Mirando al mundo XII– Pensarlo y comprenderlo Columna Nº 59  –18-5-16

Termino en esta columna la descripción de la historia de la segunda mitad del siglo XIX en los EEUU. Recuerdo al lector que el objetivo fijado era obtener un amplio panorama del estado social, cultural, político y militar de ese país. Lo ya dicho y lo que agregaré en ésta, nos permitirá comprender qué evaluaron los dirigentes de ese país para preservar la estabilidad de gobierno dada la conflictividad social que fue creciendo a partir del final de la Guerra de Secesión.

La derrota de los estados del sur esclavista posibilitó la consolidación de los estados del norte, de los  llamados industrialistas. Estos mostraban los mismos prejuicios de clase que los británicos colonialistas de quienes se habían emancipado: la soberbia de clase superior, el menosprecio de las clases inferiores. Los trabajadores, muchos de ellos inmigrantes de diversos países vivían en condiciones miserables. El capitalismo de los EEUU llegó a ser más explotador que el de la Revolución industrial británica. Para referirse a esto Howard Zinn cita:

Edwin Markham escribió, en enero de 1907, en la revista Cosmopolitan: «En habitaciones sin ventilación, las madres y los padres cosen día y noche. Los que trabajan en las casas explotadoras deben trabajar por menos dinero que los que trabajan en las fábricas explotadoras… y a los niños que están jugando, les llaman para trabajar junto a sus padres… ¿No es cruel una civilización que permite que se agoten esos pequeños corazones y se aplasten los hombros bajo las responsabilidades de los adultos, mientras en los bonitos bulevares de esa misma ciudad, una dama luce a un perro engalanado y lo mima en su regazo de terciopelo?»

La combinación de este desprecio por las clases pobres y su afán desmedido de ganancias llegó a extremos de cometer delitos graves. Durante la guerra hubieran recibido condenas muy fuertes, si todo ello no hubiera sido consentido por los altos mandos. Los proveedores de la guerra, poderosos empresarios que veían en ella una oportunidad de ganancias sin límite, no dejaron pasar esa oportunidad (lo mismo que sucede hoy con los proveedores del Pentágono en sus guerras por la periferia del mundo). Sigamos al Doctor Zinn:

La Encyclopedia of American History de Richard Morris ofrece cifras sobrecogedoras de esa guerra de conquistas: «De los más de 274.000 oficiales y soldados que servían en el ejército durante la guerra y en el período de desmovilización, 5.462 murieron en varios quirófanos y campamentos en Estados Unidos. Tan sólo 379 de las muertes fueron bajas de batalla. El resto se atribuyó a enfermedades y otras causas.

Las cifras muestran que más que guerra fueron exterminio de poblaciones: sólo una parte mínima de  combatientes cayo por balas enemigas. La sorpresa que causan estas cifras obliga a preguntar qué fue lo que pasó. El Doctor Zinn nos explica:

Walter Millis da las mismas cifras en su libro The Martial Spirit [El espíritu marcial]. En la Encyclopedia se dan de modo conciso y sin mencionar la «carne de vaca embalsamada» (un término de un general del ejército) que las empresas cárnicas vendieron al ejército. Era carne conservada que estaba podrida y maloliente en los momentos de consumo. Miles de soldados se envenenaron con la comida, pero no hay cifras de cuántas de las cinco mil muertes fuera de los combates las causó el envenenamiento.

 El fortalecimiento económico y financiero fue dando lugar a una clase muy adinerada que con el correr del tiempo mostró dos alas: la industrial y la financiera, aunque muchos de los personajes importantes de ese tiempo podían ser partes de ambas.

En 1900, ni el patriotismo de la guerra, ni la canalización de la energía en las elecciones podían disfrazar los problemas del sistema. Saltó a la luz el proceso de concentración empresarial; se veía más claramente el control de los banqueros. Como la tecnología se desarrollaba y las corporaciones crecían, necesitaban un mayor capital y eran los banqueros quienes tenían ese capital. En 1904 ya se habían consolidado más de mil líneas de ferrocarril en seis grandes asociaciones, cada una de ellas aliada con los intereses de Morgan y Rockefeller.

Se puede comprender, entonces, que el estado social de las clases pobres estuviera muy cerca de la desesperación: las huelgas, los enfrentamientos con las fuerzas del orden, era un escenario repetido. Si a este cuadro le agregamos que al terminar la Primera Guerra la Revolución rusa comenzaba a mostrar la construcción de un modelo social diferente, las clases dominantes se planteaban la necesidad de disciplinar a ese pueblo demandante de mejoras sociales y económicas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.