22 – Los medios de comunicación – Historia de la Sociedad Interamericana de Prensa II

Ricardo Vicente López – 1-7-15

El eje CIA-SIP formó un poderoso aparato para la complementación de los planes desestabilizadores del Departamento de Estado en América Latina. En 1954, una operación típica de la prensa ligada a la SIP, provocó el derrocamiento del presidente de Guatemala Jacobo Arbenz. El caso más emblemático fue la campaña contra Salvador Allende, a partir de su asunción como presidente, teniendo como principal desestabilizador al diario El Mercurio (Chile), el equivalente a La Nación y Clarín en Argentina. El periodista canadiense, residente en Cuba, Jean Guy-Allard:

Su carácter conspirativo y antidemocrático queda demostrado cuando en 1971, El Mercurio de Chile publicó una carta del por entonces presidente de la SIP, el dominicano Germán Ornes, dirigida al presidente de Salvador Allende. En esa carta, le decía a Allende que «el periodismo continental estaba preocupado por el proyecto de estatizar una fábrica de papel». Allende le respondió: «El pueblo de Chile y su gobierno no aceptan tutores ni consejeros, menos aun cuando se trata de organismos que, como la SIP, ni siquiera respetan la libertad de expresión en sus propias deliberaciones». En este marco, El Mercurio, propiedad de Agustín Edwards – vicepresidente de la SIP en esa fecha-, dejó de salir un día alegando amenazas y clamando por la falta de libertad de  expresión en el país.

Todas estas operaciones, y muchas otras en las que la SIP tuvo un importante papel, han quedado demostradas por la desclasificación de documentos de la CIA en 1999, antes mencionada.
La SIP no sólo ha desatado campañas en contra de gobiernos legítimos, sino que ha intentado operar en el seno de organizaciones internacionales del propio sistema de Naciones Unidas, como la UNESCO, que se han puesto al lado de los pueblos latinoamericanos en la lucha por la democratización de las comunicaciones.

¿Libertad de prensa o libertad de empresa?
En su lenguaje oficial, la SIP se esmera en utilizar conceptos que legitiman su comportamiento y la elevan a la altura de un Tribunal Supremo a la hora de definir qué es la libertad de prensa y de decidir quién respeta esta libertad y quién no. No obstante, cuando hace esto, está incurriendo en la usurpación de un derecho colectivo de los pueblos. Sus actitudes, por regla general, oculta en nombre de quiénes actúa esta organización patronal.
El periodista cubano Ernesto Vera, presidente honorario de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) y profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, manifestó en relación a la reunión que se realizó en Estados Unidos:

Se sabía muy bien que yo iba a denunciar todos los casos de violación de la libertad de prensa en América. Los organizadores norteamericanos obrando al dictado de Washington, querían condenar sólo a un grupo, cargando la mano a aquellos gobiernos que no tienen el beneplácito del State Departament.

Es por ello que Vera, en una entrevista ofrecida recientemente, insiste en que:

Desde 1950 hasta nuestros días, hay una libertad de prensa secuestrada por el poder del dinero, de los recursos, y lógicamente sobre la base de una estrategia imperial. Por eso digo que hay una mentira organizada y hay una verdad dispersa. Hay una mentira organizada, porque hay una estrategia imperialista y no hay una verdad organizada porque no tenemos todavía una estrategia antiimperialista. Eso funciona milimétricamente.

Dice después con respecto a la relación de la SIP con la dictadura del Proceso Militar en la Argentina y a como muna miembro de esa organización, el subdirector del diario argentino La Nación, Claudio Escribano, mostraba:

Su complacencia con las atrocidades cometidas en Argentina durante la dictadura militar en ese país. Esta vinculación de los dueños de la gran prensa con los regímenes dictatoriales latinoamericanos ha sido suficientemente documentada y citada en numerosas ocasiones, para demostrar que las preocupaciones de la SIP no se dirigen a la defensa de las libertades, sino a la preservación de intereses empresariales y oligárquicos.

Otro ejemplo de las afinidades entre la SIP y las dictaduras latinoamericanas podemos verlo en la designación de Danilo Arbilla en el 2000 como Director de la Sociedad. Sus antecedentes dicen que se desempeñó como Jefe de Prensa de la dictadura uruguaya, y durante su gestión se efectuaron numerosas clausuras de medios de comunicación, y muchos periodistas fueron encarcelados y torturados. Esto incluyó el asesinato del director del semanario Marcha de Montevideo, Julio Castro, y el secuestro de Carlos Quijano, fundador y director de ese semanario.
La periodista venezolana, Yaifred Ron, en un artículo publicado en Rebelión.org titulado Los amos de la SIP, nos cuenta:

La carta de renuncia a la SIP, firmada por el director de La República, Federico Fasano Mertens, y fechada el 24 de octubre de 2000, reprochaba que la designación de Arbilla como presidente de una entidad que tenía entre sus principales objetivos declarados “defender la libertad de prensa”, constituía un insulto a la conciencia democrática de los pueblos americanos. “Su designación al frente del organismo que pretende velar por la libertad de prensa equivale a poner al zorro a cuidar el gallinero. Por todo lo antes dicho, el diario La República tiene el alto honor de renunciar, formal y públicamente, como miembro de esta Sociedad mientras el impostor continúe a su frente”, concluía la misiva.

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