El mito del mercado libre I

Hace unos años escribí un trabajo que lleva este mismo título (Se lo puede consultar en https://ricardovicentelopez.com.ar/wp-content/uploads/2015/03/El-mito-del-mercado-libre.pdf). La idea, entonces, era salir al ruedo del debate respecto de los modelos que se proponen para la liberación y el desarrollo de los pueblos de la periferia. La dificultad reside en la amplia difusión que tiene lo que se ha denominado la libertad de mercado, concepto que sigue estando avalado por las universidades y las academias (salvo excepciones). En esa propuesta juega un papel fundamental la palabra libertad unida a la otra mercado.
No se puede dudar de que desde la Revolución francesa –siglo XVIII− en adelante la libertad fue una de las banderas más importantes y de mayor repercusión. Los movimientos de liberación – obsérvese la recurrencia de la palabra− liberación de la dominación imperial, liberación de los eslabones que los sometían al saqueo colonial, daban al concepto una muy diferente significación. El juego de los significados no debe menospreciarse. (La lectura del texto https://ricardovicentelopez.com.ar/wp-content/uploads/2015/03/Reflexiones-sobre-el-uso-de-la-palabra.pdf puede ayudar).
Todo esto me lleva a volver sobre este tema, dado que no sólo no ha desaparecido sino que un cierto reverdecer de las derechas en el primer mundo le han otorgado nuevos bríos que puede llevar a confusión al ciudadano de a pie. Escribía yo en el trabajo citado:

«Este comienzo del siglo XXI tiene ciertos aires de etapa fundacional, al menos desde mi punto de vista. Lo digo porque los comienzos de una nueva etapa presentan algunos resplandores que iluminan con una luz diferente el panorama que se presenta ante nuestra mirada. Esa luminosidad convierte los procesos sociales en estructuras más trasparentes en tanto facilita la comprensión de los componentes y dispositivos que parecían imperceptibles antes y que ahora emergen a la superficie mostrando lo que estaba oculto».

Creo que el tiempo que pasó ha permitido avances importantes, sobre todo en América Latina. Por ello pensaba, cuando escribí ese texto, que las experiencias dolorosas por las que habían atravesado nuestros pueblos eran una referencia para otras latitudes que debían ser tenidas en cuenta. A comienzos de este siglo, era muy difícil suponer que el salvajismo de los métodos neoliberales pudiera afectar a países europeos, que mostraban una larga tradición de respeto a los valores sociales y la vigencia, todavía, de un Estado protector. Después del estallido de la burbuja de las hipotecas basuras −2007-08 – una nube negra comenzó a cubrir el cielo de los países del sur europeo: Grecia, Italia, España y Portugal. Nube que se está extendiendo a algunos otros, Irlanda, Polonia, etc.
Ese avance de las prácticas políticas y económico-financieras en la vieja Europa les dio aliento a lo más rancio de ciertos sectores de la política de nuestras latitudes. Así hemos podido ver los intentos desestabilizadores de representantes de ese conservadurismo impresentable contra gobiernos elegidos democráticamente, que fueron recuperando conquistas sociales y agregando nuevas. Ello supone necesariamente afectar los intereses del capital concentrado y a sus socios locales. Un denominador común a estos movimientos desestabilizadores es el acompañamiento de los medios de comunicación que pertenecen esos mismos dueños. La SIP es su mayor expresión.
Todo esto es parte de la batalla cultural que requiere poder mostrar lo que se oculta a un público, todavía importante, que busca informarse por los mismos medios que amparan esas maniobras destituyentes. Es una tarea nada sencilla pero imprescindible. La necesidad de aportar ideas y argumentaciones sólidas que desnuden los modos tramposos que, con sus falacias repetidas hasta el cansancio, disfrazan y maquillan la información. Esa es la razón por la cual retorno al planteo de ideas publicadas en el texto ya citado. Escribí entonces:

«Como paso previo, como preparación, es necesario releer a algunos de los autores clásicos que hoy son utilizados con intenciones “non sanctas”, por ignorancia o por “razones perversas”. Esa utilización de ideas tergiversadas, convertidas en verdades fundantes, es una de las limitaciones que nos impide ver con claridad el futuro posible».

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