Podemos preguntarnos llegados a este punto: ¿por qué las reflexiones sobre la política, que promete el título, se van desarrollando tomando a los EEUU como centro o modelo? Una respuesta posible, y necesaria, es que la historia de ese país ─ y de gran parte del mundo─ ha sido contada por ellos mismos, y su enorme aparato propagandístico ─ incluido Hollywood ─. Por tal razón nos ha llegado una versión altamente sesgada e interesada de la cual se han hecho eco, y fuentes de referencia, las universidades y academias del mundo occidental. Un ejemplo es la versión de la historia de la Segunda Guerra mundial y su final triunfante gracias al desembarco de Normandía (6-6-1944), desconociendo la importancia de la derrota nazi en la batalla de Stalingrado (1942-43). Sobre esto volveré en otra columna.
Reflexionar sobre la política requiere una versión de la historia lo más próxima a los hechos reales, en la medida de lo posible. La ciencia política gusta, en cambio, pensar modelos teóricos.
Veamos algunos hechos, previos y posteriores, que los libros no han relatado con apego a los hechos reales. Después de lo que ya vimos, en la columna anterior, como manejos previos a la participación en la Primera guerra mundial, se produce una situación similar ante la Segunda Guerra.
Cuando Roosevelt fue investido en marzo de 1933, los Estados Unidos estaban atravesando la peor depresión de su historia, como consecuencia del estallido de la Bolsa de Nueva York (1929). Unos 13 millones de trabajadores, un 33% del total, se encontraba desempleado. La producción industrial había caído a la mitad del nivel de 1929. En un país con muy pocos servicios sociales del gobierno, millones vivían al límite del hambre, y 2 millones estaban sin hogar. El sistema bancario parecía estar al límite del colapso.
La posibilidad de una nueva guerra estaba latente desde la firma misma del Tratado de Versalles (28-6-1919), corolario del armisticio de 1918. Franklin Roosevelt no sólo involucró criminalmente a los Estados Unidos en una guerra que ya había devorado a Europa; tuvo graves responsabilidades por sus manejos en la historia previa. Se ha encontrado una colección poco conocida de documentos secretos polacos, que cayeron en manos alemanas cuando Varsovia fue capturada en septiembre de 1939.
Estos documentos establecen claramente el papel crucial de Roosevelt en la preparación y en el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Esta historia es muy poco conocida. En la página www.lagazeta.com.ar está publicada la investigación de esa campaña secreta para provocar la guerra desde 1938. Se trata en particular de sus esfuerzos para presionar a Gran Bretaña, Francia y Polonia de ir a la guerra contra Alemania.
Debemos tener en cuenta los límites que le imponían al presidente las firmas de Tratados de no Intervención; éstos no le permitían actuar libremente. Un buen ejemplo de esas maniobras para ingresar en el conflicto lo muestra el ensayista e historiador alemán Hellmuth G. Dahms, especializado en la historia de la Segunda Guerra, en su libro La Segunda Guerra Mundial (1966), allí afirma:
La decisión del Japón de atacar ha estado precedida por indisimulables esfuerzos de parte del gobierno de los EE.UU. para provocarlo constantemente, como excusa para poder así involucrarse activamente en la guerra contra las potencias del eje, quebrantando la mayoritaria posición de neutralidad de los estadounidenses. El Gabinete de Roosevelt discutió la posibilidad de si los Estados Unidos estaban en condiciones de hacerle la guerra al Japón. El presidente preguntó el parecer de la opinión pública, y Cordell Hull [Secretario de Estado entre 1933 y 1944] contestó que los ciudadanos tenían poca comprensión por los asuntos exteriores. El Congreso sólo se decidiría por una declaración de guerra después de muchos meses de discusión. Roosevelt se encontraba ante las barreras constitucionales. No podía tomar la ofensiva, era necesario que el adversario la provocara. Por otro lado, todas las posibilidades de intervenir en los acontecimientos mundiales sin hacer entrar en combate las fuerzas armadas americanas, habían sido agotadas.
Había ya agotado los medios de presión. La política exterior estadounidense había quedado detenida. Dice el analista e investigador Manuel Yepes en una nota titulada: El Ataque Japonés a Pearl Harbor – ¿Fue una trampa tendida por Roosevelt?:
En 1941 la situación era insoportable para el Japón que sufría un embargo económico al que no podía hacer frente mientras la administración Roosevelt daba cada día una vuelta más de tuerca. El 7 de diciembre de 1941, un sorpresivo ataque efectuado por la aviación japonesa destruyó la escuadra norteamericana del Pacífico, en su base de Pearl Harbor. La facilidad con que logró el éxito hizo surgir una duda: ¿Roosevelt habría dejado deliberadamente el camino libre a los japoneses a fin de vencer las reticencias de los norteamericanos a entrar en la guerra? Roosevelt deseaba la guerra y nada iba a impedírselo. La diplomacia japonesa, alentada por la Marina, trató desesperadamente de buscar una solución de compromiso, pero la administración norteamericana se negó a tratar ningún acuerdo y dio un ultimátum al gobierno japonés: o Japón se retiraba de China o continuaría el embargo económico.
El resultado de la batalla bajas japonesas: 29 aviones, 55 pilotos, 5 minisubmarinos, 9 marinos. Bajas estadounidenses: 3.403 muertos, 5 acorazados, 2 acorazados dañados, 3 cruceros, 3 destructores, 188 aviones. 155 aviones dañados. Para comprender el resultado del ataque hay que agregar algunas cosas, ocultadas por los investigadores estadounidenses. Dice Yepes, por ejemplo:
A pesar del garrotazo que la acción japonesa supuso, considero que el ataque japonés fue un fracaso y lo fue porque antes del ataque, más de 30 buques -además de los auxiliares correspondientes- estaban fuera de Pearl Harbor y casualmente alejados de la ruta seguida por la fuerza japonesa. En la Isla, lo que había quedado era sólo la chatarra de la US Navy.
La estrategia de provocar a aquellos a quienes los EEUU necesitaban que los atacaran para lograr segundos propósitos no era nueva. Ya se había utilizado en la frontera mexicana para comenzar la conquista de esos territorios; también en la voladura del acorazado Maine (1898) en el puerto de La Habana, que dio inició a la guerra contra España. Respecto de Pearl Harbor Roosevelt tenía información cierta sobre los planes del Japón, dado que la Marina de los EEUU había descifrado el código secreto de la diplomacia nipona. En todos estos casos el victimario se disfrazó de víctima. Veremos cómo se repite esa misma táctica.