Ricardo Vicente López
Parte III
Los importantes antecedentes profesionales de Hugo Spinelli nos garantizan que estamos frente a una autoridad en la materia [[1]]: Médico y Doctor en Salud Colectiva. En una nota publicada en www.elcohetealaluna.com, que lleva por título: De pandemias, epidemias y endemias (2-2-2020), ofrece un análisis muy interesante que demuestra su capacidad docente. Esta particularidad es muy poco frecuente en las cátedras universitarias: exponer con claridad, sistematicidad y profundidad el tema y, al mismo tiempo, lograr que cualquier ciudadano de a pie puede comprenderlo. Esto habla de su sabiduría… muy escasa en las altas casa de estudio.
Me detengo en estos detalles porque me siento obligado de mostrar mi agradecimiento a alguien que cuando habla o escribe tiene presente, con mucho respeto, a sus destinatarios. Pasemos al análisis de sus conceptos. Partamos del hecho de que nos encontramos en un campo de batalla en el que se enfrentan los más variados intereses. Estos se presentan vestidos con diversos ropajes que intentan ocultar lo que realmente se proponen. La mayor parte de los que estamos en las gradas observando, e intentando comprender algo de todo ello, debemos hacer ingentes esfuerzos para separar tanta paja de tan poco trigo. Voy a seguir el orden de su exposición.
1.- La desigualdad social es una pandemia mucho más grave que el coronavirus.
La primera pregunta sorprende: ¿Por qué mutan los virus? Nos advierte que sobre el tema no hay respuestas consensuadas. Analiza el cuadro informativo:
En el caso del coronavirus, las respuestas van desde hipótesis conspirativas a la cuestión del cambio climático, las prácticas culturales de alimentación o la falta de control sanitario en mercados populares. Nada distinto se vivió con la epidemia de la gripe llamada porcina, en sus inicios, que mutó de repente a H1N1, tomando así un carácter científico y alejándose de la polémica con la industria porcina que denunciaba “discriminación”. Ahora no se habla de porcinos, sino de serpientes y murciélagos.
La siguiente afirmación habla de los diversos intereses que se entrecruzan oscureciendo el panorama y lo hace con un lenguaje llano que incorpora un comentario al alcance de cualquier vecino poco informado. Esto demuestra respeto y compromiso con los más sencillos:
Las epidemias están ligadas a intereses comerciales, económicos y políticos a lo largo de la historia. Y en función de ellos se fomentan el pánico, la discriminación y las oportunidades de negocios. La gente transmite preocupación si siente que alguien tose en un transporte público, se producen miradas de temor. En ese contexto, debemos preguntarnos: ¿la población de origen chino comenzará a ser estigmatizada y los supermercados chinos perderán clientes? La información estructurada como alarma lleva a esas situaciones, he aquí la responsabilidad de los medios de comunicación social en una epidemia.
A continuación abre el espectro del análisis e incorpora una mirada sobre el panorama social de los expulsados por el sistema. ¿Cuántos médicos son capaces de pensar en esa dimensión política?:
Pero otra pandemia azota al mundo y de ella no se habla, a pesar de que provoca todos los años millones de muertos y enfermos, y que convivimos con ella cotidianamente: se trata de la desigualdad social. Pero esta pandemia no es noticia, no recibe la atención que debiera, dada su magnitud. Esto señala la relación entre las catástrofes epidemiológicas y el poder. Ya no se trata de bacterias ni de virus que mutan, se trata de sociedades que dominan a otras sociedades, se trata de una misma sociedad en la que se han perdido principios básicos de solidaridad, situaciones mucho más peligrosas que cualquiera epidemia.
