01- Una primera aproximación al mundo actual

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1.- Ricardo Vicente López, les da la bienvenida a este primer programa. La propuesta tiene como base la necesidad de revisar el mundo en que vivimos. Tiene aspectos y dimensiones positivas y otras no tanto. No se puede negar que el siglo XX fue un paso muy grande en la construcción de un mundo que camina hacia el progreso. Si bien es cierto que hubo “algunas guerras que dejaron consecuencias”… eso no alcanzó para opacar los avances logrados. Si miramos con un espíritu positivo podemos recordar una larga lista de descubrimientos, invenciones, desarrollos científicos y técnicos, que significaron aportes sin precedentes.

Un ejemplo: a partir de la década de los ochenta la comunicación pública nos fue dando una sorpresa tras otra. La World Wide Web, (conocida como “www”) la ‘red informática mundial’, nos puso en contacto con todos y todas de cualquier parte del mundo. Fuimos testigos de un fenómeno sin antecedentes: vimos por televisión, en vivo y directo, la Guerra de Irak en la que “no hubo muertos”. Parecía una película espectacular… del mejor cine de Hollywood. El mundo se hizo muy pequeño y comenzamos, además, a ser todos y todas cada vez más iguales.

En las últimas décadas de ese siglo, gracias a un proceso integrador, sin exclusiones, pasamos a ser parte de un mundo globalizado, en él todos y todas tuvimos cabida. Comenzamos a parecernos cada vez más, a sentirnos más hermanos. Una nube homogeneizadora nos fue cubriendo y transformando. Fuimos testigos de una noticia sorprendente, en camino hacia una nueva libertad, sin excluidos: la apertura del primer McDonald en Moscú. Ya nadie quedaría impedido de comer una hamburguesa. Las diferencias culturales comenzaron a diluirse. Todos podremos ser parecidos a los estadounidenses. Si bien no es un proceso instantáneo, paulatinamente lo iremos logrando. Hoy podemos comprobar que gran parte de ello se ha ido plasmando. Cae el telón, fin del primer relato.

2.- La descripción anterior puede parecer un tanto angelical. No podemos ignorar que algunas cosas no salieron tan bien como nos lo habían prometido. En la posguerra comenzó a  mejorar la situación social en las grandes potencias del norte y algo empezó a derramarse por la periferia. Debo aceptar que hubo situaciones no deseables. Por ejemplo la Guerra de Vietnam, en la que las fuerzas armadas estadounidense tuvieron que ir a combatir contra el comunismo. Era un peligro que había aparecido después del Asalto al Palacio de Invierno en 1917, en Rusia. Con posterioridad habían tenido que ejecutar a dos “anarquistas” en los Estados Unidos: Sacco y Vanzetti en 1927, por razones parecidas. Los dirigentes de ese gran país del Norte habían asumido la difícil tarea de proteger la democracia occidental, en todo el mundo. Ello los obligó a invadir todos aquellos países que no aceptaban o no entendían el sacrificio que esa responsabilidad les imponía.

Es cierto que hubo algunos excesos propios de la guerra misma. Ellos lo calificaron de consecuencias no deseadas. El sociólogo estadounidense, Robert K. Merton (1910-2003) explicó que ciertas consecuencias pueden no ser previstas. Suceden obedeciendo a la Ley de las  consecuencias imprevistas, la cual estipula que “cualquier acción humana, especialmente las que envuelven o afectan a grupos humanos extensos, tendrá consecuencias no anticipadas o calculadas”. Lo cual permite comprender que se hayan producido ese tipo de cosas. El Presidente George W. Busch las calificó como “daños colaterales”, para referirse al daño no intencional o accidental producto de una operación militar.

Se podría preguntar, para comprender mejor ese modo de explicar algunos problemas, por ejemplo, si las bombas de Hiroshima y Nagasaki de 1945 pueden ser incorporadas a esa Ley.  Puesto que por ser la primera vez que se utilizaban no se sabía muy bien qué tipo de efectos podía generar. Cae el telón, fin del segundo relato.

3.- (Digresión I) – Amigo lector Ud. se estará preguntando, a partir de lo ya dicho: ¿de qué se trata todo esto? Tiene razón para preguntar y yo tengo la obligación de responder, dentro de mis posibilidades, a todo ese tipo de inquietudes. Le voy a pedir que me permita detenerme en un concepto que se ha repetido mucho: el relato. Según la Academia de la Lengua el vocablo tiene dos acepciones: “1.- Conocimiento que se da, generalmente detallado, de un hecho; 2.- Narración, cuento”. El verbo relatar nos muestra algunos detalles interesantes, según la Academia, para comprender mejor: “narrar un suceso oralmente o por escrito, con entusiasmo, agregando vivencias personales”.

