El mito del mercado libre II

La batalla cultural, mencionada en la nota anterior, impone una actitud que podría denominarse de estudio, o de lectura de algunos textos necesarios para arrojar una luz que disperse las tinieblas con las que los medios concentrados enturbian nuestro entendimiento. Un texto muy útil es el que nos ofrece el Dr. David Casassas, Profesor e Investigador de la Universidad de Barcelona. En él se aborda una crítica a la desacertada comprensión de algunos textos clásicos muy difundidos, error que, por una cierta ignorancia o por intensiones perversas, se han ido repitiendo hasta en lugares que sorprenden – como la cátedra universitaria−:

«Quizá haya confusión en el hecho de atribuir una génesis liberal a ideas de origen claramente republicano: las ideas de Locke, de Smith, de quienes hicieron la revolución inglesa en el XVII y la francesa y la americana en el XVIII. Ellos no optaron por un mundo liberal en el que la igualdad ante la ley es criterio de libertad. Lo que pasa es que, en los dos últimos siglos, se hizo una utilización interesada de estos supuestos padres del liberalismo político y económico y los presentaron como adalides de un capitalismo que en ningún modo se asemeja a lo que dejaron en sus escritos. Ellos pensaron el republicanismo comercial, una sociedad libre en el mundo de la manufactura y del comercio, antes de la aparición, en el XIX, del capitalismo industrial, que se fue extendiendo y que rompió por completo con la ética y la preceptiva política de estos autores.

Este tipo de críticas nos permite reflexionar con más detenimiento sobre ideas que, en la modalidad de la expresión periodística, circulan impunemente como verdades sacralizadas. Las certezas desde las que se elaboran los textos, comentarios, discursos políticos, de los medios no son el resultado de una investigación seria. En algunos de esos voceros se hace evidente la ignorancia respecto a los temas que manejan; en otros, lo que se publica es, simplemente la utilización de citas fragmentarias. En ambos casos se distorsionan las ideas de los autores clásicos, produciendo una desinformación en el sentido técnico de la palabra. Todo ello al servicio de quienes les pagan. Dice Wikipedia al respecto:

«La desinformación, también llamada manipulación informativa o manipulación mediática, es la acción y efecto de procurar en los sujetos el desconocimiento o ignorancia y evitar la circulación o divulgación del conocimiento de datos, argumentos, noticias o información que no sea favorable a quien desea desinformar».

Es muy útil la lectura del texto http://www.infoamerica.org/teoria_articulos/chomsky7.htm) para una mayor claridad en una exposición más detallada. Si abundo en recomendación de lecturas es porque sospecho que lo que va apareciendo puede sorprender al ciudadano de a pie. E insisto en la importancia de tomar conciencia acerca de la gravedad de la manipulación de la opinión pública que el investigador y académico Noam Chomsky denuncia en el texto citado. Recurro al Doctor Renán Vega Cantor, historiador y profesor de la Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, Colombia, para continuar analizando las maniobras ideológicas con las cuales se desarrollan este tipo de operaciones informativas:

«Para que todas estas falacias se impongan se hace necesario cortar los vínculos de los seres humanos con la historia, o mejor dicho, negar que nosotros somos seres históricos, que estamos anclados al mismo tiempo en el pasado, el presente y el futuro, y que en el pasado relucen los destellos de proyectos y alternativas de los vencidos que iluminan el futuro, para que el presente no aparezca como una fatalidad que tenemos que aceptar y contra la cual nada podemos hacer».

No estoy proponiendo una tarea fácil, pero estoy convencido que la etapa en la que estamos entrando en el proceso globalizador puede acarrear consecuencias de las que podrían demandar largas décadas poder reparar los daños sufridos. Es posible que el lector se sorprenda con lo que lee, puede hacerle pensar que lo que escribo es el fruto de mi escepticismo o de tendencias apocalípticas. Le sugiero que se retrotraiga hasta comienzos de este siglo y, parado allí, se deje llevar por un juego de adivinación y se responda: ¿Pueden repetirse en Europa los procesos que padeció América Latina? Después repase con la mirada el cataclismo social que hoy muestra una parte importante de países del sur de esa región.

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