Por Ricardo V. López
Parte II
En esta segunda parte de la entrevista que el periodista y escritor francés, Daniel Mermet le realizó al Profesor Noam Chomsky, continúa analizando el importante papel que desempeña la manipulación de la opinión pública en las sociedades denominadas democráticas libres. El título de la nota anterior reproduce el del autor de la entrevista[1]. Esto exige un profundo análisis de los mecanismos ocultos mediante los cuales se consigue, lo que la politología actual llama gobernabilidad. Este concepto oculta lo que el Profesor está denunciando: las técnicas e instrumentos diseñados y utilizados originariamente en los EEUU y el Reino Unido y que la Alemania nazi adaptara en su campaña manipuladora de los ciudadanos de ese país. Dice el Profesor:
En los años 30, las reglas de la propaganda nazi consistían, por ejemplo, en escoger palabras simples, repetirlas sin descanso, y asociarlas a emociones, sentimientos, temores. Cuando Hitler invadió los Sudetes (1938), fue invocando los objetivos más nobles y caritativos, la necesidad de una “intervención humanitaria” para impedir la “limpieza étnica” sufrida por los germanófonos y para permitir que todos pudieran vivir bajo el “ala protectora” de Alemania, con el apoyo de la potencia de más avanzada del mundo en el campo de las artes y de la cultura.
La propaganda política tiene una larga historia, pero lo que ha cambiado ha sido la cantidad y calidad de los perfeccionamientos. Los instrumentos se han afinado mucho. Lo que puede sorprender es que los países que más aportaron en esa materia, por ser los pioneros y los que desarrollaron las metodologías más finas y complicadas hayan sido los considerados más “libres” del mundo: el Reino Unido y Estados Unidos. Agrega el Profesor:
Es allí, y no en otro lado, donde la industria moderna de las relaciones públicas, es decir la fábrica de la opinión, o la propaganda, nació en los años 1920. Efectivamente, esos dos países habían progresado en materia de derechos democráticos (voto de las mujeres, libertad de expresión, etcétera) a tal punto que la aspiración a la libertad ya no podía ser contenida solo por la violencia del Estado. Viraron, pues, hacia las tecnologías de la “manufactura del consentimiento“. La industria de las relaciones públicas produce, en sentido literal, consentimiento, aceptación, sumisión. Controla las ideas, los pensamientos, los espíritus. En relación al totalitarismo es un gran progreso: es mucho más agradable sufrir una publicidad que encontrarse en un cuarto de torturas.
En los Estados Unidos la libertad de expresión está protegida hasta un grado que es difícil encontrar en cualquier otro país del mundo. Es muy reciente la declaración del Tribunal Supremo. Comenta Chomsky:
En los años 1960 la Corte Suprema alzó la vara muy alto en materia de respeto de la libertad de palabra, lo que expresaba, según mi opinión, un principio fundamental establecido desde el siglo XVIII por los valores de la Ilustración. La posición de la Corte fue que la palabra era libre, teniendo por única limitación la participación en un acto criminal. Por regla general, el motivo debe ser particularmente grave para que se cuestione la libertad de expresión. La Corte Suprema reafirmó este principio, nada menos, que a favor del Ku Klux Klan.
Debo agregar acá una característica del pensamiento del Profesor: son conocidas sus ideas libertarias. Éstas son expresamente duras respecto al papel del Estado en la sociedad moderna. Dentro de ese cuadro ideológico manifiesta este tema:
Para mí, la cuestión esencial es: ¿el Estado tiene el derecho de determinar lo que es la verdad histórica y el de penar a quien se aparta de ella? Pensar en ello termina ajustándose a una práctica propiamente estalinista (puede resultar un tanto extremista). A los intelectuales franceses les cuesta admitir que esa es su inclinación. Sin embargo, en el rechazo de una aproximación así no deben haber excepciones. El Estado no debería tener medio alguno de castigar a cualquiera que pretendiese que el sol gira alrededor de la Tierra. El principio de la libertad de expresión tiene algo muy elemental: o se le defiende en el caso de opiniones que no se comparten, o no se le defiende para nada. Incluso Hitler y Stalin admitían la libertad de expresión de los que compartían su punto de vista… (afirma con mucha ironía).