Voy a agregar, además, cómo trata wikipedia este tema:

El relato es una narración estructurada en la que se representan sucesos mediante el lenguaje. Los relatos pueden ser ficcionales o representar personajes o sucesos históricos. Un relato es un conocimiento que se transmite, por lo general en detalle, respecto a un cierto hecho [no confundir con un hecho cierto]. Gracias al mensaje se entiende que el relato se basa en una sucesión de acontecimientos que, mediante agregados que otorgan homogeneidad, ayudan a que la lectura sea uniforme. Para que sea un relato, se necesitan tres partes: quien relata, qué relata y quien recibe la información.

Quiero detenerme sobre la última frase: la necesidad de que haya un relator y un receptor para que el relato se produzca. No se le escapará a Ud. que esta exigencia no aparece cuando, como hemos oído tantas veces, se califica algo como “relato”. Esto nos impone preguntar por los otros dos componentes para verificar la existencia de un relato.

Le pido perdón por la dosis de academicismo que puede contener todo esto. Lo que deseo es que se entienda con claridad. Es que el maltrato a que está sometida la lengua castellana tiene graves consecuencias en la comunicación personal y social, y da lugar a muchos malos entendidos. (Le recuerdo el Congreso de la Lengua de Rosario de 2004, y la aguda participación de Roberto Fontanarrosa –puede consultarse en youtube-). Sin olvidar del uso perverso que de todo ello se hace en muchos de los medios públicos. Sobre esto deberé volver en próximos programas.  Fin de la digresión I.

4.- Retomemos el hilo de nuestro tema: el mundo de hoy. No debemos olvidar que, después de las dos Grandes Guerras, tuvimos una especie de veranito desde 1945 hasta 1975. Los franceses lo denominaron “Los treinta años gloriosos”. Fueron años en que la presencia de un Estado Benefactor funcionó como un ángel guardián. Éste cuidó el cumplimiento de algunas cosas elementales que después se abandonaron. A partir de finales de la década de los setenta, se fue expandiendo una ola de lo que se denominó el neoconservadurismo. Leamos en Wikipedia para tener una definición clara:

El neoconservadurismo es una ideología marcada por los objetivos políticos e ideas de los «nuevos conservadores», originada en Estados Unidos, para luego influenciar en países como Reino Unido, República Checa, Japón, entre otros. La novedad respecto al clásico conservadurismo consiste en que es una nueva oleada del pensamiento y organización de la política conservadora.​ Surgió como reacción a las ideas de la contracultura de izquierda de la década de 1960. El neoconservadurismo defiende el individualismo, el mercado libre y la promoción de la democracia de esos países. Esto se hace extensivo a los intereses internacionales del país, cuya defensa puede incluir la vía militar.

Esto nos permite entender mejor el giro de comienzos de los ochenta a partir del desplazamiento del eje político internacional. El nuevo eje se apoyó en la Primer Ministra del Reino Unido Margaret Thatcher (1979-1990) y el Presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan (1981-1989). (Respecto de este tema volveré más adelante). Este dato debe tenerse presente para analizar las consecuencias de las décadas siguientes. Cae el telón, fin del tercer relato.

5.- Lo ya dicho nos permite entender mejor el mundo que fue apareciendo en los ochenta. Una de las novedades fue lo que se conoció como el Consenso de Washington que abrió un camino de entendimiento respecto de lo que proponía el tándem Thatcher-Reagan respecto de por donde deberían caminar los países de la órbita occidental. Volvamos a Wikipedia:

El término Consenso de Washington fue acuñado en 1989 por el economista John Williamson. Su objetivo era proponer un conjunto de diez fórmulas específicas que deberían adoptar los países firmantes y que constituía el paquete de reformas «estándar» para los países en desarrollo, según las instituciones bajo la órbita de Washington D. C.: el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.​ Las fórmulas abarcaban políticas que propugnaban la estabilización macroeconómica, la liberalización económica con respecto tanto al comercio como a la inversión, la reducción del Estado, y la expansión de las fuerzas del mercado dentro de la economía interna.

A partir de la firma de todos los gobiernos concurrentes muchas cosas comenzaron a cambiar, como consecuencia de la aplicación de las medidas que Washington había propuesto. Un acontecimiento que debemos rescatar de esa década, que tuvo extraños ribetes, hasta el punto de que no fue previsto por nadie: la “Implosión de la Unión Soviética” en diciembre de 1991. Aunque el hecho más notorio y de trascendencia mundial fue la “Caída del Muro de Berlín” en 1989. La espectacularidad de las imágenes que recorrieron el mundo entero, lo convirtieron  en un símbolo de la libertad para Occidente. Las ideas del mencionado Consenso pudieron imponerse con muy pocas dificultades, aunque las consecuencias de todo tipo se hicieron sentir hasta hoy. Cae el telón, fin del cuarto relato.

