieron una actitud idéntica y, después de la derrota del Imperio Alemán y antes de firmar la Paz, participaron activamente, en el Ártico y en el Extremo Oriente de operaciones militares cuyo objetivo declarado era el aplastamiento de la revolución bolchevique.
El final de la Primera Guerra Mundial (1918), mostró un panorama totalmente distinto como consecuencia de su resultado: el triunfo de los aliados (Gran Bretaña, Francia, Rusia, y los EEUU); frente a los grandes derrotados: los Imperios del Centro (Alemania, Austria y Hungría). La novedad de ese cuadro político-militar fue una nueva presencia, un actor inesperado: la Rusia que iniciaba su camino socialista. Esta situación era inaceptable para los triunfadores, por tal razón fue, para muchos investigadores, una causa importante para la prolongación del conflicto en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Al término de ésta, con el triunfo de los aliados (Gran Bretaña, Francia, EEUU y la URSS) la situación no había cambiado. Lo inaceptable para el mundo occidental era la sobrevivencia de la URSS (el peligro rojo).
Siguiendo el consejo de importantes Maestros de la historia, pasaremos a revisar algunos de los acontecimientos más importantes de la Segunda Guerra Mundial que, a la luz de esta nueva óptica, nos ampliará la idea que tenemos de esa historia.