27 – El día en que arrojaron la bomba

Ricardo Vicente López – 5-8-15

En esta columna voy a establecer un paralelo entre lo dicho hasta ahora, sobre el control de la información pública, con lo que se denomina la Historia. Es decir, cómo el control de la información no se reduce a la noticia publicada sino que involucra también los relatos históricos que se divulgan desde las mismas universidades y academias. El relato de la Segunda Guerra Mundial es un buen ejemplo, sobre el cual volveré más adelante.
En este mundo de hoy, el más inter-comunicado de la historia de la humanidad, la mayor parte de los hechos más importantes quedan ocultos o se pierden en el fárrago infinito de noticias. El papa Francisco dijo hace un año: «La guerra es «una locura» alimentada por conceptos como «la avaricia, la intolerancia y la ambición de poder”» y agregó «hoy puede hablarse de que estamos en medio de la «tercera guerra mundial» dividida  en 10 territorios diferentes». A aquellos que siguen la información internacional, que son bastante pocos, esa afirmación los puede haber sorprendido. Sin embargo, hurgando las noticias del  mundo, comprobamos que nos estaba diciendo algo en parte ya sabido, a pesar de lo cual la conciencia colectiva no se había escandalizado. ¿Cómo es que algo tan monstruoso que cuesta cientos de miles de vidas humanas – incluidos mujeres, niños y ancianos− puede pasar inadvertido?
Darnos cuenta de ello me lleva a la necesidad de proponer la rememoración de una terrible decisión que se produjo hace 70 años. Manuel Alfieri, columnista de internacionales, lo escribió con estas palabras:

Fue hace 70 años, el 6 de agosto de 1945. El cazabombardero Enola Gay llevaba la bomba de uranio «Little Boy», equivalente a 12.500 toneladas de TNT. Era un arma completamente nueva, diseñada por científicos del gobierno estadounidense. El piloto del avión, Paul Tibbets, sobrevolaba Hiroshima mientras miles de japoneses comenzaban un nuevo día sin sospechar que, en un instante, apenas un segundo, serían reducidos a polvo. Tibbets soltó la bomba a las 8:15 am. En el epicentro del impacto la temperatura llegó a 3000 grados. No quedó nada vivo en un radio de dos kilómetros. El entonces presidente Harry S. Truman estaba exultante: «Es el hecho más importante de la historia», aseguró. Tres días después, el 9 de agosto, el horror se repetiría en Nagasaki.

Esa decisión fue tomada el presidente Harry Truman, según dijo, para forzar el fin de la guerra. Sin embargo, pocos discuten que Japón estaba ya rendido cuando se tomó esa decisión, según nuestro columnista:

El comandante en jefe de las tropas de EE UU, Douglas Mac Arthur, dijo que, en el momento de los bombardeos, Japón estaba «derrotado militarmente y su economía estaba hecha trizas», por lo que «todo hubiera sido cuestión de esperar unos días». El general Curtis «Demonio» Lemay, que en marzo de 1945 había comandado el bombardeo contra Tokyo en el que murieron 100 mil personas, aseguró que «incluso sin la bomba, Japón se habría rendido en dos semanas». Y sentenció: «La bomba atómica no tuvo nada que ver con el fin de la guerra».

¿Quién era el presidente Harry Truman? El Doctor Eduardo Vior – Egresado de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), Magister en Ciencias Políticas (Universidad de Heidelberg; Alemania) y Doctor en Ciencias Sociales (Universidad de Giessen, Alemania), lo describe con estas palabras:

Era un hombre de conocidas posiciones racistas y que odiaba particularmente a los japoneses. En una carta que escribió a su esposa sostuvo que «un hombre es tan bueno como los demás con tal de que sea sincero y decente, y no sea negro o amarillo». En otro tramo decía que “Dios creó al hombre blanco del polvo, al negro del barro, y después lanzó lo que quedaba y de ahí salieron los amarillos». Durante su gobierno calificó a los japoneses de «salvajes», «despiadados» y «fanáticos».

Las consecuencias de las dos bombas nucleares fueron las siguientes:

En Hiroshima, 150 mil personas perdieron la vida en las primeras 24 horas. Sólo 3243 eran soldados japoneses. El número de muertos, sin embargo, fue creciendo año a año por aquellos que fallecieron a raíz de sus heridas o por los nocivos efectos de la radioactividad, fuente inagotable de cáncer y malformaciones. Hoy, las autoridades niponas contabilizan 292.325 víctimas fatales y cien mil más en Nagasaki.

¿Por qué se arrojaron dos bombas: Hiroshima el 6 de agosto de 1945 y Nagasaki tres días después, el 9 de agosto? Has dos informaciones que cayeron en el olvido: a.- esas dos bombas eran las únicas que tenían los EEUU, y b.- la certeza de su eficacia estaba muy en dudas. El Doctor en Historia, por la Universidad de Oviedo y Profesor de la Universidad de Buenos Aires, Mariano Rodríguez Otero aporta un detalle interesante:

La primera bomba –Little Boy– era de uranio, mientras que la segunda –Fat Man– contenía plutonio. Había que comprobar los resultados de dos mecanismos diferentes. Con el agravante de que la de uranio no había mostrado resultados ciertos en las pruebas parciales en el desierto de Nuevo México. Los investigadores desconfiaban de esa primera bomba y deseaban comparar los efectos y procesos con la segunda. Equivale a decir convirtieron las dos ciudades japonesas en un laboratorio humano.

Un dato histórico, guardado celosamente, fue la negativa al General Douglas MacArthur, Comandante en Jefe de la guerra contra Corea del Norte (1950-1953) de la utilizar armas nucleares para terminar la guerra. La investigación posterior permitió saber que los únicos dos artefactos que poseían los EEUU ya habían sido utilizados y no disponía de más para satisfacer los reclamos del general

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