Por Ricardo Vicente López
No es lo que no sabes lo que te mete en
problemas, sino aquello que tú sabes con
certeza, pero que no es lo verdadero.
Mark Twain
Se van a cumplir 74 años de un hecho aberrante que fue presentado como una medida de Guerra necesaria para evitar más muertes. Creo que es un episodio de la II Guerra muy útil para seguir avanzando sobre el tema de la relación entre lo acontecido y cómo ha sido publicado en la información pública. Todo ello, puesto bajo el análisis de investigaciones más serias, que mostraron después las verdades ocultadas. En otras palabras, recordar un hecho monstruoso, convertido en virtuoso por la narrativa oficial. Un ejemplo más del control de la información que transforma la historia acontecida en noticia publicada. Esto muestra también la gravedad de que los falsos relatos históricos se enseñan o se divulgan desde las mismas universidades y academias. El relato de la II Guerra Mundial es un buen ejemplo.
En este mundo de hoy, el más inter-comunicado de la historia de la humanidad, la mayor parte de los hechos más importantes quedan ocultos o se pierden en el fárrago infinito de noticias. El papa Francisco dijo hace un tiempo: «La guerra es «una locura» alimentada por conceptos como «la avaricia, la intolerancia y la ambición de poder”… hoy puede hablarse de que estamos en medio de la «tercera guerra mundial» dividida en 10 territorios diferentes». A aquellos que siguen la información internacional, que no son muchos, esa afirmación los puede haber sorprendido. Sin embargo, hurgando en las noticias del mundo, comprobamos que nos estaba diciendo algo, en parte ya sabido, a pesar de lo cual la conciencia colectiva no se había escandalizado. ¿Cómo es que algo tan monstruoso que cuesta cientos de miles de vidas humanas – incluidos mujeres, niños y ancianos− puede pasar inadvertido?
Darnos cuenta de ello me lleva a la necesidad de proponer la rememoración de una terrible decisión que se produjo hace 74 años. Manuel Alfieri, Licenciado en Ciencias políticas (UBA) columnista de internacionales, lo escribió con estas palabras:
Fue hace 74 años, el 6 de agosto de 1945. El cazabombardero Enola Gay llevaba la bomba de uranio «Little Boy», equivalente a 12.500 toneladas de TNT. Era un arma completamente nueva, diseñada por científicos del gobierno estadounidense. El piloto del avión, Paul Tibbets, sobrevolaba Hiroshima mientras miles de japoneses comenzaban un nuevo día sin sospechar que, en un instante, apenas un segundo, serían reducidos a polvo. Tibbets soltó la bomba a las 8:15 am. En el epicentro del impacto la temperatura llegó a 3000 grados. No quedó nada vivo en un radio de dos kilómetros. El entonces presidente Harry S. Truman estaba exultante: «Es el hecho más importante de la historia», aseguró. Tres días después, el 9 de agosto, el horror se repetiría en Nagasaki.
Esa decisión fue tomada el presidente Harry Truman, según dijo, para forzar el fin de la guerra. Sin embargo, los documentos prueban que Japón estaba ya vencido, había ofrecido la rendición incondicional y se la habían rechazado, cuando se tomó esa decisión. Nuestro columnista afirma:
El comandante en jefe de las tropas de EE UU, Douglas Mac Arthur, dijo que, en el momento de los bombardeos, Japón estaba «derrotado militarmente y su economía estaba hecha trizas», por lo que «todo hubiera sido cuestión de esperar unos días». El general Curtis «Demonio» Lemay, que en marzo de 1945 había comandado el bombardeo contra Tokyo en el que murieron 100 mil personas, aseguró que «incluso sin la bomba, Japón se habría rendido en dos semanas». Y sentenció: «La bomba atómica no tuvo nada que ver con el fin de la guerra».
