26 – Los medios de comunicación – Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación

Ricardo Vicente López – 29-7-15

Las denuncias contra ese supuesto “libre flujo”, denominación que encubría que sólo daba curso a las comunicaciones de las empresas de medios concentradas. Esa larga batalla logró un triunfo importante, aunque circunstancial, en el trabajo realizado por la comisión nombrada por la Unesco y presidida por el Premio Lenin y Premio Nobel de la Paz, Sean MacBride (1904-1988). El Informe presentado en 1980, Un solo mundo, voces múltiples, también conocido como Informe McBride, exponía el desequilibrio del flujo informativo y planteaba la necesidad de una mayor justicia en el intercambio de la información, así como una menor dependencia en relación a las corrientes concentradas de la comunicación.
En la década anterior, los países no alineados iniciaron un fuerte movimiento exigiendo la creación de un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI) que superara las injusticias que prevalecían hasta entonces. Paralelamente el Movimiento de los Países No Alineados, en su Declaración de Argel de 1974, proclamó la necesidad de un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC), que contribuyera a la democratización de las comunicaciones, utilizando entre otras fórmulas, una definición de políticas nacionales de comunicación. Denunciaba al sistema informativo existente como un instrumento de dominación.
Luis Ramiro Beltrán Salmón (1930), periodista boliviano, escritor y teórico de la comunicación, distinguido por la comunidad internacional por su labor investigativa en temas comunicacionales, también ha sido considerado como uno de los  teóricos latinoamericanos más importantes e influyentes, nos dice:

La respuesta de Estados Unidos contra esta propuesta fue inmediata y constituyó una cerrada defensa a la doctrina del libre flujo de la información, en esto, una vez más, la SIP actuó como su aliada. A esa doctrina, los países del llamado Tercer Mundo oponían la exigencia de un flujo equilibrado, a través de la reestructuración de los sistemas de información y comunicación, contra la unidireccionalidad de los mensajes y la concentración mediática.

Los Estados Unidos retiraron el aporte a la UNESCO que le correspondía como el integrante más poderoso de las Nociones Unidas, lo cual paralizó la actividad de esa organización.
Encontramos en Wikipedia una descripción de ese proceso:

El Nuevo Orden Mundial de la Información y Comunicación fue un proyecto internacional de reorganización de los flujos globales de información a través de distintas acciones de gobiernos y del tercer sector. La iniciativa fue lanzada en el inicio de los años 1970 por el Movimiento de Países No Alineados y recibió apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). En 1980, una comisión designada para el estudió de los problemas de la Comunicación en el mundo y produjo un documento — el Informe MacBride — en el cual se propuso cambios para redistribuir y balancear los flujos de información entre países ricos y subdesarrollados. Sin embargo, la fuerte oposición por parte de las organizaciones privadas de medios, a partir de entonces, acabó relegando el proyecto al olvido.

Ignacio Ramonet (1943), periodista español establecido en Francia. Es una de las figuras principales del movimiento altermundista y un luchador incansable en la batalla norte/sur de la información en su libro, La Tiranía de la Comunicación (1999) sostiene:

Se trata de un problema que estuvo presente en el centro de los debates intelectuales de comienzos de los años setenta. Fue la gran batalla que ensayistas como Armand Matterlart, Herbert Schiller y muchos otros desarrollamos en torno al proyecto del Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación, el NOMIC. La cuestión se debatía oficialmente en el seno de la UNESCO donde el célebre informe que sigue conservando bastante vigencia, demostraba que el desequilibrio en materia de información en favor del Norte era de tal magnitud, que amenazaba la singularidad y la diversidad de las culturas, en particular las del Sur. En cualquier caso, nos parecía importante plantear la cuestión de la propiedad de los medios para saber de dónde venían los mensajes, quién los elaboraba, qué sentido y qué consecuencias podía entrañar la recepción de éstos en los espíritus y en las mentes de aquellos que los recibían. Nos preocupaba el problema de la manipulación de las personas del Sur por parte de los medios de comunicación del Norte.

La batalla se perdió, por eso señalé que el triunfo fue circunstancial. La UNESCO, bajo la terrible presión de los Estados Unidos, más las grandes empresas, obligaron a abandonar este debate y revalidó la vieja doctrina de los flujos transfronterizos de información como una necesidad que venía impuesta por el mercado internacional y por la propia realidad mundial. En definitiva, se admitió que podía aceptarse una especie de «darwinismo periodístico» en el campo de la comunicación. Vencían aquellos que habían logrado constituir grupos emisores dominantes: ellos habían conquistado el derecho a emitir y, por tanto, había que aceptar esa realidad como ley de vida.

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