Mirando al mundo L– De qué se trata la posverdad – columna nº  100  – 22-3-17

Para continuar nuestra tarea de esclarecer los orígenes de la mentira estructural y orgánica voy repasar la versión de la historia de guerras del siglo XX, de acuerdo a cómo fue publicada por el relato oficial. Mostrar qué  ocultaba, qué agregaba o cómo presentaba esa versión, de modo tal que aparecieran los “buenos” actores y los “malos” (siguiendo el estilo Hollywood). Su objetivo, como no es tan difícil suponer, fue: convencer al mundo (y, en parte, lo lograron) de quiénes eran los personajes respetables (democráticos liberadores) y quiénes eran los perversos (comunistas y dictadores). Esa versión no dejaba dudas acerca de quiénes eran los que tenían el derecho a regir los destinos de los pueblos y perseguir y asesinar a los que se opusieran a esos propósitos. El ejemplo más claro fue la pedagogía aplicada por los drones artillados.

Vladímir Simonov, historiador y analista político, en un artículo que tituló de un modo que ya anunciaba lo que contenía: Los sucios negocios de banqueros estadounidenses y dirigentes nazis durante la Segunda Guerra Mundial (16-4-2016). El comienzo de su trabajo se centra en un hecho histórico conmovedor: el encuentro de las tropas aliadas con las del ejército rojo frente al río Elba (25-4-1945). Este encuentro significaba el fin a la terrible Segunda Guerra Mundial. Con el relato de ese momento comienza a desarrollar una historia espeluznante. Ella demuestra qua la información está disponible, que sólo hay que buscarla y tener el coraje de publicarla:

Encontré al coronel retirado Albert Kotzebue en Chicago, a mediados de los años 80, quien fuera en aquel momento, abril de 1945, teniente de infantería del Ejército de los EEUU. Estaba cuando lo entrevisté estudiando Jurisprudencia en la Universidad. Le quedaban solamente dos años de vida, pero entonces sólo Dios lo sabía. Me regaló una copia de imprenta del The Stars and Stripes (Estrellas y barras), periódico del Ejército estadounidense, que contenía el texto histórico que el reportero de guerra Andy Rooney había remitido como crónica de aquel encuentro:

«Los yanquis se encuentran con los rojos – Los ejércitos estadounidense y ruso se encontraron a 75 millas al Sur de Berlín, dividiendo Alemania en dos partes y cubriendo el último espacio que  quedaba entre los Frentes del Este y el Oeste. El encuentro, del que informaron ayer a un mismo tiempo en Washington, Moscú y Londres, se produjo a las 4.40 de la tarde de este miércoles, en Torgau, en el río Elba… La mejor descripción de los soldados rusos es la siguiente: ellos son igualitos que los estadounidenses… Uno se siente invadido del sentimiento de incontenible alegría, puesto que se abre un grandioso mundo nuevo».

Kotzebue fue un actor importante de aquel encuentro que vivió con un sentimiento de alegría. Me relató aquel momento histórico con estas palabras:

Tomé conmigo a 28 hombres y siete jeeps y empezamos a abrirnos paso hacia el río. Realmente se trató de una tarea difícil, porque nos seguía una compacta muchedumbre: refugiados y desertores del Ejército alemán, algunos disfrazados de mujeres. Era imposible ahuyentarlos. Hasta el Elba había unas 20 millas, pero logramos llegar. En la otra orilla del veloz río se veía personas vestidas de color caqui, que llevaban unos gorros de campaña característicos del Ejército Rojo. Lanzamos al aire dos bengalas verdes, lo que significaba: somos aliados, todo está O.K. Solamente después de intercambiar determinadas palabras y contraseñas, los rusos dieron la señal: “pasen a nuestro lado”. Encontramos dos botes y cruzamos. Durante toda la noche nos deleitamos en aquel banquete de los vencedores, escuchando sus ruidosos brindis. Hacia el amanecer aparecieron un acordeón y varias guitarras. Los estadounidenses les enseñaban a los rusos a cantar «Swany-river», y los rusos a los nuestros la «Katiusha»…

Aquel miércoles del 25 de abril de 1945, Kotzebue, junto con el teniente Gordeev (este era el apellido ruso que recordaba el teniente, ahora coronel), escribían la Historia contemporánea en el Elba.

En la próxima columna desarrollaré  la conclusión sorprendente del artículo de Vladímir Simonov.

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