XVI.- Reflexiones sobre la política – La democracia y el mercado – LU3 – 28-3-17

Volvamos unas décadas atrás para encontrarnos con las elaboraciones teóricas respecto de qué es el capitalismo, tratado como sociedad industrial. En plena Guerra Fría –período que se extiende desde el fin de la Segunda guerra hasta la caída del Muro de Berlín—se planteaba la comparación entre el capitalismo de libre mercado de Occidente y la Planificación soviética.

No debemos olvidar que la derrota infligida por la URSS al ejército alemán, la maquinaria más poderosa de la historia militar, en Stalingrado (1942), y haberse reconstruido en tan poco tiempo, no permitía otra actitud que reconocerla como una potencia mundial que se presentaba como un competidor peligroso. En las Academias de los grandes países capitalistas, se estudiaba comparativamente ambos sistemas, buscando los aspectos positivos y negativos. La intención, no siempre confesada, era demostrar la superioridad del capitalismo.

El profesor Raymon Aron (1905-1983), fue filósofo, sociólogo y comentarista político francés, profesor de la Facultad de Letras y Ciencias humanas de la Sorbona de París – una de las más importantes de Europa entonces –, y estrecho colaborador del general Charles de Gaulle (1890-1970), presidente éste de la República Francesa (1958-1969). Presentó como tema de sus clases para el año académico 1955-56 en la Sorbona de París, analizar el tema: La sociedad industrial y su relación con el desarrollo. Hablar de sociedad industrial parece un modo de evitar el concepto capitalismo, siguiendo el estilo estadounidense.

Con los apuntes de sus alumnos, se publicó luego un libro que fue titulado Dieciocho clases sobre la sociedad industrial, que tomaré como base de esta columna. Comienza haciendo una referencia un tanto sencilla para definir esa sociedad: “La sociedad industrial es aquella donde la gran industria, es la forma de producción más característica”. Sostiene Aron:

Este modelo económico requiere una acumulación previa de capital de una dimensión desconocida hasta comienzos del siglo XIX. Este capital debe ser manejado mediante el cálculo racional, a fin de obtener el máximo rendimiento sobre la base de los menores costos posibles, lo que dará lugar a la obtención de utilidades. El cálculo económico es el que orienta las inversiones en la búsqueda de la mayor rentabilidad posible. Otra de sus características es la necesidad de mano de obra libre desocupada en cantidades importantes. Ello funcionará como un control del valor de la mano de obra en el mercado.

La preocupación del profesor se centra en esclarecer los modos mejores que permitan seguir creciendo ese capital. Esto describe el esquema socio-económico que reinaba en Occidente que había mostrado el desarrollo del mundo libre, según sus palabras. Por lo tanto, le interesa poder subrayar cuáles son los aspectos relevantes que permiten explicar cómo funciona:

Puesto que no existe (ni debe existir) ninguna regulación es inevitable que los precios de los productos oscilen dentro del mercado en función de la oferta y la demanda y que, en consecuencia periódicamente, se produzca lo que se denomina crisis de mercado, o, según algunos investigadores: la “anarquía capitalista”. Esta es la consecuencia de un mercado libre que opera ciegamente, dado el desconocimiento previo de las cantidades demandadas. Lo cual arrastra el peligro de caer en severas crisis de superproducción, que han llegado a poner en riesgo la continuidad del funcionamiento del “mercado”.

No hay duda que de que el profesor tiene en su memoria la que se produjo en 1929 con el estallido del mercado de Wall Street, que desestabilizó la economía internacional. Respecto de los autores vistos hasta ahora debo resaltar dos rasgos que Aron destaca en el capitalismo, que no habían salido a la luz hasta ahora. Por otra parte, son dos temas poco tratados todavía hoy con todas sus consecuencias: las crisis y la propiedad privada. Con referencia a la propiedad individual se limita a tomar nota de que la existencia de una apropiación individual tiene como consecuencia la desigualdad entre los hombres:

Ésta se manifiesta de dos maneras, 1.- una tiene como consecuencia la desigualdad en las retribuciones por tareas iguales o diferentes, pudiéndose comprobar que las que mayor esfuerzo físico reclaman son las peores pagas, y 2.- que la escala asciende en relación inversa a ese tipo de esfuerzos, mejores retribuciones a las que menor esfuerzo físico demandan. Esta desigualdad opera como incentivo de la productividad, la responsabilidad, la capacidad, etc.

De lo que se desprende que la remuneración depende totalmente de las capacidades y esfuerzos que muestren los trabajadores. Expone el tema con mucha asepsia, como si hablara de meteorología. Son factores que operan lejos de las posibilidades de ser mejorados y trasformados por la voluntad humana.

Seguiremos analizando las tesis de Raymon Aron, en la próxima columna.

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