¿Cuántos médicos han leído historia para comprender los procesos harto complejos del devenir socio-cultural? Nuestro autor cita William H. McNeill (1917-2016) [[2]] en su libro Plagas y pueblos en el cual describe el impacto de diversas enfermedades infecciosas que han condicionado y modificado el curso de la historia:
Cita cómo una plaga desmoralizó al ejército ateniense durante las guerras del Peloponeso; cómo una epidemia asoló el Imperio Romano antes de su decadencia; cómo en el siglo XVI la viruela le permitió a Hernán Cortés, con solo seiscientos hombres, conquistar el Imperio Azteca, conformado por millones de personas. Las epidemias han acumulados muertes a lo largo de la historia, se calcula que la viruela ha dejado más de 300 millones de muertos, el sarampión 200 millones, la gripe española 100 millones, la peste negra 76 millones, el tifus 4 millones y el cólera 3 millones. En diferentes épocas, otras epidemias —sin tener tal magnitud— azotaron a la humanidad: la lepra, la malaria, la sífilis y la fiebre amarilla son algunos ejemplos.
Cita a un importante autor e investigador Eduardo Menéndez [[3]]. De éste comenta un tema muy importante, poco citado, por el contrario ¡ocultado!, como lo es el papel de los medios durante las epidemias, lo poco que ayudan y lo mucho que entorpecen:
Los medios de comunicación presentan la información en términos negativos, alarmistas y catastróficos, generando espectacularidad y sensacionalismo, concentrando la información en lo trágico, en el escándalo y en el desastre. Pero lejos está —en general— la intención de ayudar a pensar y a fortalecer mecanismos de solidaridad, evitando la discriminación.
2.- Una información sesgada hacia el espectáculo.
Ahora estamos ante nuestra realidad actual, se nos impone repensar conceptos para poder hacernos cargo de nuestra real situación en la salud de todos los habitantes:
La situación de la epidemia de coronavirus debe recibir nuestra atención, pero bajo ningún punto de vista puede hacernos olvidar nuestros problemas socio-sanitarios, algunos crónicos, de carácter epidémico o endémico. Refresquemos la memoria con algunos datos de Argentina: los últimos registros oficiales del Ministerio de Salud informan que cada año hay 10.500 casos nuevos y más de 500 muertos por tuberculosis. La endemia de Chagas tiene más de 2 millones de infectados y 500 muertos por año. Desde hace más de una década asistimos a una epidemia de sífilis congénita con muy alto subregistro que nos lleva a suponer de la existencia de decenas de miles de casos anuales. Las desiguales Argentinas se expresan en las endemias regionales como la leishmaniasis en NOA y NEA, la hidatidosis en la Patagonia, los casos dispersos por el país de leptospirosis y hantavirus, la amenaza real de epidemia de dengue desde hace más de 20 años; las casi 3.000 personas que cada año mueren por armas de fuego; las más de 500.000 mujeres que deben enfrentar cada año un aborto clandestino y de las cuales 500 pierden la vida; los casi 1.500 muertos anuales por SIDA.
Vale ante esta nueva
epidemia volver a recordar al primer ministro de Salud de la Argentina, Doctor Ramón
Carrillo (1906-1956) quién afirmaba: “Frente a las enfermedades que genera la
miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los
pueblos, los microbios como causas de enfermedades son unas pobres causas”.
[1] Médico y Doctor en Salud Colectiva por Departamento de Medicina Preventiva de la Facultad de Medicina de la Universidad de Campinas‐ SP‐ Brasil; Profesor Investigador Titular de Gestión de Organizaciones de Salud; Director del Instituto de Salud Colectiva; Director del Doctorado en Salud Colectiva, de la Maestría en Epidemiología, Gestión y Políticas y de la Carrera de Especialización en Gestión en Salud de la Universidad Nacional de Lanús.
[2] Fue un historiador y autor inglés, conocido por su argumento de que el contacto y el intercambio entre civilizaciones es lo que impulsa la historia humana, Profesor Emérito de Historia en la Universidad de Cambridge.
[3] Argentino, desde 1976 reside en la Ciudad de México, donde se desempeña como Profesor emérito del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) y coordinador del Seminario Permanente de Antropología Médica (SPAM). Es Doctor en Ciencias Antropológicas por la Universidad de Buenos Aires y ha sido distinguido con el título de Doctor Honoris Causa en la Universitat Rovira i Virgili (Tarragona, España) y en la Universidad Nacional de Rosario (Santa Fe, Argentina)