¿Quién era el presidente Harry Truman? El Doctor Eduardo Vior – Egresado de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), Magister en Ciencias Políticas (Universidad de Heidelberg; Alemania) y Doctor en Ciencias Sociales (Universidad de Giessen, Alemania), lo describe con estas palabras:
Era un hombre de conocidas posiciones racistas y que odiaba particularmente a los japoneses. En una carta que escribió a su esposa sostuvo que «un hombre es tan bueno como los demás con tal de que sea sincero y decente, y no sea negro o amarillo». En otro tramo decía que “Dios creó al hombre blanco del polvo, al negro del barro, y después lanzó lo que quedaba y de ahí salieron los amarillos». Durante su gobierno calificó a los japoneses de «salvajes», «despiadados» y «fanáticos».
Las consecuencias de las dos bombas nucleares fueron las siguientes:
En Hiroshima, 150 mil personas perdieron la vida en las primeras 24 horas. Sólo 3243 eran soldados japoneses. El número de muertos, sin embargo, fue creciendo año a año dados los que fallecieron a raíz de sus heridas o por los nocivos efectos de la radioactividad, fuente inagotable de cáncer y malformaciones. Hoy, las autoridades niponas contabilizan 292.325 víctimas fatales y cien mil más en Nagasaki.
¿Por qué se arrojaron dos bombas: Hiroshima el 6 de agosto de 1945 y Nagasaki tres días después, el 9 de agosto? Has dos informaciones que cayeron en el olvido: 1.- esas dos bombas eran las únicas que tenían los EEUU, y 2.- la certeza de su eficacia estaba muy en dudas. El Doctor en Historia, por la Universidad de Oviedo y Profesor de la Universidad de Buenos Aires, Mariano Rodríguez Otero aporta un detalle interesante:
La primera bomba –Little Boy– era de uranio, mientras que la segunda –Fat Man– contenía plutonio. Había que comprobar los resultados de dos mecanismos diferentes. Con el agravante de que la de uranio no había mostrado resultados ciertos en las pruebas parciales en el desierto de Nuevo México. Los investigadores desconfiaban de esa primera bomba y deseaban comparar los efectos y procesos con la segunda. Equivale a decir convirtieron las dos ciudades japonesas en un laboratorio humano.
Un dato histórico, guardado celosamente, fue el rechazo que se le dio al General Douglas MacArthur, Comandante en Jefe de la guerra contra Corea del Norte (1950-1953) que solicitaba utilizar armas nucleares para terminar esa guerra. La investigación posterior permitió saber que los únicos dos artefactos que poseían los EEUU ya habían sido utilizados y no disponía de más para satisfacer los reclamos del general.
La falsificación de la historia.- «La omisión, es la mentira más poderosa». George Orwel
El Doctor Alfredo Embid Fonfría (1950-2014), fundador y coordinador de la Asociación de medicinas complementarias, fundador de CIAR (Colectivo de investigación de Armas Radiactivas), responsable del boletín Armas contra las Guerras, afirmó lo siguiente sobre las bombas:
No se arrojaron sobre objetivos militares; no evitaron la muerte de soldados aliados; no pusieron fin a la II Guerra mundial, ni se tiraron para derrotar a Japón. La omisión de hechos fundamentales es una parte de la falsificación sistemática de la historia, que es un elemento esencial de la propaganda del sistema. La falsificación de la historia de la segunda guerra mundial por los historiadores occidentales, llega a su cumbre con la versión oficial de los bombardeos atómicos de Japón. Así que engañados por una enseñanza falsificada, reforzada regularmente por reportajes en los medios de desinformación, todo el mundo cree que las bombas arrojadas sobre objetivos militares de Hiroshima y Nagasaki pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial.
Harry Truman declaró entusiasmado inmediatamente al recibir la noticia de la aniquilación de Hiroshima: «Éste es el suceso más grandioso de la historia». Luego en su primer discurso referente al hecho mentiría sin el más mínimo pudor: «El mundo se enterará que se soltó la primera bomba atómica del mundo sobre una base militar en Hiroshima», y no olvidó añadir otra justificación humanitaria, adelantándose a las críticas venideras: «Esto se hizo para evitar hasta donde fuera posible la muerte de civiles».