Por tener una posición muy inflexible respecto de la libertad de palabra, sus afirmaciones son muy terminantes:
Yo agrego que hay algo preocupante e incluso escandaloso en discutir estos temas dos siglos después de Voltaire, quien declaraba: “Yo defendería mis opiniones hasta la muerte, pero daría mi vida para que ustedes pudieran defender las suyas”. Adoptar una de las doctrinas fundamentales de sus verdugos, es hacerle un triste favor a la memoria de las víctimas del holocausto.
Daniel Mermet le pregunta acerca de un comentario que el Profesor había hecho respecto de una frase del profesor de la Universidad de Chicago Doctor Milton Friedman (1912-2006): “Producir ganancias es la esencia misma de la democracia”… Ante lo cual contesta:
A decir verdad, las dos cosas son de tal modo contrarias que ni siquiera hay comentario posible… La finalidad de la democracia es que la gente pueda decidir su propia vida y poder hacer las elecciones políticas que mejor concuerden con sus ideas. La realización de ganancias es una patología de nuestras sociedades. En una sociedad decente, ética, esta preocupación por la ganancia sería marginal. Tomemos mi departamento universitario [en el Instituto Técnico de Massachussets (MIT)]: algunos científicos trabajan duro para ganar mucho dinero, pero se les considera un poco como marginales, gente perturbada, casi casos patológicos. El espíritu que anima a la comunidad académica es más bien el de tratar de hacer descubrimientos por interés intelectual pero también para el bienestar de todos.
En la primera década de este siglo se pudo observar una especie de enfrentamiento entre dos organizaciones sociales de distinto signo. Ambas se reunieron con cierta simultaneidad:
El Foro Económico Mundial de Davos, que trabaja para la integración económica planetaria, pero en el único interés de los financistas, de los bancos y de los fondos de pensión. Se reúnen allí las potencias que controlan también los medios de comunicación. Su concepción de la integración global es propuesta al servicio de los inversores. Los medios dominantes consideran que esta integración es la única que merece, de algún modo, la denominación oficial de globalización. La otra institución es el Foro Social Mundial que representan la mayoría de la población del planeta, con la representación de la gran mayoría de las organizaciones sociales en defensa de los pobres y excluidos del mundo.
El problema de la manipulación de la opinión pública está estrechamente relacionada con los Estados pseudo-democráticos. El tema de la manipulación los tiene como responsables directos de esas maniobras. Ante esta situación Daniel Mermet le comenta que «A usted se le ubica en la categoría de los anarquistas o de los socialistas libertarios. En la democracia tal como usted la concibe, ¿cuál sería el lugar del Estado?». El Profesor responde:
Vivimos en este mundo, no en un universo imaginario. En este mundo existen instituciones tiránicas, esas son las grandes empresas. Es lo que hay más cercano a las instituciones totalitarias. Pareciera que estas gozan de privilegios tales como no tener que rendir cuentas a la sociedad; actúan a la manera de depredadoras. Para defenderse de ellas, las poblaciones sólo tienen un instrumento: el Estado. Ahora bien, éste no es un escudo muy eficaz. Cuando la democracia se haya ensanchado al punto en que los ciudadanos controlen los medios de producción y de intercambio, participen en el funcionamiento y en la dirección del marco general en el cual viven, entonces el Estado podría desaparecer poco a poco. Será reemplazado por asociaciones voluntarias situadas en los lugares de trabajo y donde vive la gente.
Debo decir que, amigo lector, con todo el
respeto y admiración que tengo por el Profesor Noam Chomsky, él termina
enredado en las redes ideológicas de la izquierda libertaria: sus críticas a la
sociedad capitalista globalizadas son lapidarias, bien fundadas, con argumentos
sólidos. Pero cuando debe dar un paso hacia las factibilidades políticas queda
enmarañado en su argumentación extremista. De todos modos su palabra es siempre
esclarecedora y obliga a pensar reflexivamente.
[1] La primera parte fue publicada en esta página El lavado de cerebros en sociedades libres es más eficaz que en las dictaduras.