6.- (Digresión II) Los temas que he analizado, que estoy convencido que son las columnas que sostienen el mundo actual, no son sencillos. Por ello, no se me escapa, que le presentarán, amigo oyente, algunas dificultades que es necesario superar. Hace ya tiempo que tengo conciencia de ello. Cuando tomé la decisión de llevar, al espacio abierto de los medios de comunicación, me hice cargo de las dificultades mencionadas. Muchos de los temas que se investigan, se analizan y se publican dentro del ámbito académico, en su mayor, parte no salen de allí,.

Quiero compartir con Ud. esas dificultades y me he propuesto el intento de superarlas. Para ello necesito su complicidad. Algunas consideraciones previas. El lenguaje periodístico imperante, salvo las consabidas excepciones, tiende a un tipo de relato descriptivo que hace poco esfuerzo para ahondar en las causas más profundas de los porqués del estar como estamos. Gran parte de ello no es inocente. Por ejemplo, el proceso de concentración de los medios de comunicación a partir de la posguerra, con especial énfasis en las décadas de los setenta y ochenta. Ello nos obligará a ir un poco más atrás hasta las primeras décadas del siglo XX.

Por ahora quiero decirle que he dado algunos pasos. Yo he tomado prestada una metáfora periodística para referirme a un tipo de personas, que representan a una gran mayoría de los consumidores de medios: “el ciudadano de a pie”. Para mí representa una especie de arquetipo del mundo actual a quien he elegido dirigirme. ¿Qué supone eso? Hacer el esfuerzo de lo que podríamos denominar la traducción del lenguaje académico al lenguaje coloquial con el cual quiero comunicarme. No debe entenderse esto como una desconsideración de ese personaje. Por el contrario lo que estoy denunciando es que el lenguaje académico no es difícil de entender por la profundidad de los temas tratados: es una exigencia de los profesores.

7.- (Continúa la Digresión II) Si puede sorprender lo que acabo de decir, transcribo las palabras del Doctor en Historia Fernando Alfón, Profesor de la Universidad Nacional de La Plata. En una nota que tituló: “Las tesis como escritura hermética” responde ante la siguiente pregunta:

– ¿Por qué no se pueden leen las tesis doctorales en ciencias sociales y esto se puede hacer extensivo a muchas otras publicaciones.

– No se leen porque no están escritas para ser leídas; se desarrolla un conjunto de prácticas que las conducen hacia su ilegibilidad. Me refiero a mitos que dominan el escenario, imaginarios que afirman, por ejemplo, que cuanto más impermeable son adquieren mayor cientificidad; que cuanto más complejo es su lenguaje y abultada su forma, se revisten de mejor aspecto y validez. Como resultado se producen manuscritos que alejan al lector, tanto al común y corriente como también al universitario.

El Doctor Alfón confiesa uno de los secretos mejor guardados respecto de la soberbia académica y el menosprecio por el “ciudadano de a pie”. Creo que ahora se puede entender mejor por qué hablo de traducir. Le propongo que preste atención a una conversación entre profesionales, médicos, abogados, ingenieros, economistas, etc., e intente saber de qué están hablando. Existe una premisa no confesada: “cuanto menos entienda Ud. de esas cosas ¡mejor!”

Sin embargo, ello no debe ignorar que hay temas que exigen un lenguaje especializado. En esos casos apelaré a mis intentos de traducción para hacerlo más accesible para una mayoría. Para un mejor logro espero contar con el agregado de sus esfuerzos para que me acompañe en esta tarea: bajar al lenguaje coloquial todo aquello. Sobre este tema voy a detenerme, más de una vez, a lo largo de estas notas. Fin de la digresión II.

8.- Los temas que deberé abordar a lo largo de estos programas tienen un eje central, para detectar las enormes dificultades que se nos presentan: este eje ha sido presentado como la globalización. Fue anunciada como una gran novedad de los ochenta pero, en realidad tiene una historia mucho más larga e interesante. Es necesario incursionar en la historia de los últimos más de cinco siglos para acceder a una explicación más abarcadora y profunda.

El desarrollo de los temas que abordaremos deberá ir acompañado por una investigación sobre las condiciones de vida, su cultura, la economía, la política, las instituciones, de una parte muy importante del mundo actual. En ella deberemos prestar especial atención a un viejo personaje y a sus mutaciones: el sujeto central de estos tiempos: el Hombre urbano. Si bien no se puede soslayar la situación económica de una gran mayoría, me interesa particularmente hablar de este personaje histórico. De esto se habla poco en los medios. Nos va a enfrentar al análisis de lo que se puede denominar, con un concepto algo técnico: su subjetividad.

Es decir, cómo piensa, cómo vive, cómo valora, qué desea, etc. entendido por lo general como parte de su intimidad y que, por ello, le pertenece sólo a él. Intentaré correlacionar esa subjetividad con el proceso de globalización. A pesar de que planteado así puede parecer un tema muy difícil, no voy a olvidar mi compromiso: tener en cuenta de que me dirijo al ciudadano de a pie, por lo cual el tratamiento va a ser desarrollado con un lenguaje muy cercano al coloquial. Cae el telón del, por ahora, último relato.