Afirma el Doctor Embid Fonfría:
En los archivos nacionales en Washington se encuentran documentos, del gobierno de Estados Unidos, que contienen pruebas de la intención japonesa de acordar la paz desde una fecha tan temprana como 1943. Un cable del 5 de mayo de 1945, enviado a Berlín por el embajador alemán en Tokio, decía que oficiales de la marina japonesa reconocían que la situación era claramente desesperada y que las fuerzas armadas japonesas aceptarían la capitulación incluso si los términos fueran duros. El cable fue interceptado y descifrado por los Estados Unidos. Ese mes, el secretario de la guerra L. Stimson rechazó tres recomendaciones de alto nivel dentro de la administración para activar negociaciones de paz. Las ofertas proponían informar a Japón que los Estados Unidos estaban dispuestos a considerar el mantenimiento del sistema imperial, (como de hecho así se hizo) y no insistir sobre la rendición incondicional. Alemania había sido derrotada meses antes por el ejército soviético. La rendición definitiva se produjo el 9 de mayo 1945.
La oposición de los científicos.
La oposición a la bomba en el mundo científico fue mucho más importante que en el ámbito militar. Numerosos científicos escribieron al anterior presidente Roosevelt para que detuviese el proyecto de utilizar la bomba atómica. Ya en 1944, el físico danés y premio Nobel Niels Bhor también escribió al presidente de los Estados Unidos y a Churchill, Primer Ministro del Reino Unido, advirtiéndoles del peligro de las armas nucleares. Bohr, insistió más tarde en la necesidad de informar a los soviéticos sobre las investigaciones realizadas en el marco del proyecto Manhattan. Churchill, contrariamente a Roosevelt, se opuso vigorosamente a esta propuesta e incluso quiso encarcelarlo. Bohr, que ya se había encontrado con los físicos rusos, Kapitsa y Landau, en la URSS, no fue autorizado para volver a visitarlos.
En 1945 un grupo de 8 científicos atómicos encabezado por James Frank, y entre los que se encontraba Einstein, escriben un informe (informe Frank) advirtiendo a Rooswelt del peligro. El presidente, al parecer, no leyó este informe, ni la carta de Bhor. El informe fue reenviado al recién electo presidente Truman el 11 de junio firmado esta vez por 64 científicos. Tampoco tenemos evidencias de que los leyera.
El Doctor Alejandro Nadal, Profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México, comenta la situación actual del problema da las armas nucleares:
Hoy existen 4.120 cargas nucleares estratégicas en los arsenales de ocho países. Están listas para usarse en cuestión de minutos. El conjunto completo de cargas nucleares (en reserva militar y en distintos sistemas de almacenamiento) alcanza unas 16.400. El proceso de reducción de los arsenales casi se ha frenado en Estados Unidos, Rusia, Inglaterra y Francia. China, India, Pakistán e Israel no dan señales de planear reducir sus arsenales o de que renunciarán al armamento nuclear en el futuro. En ese caso la humanidad tendrá que preguntarle al cielo, como lo hace el Segismundo de Calderón de la Barca: “Sólo quisiera saber / para apurar mis desvelos, / dejando a una parte, cielos, / el delito de nacer, / ¿qué más os pude ofender, para castigarme más?”
Una última consideración: En un artículo publicado recientemente en www.globalresearch.ca con un título que estremece: ¿Fueron los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki un crimen de guerra y un crimen contra la humanidad? Su autor Rossen Vassilev, Investigador del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Estatal de Ohio afirma:
Una razón todavía más importante para utilizar la bomba era asustar a Stalin, antes “el viejo tío Joe” para Roosevelt, convertido en “la Amenaza Roja” por Truman y sus principales asesores. Se había abandonado rápidamente la política de cooperación con Moscú para sustituirla por una nueva política de confrontación hostil con Stalin en la que el monopolio estadounidense del armamento nuclear se iba a explotar como arma agresiva de la diplomacia antisoviética de Washington (lo que Truman denominó “diplomacia atómica”).
Creo que ahora podemos tener un panorama mucho más claro, respecto de lo que Juan B. Alberdi (1810-1884) calificó como el “crimen de la guerra”, casi un siglo antes.