06- Democracia y el poder de los medios

Por Ricardo Vicente López

Nos toca vivir una etapa de la cultura moderna dominada ampliamente por la omnipresencia de los medios de información. Son ellos los que manejan la agenda cotidiana y son ellos los que definen qué se debe publicar y que no. Sin embargo, no todo está controlado. Existen, paralelamente, canales de información que, con un poco de paciencia y constancia, nos permiten acceder a una comunicación alternativa. Podemos decir, entonces, para ensanchar nuestras posibilidades de información, que no todas los canales comunicacionales están tan ocultos como parece. El no acceder a ellos tiene una parte importante de responsabilidad en nosotros, que no nos preocupamos, ni nos esforzamos, lo suficiente.

El siglo XX nos fue acostumbrando a consumir una “verdad de los medios”. En la primera mitad del siglo no tuvimos al alcance de nuestras posibilidades desnudar los mecanismos de esa desinformación. Le recuerdo, amigo lector, la definición de este concepto que nos ofrece el Diccionario de la Academia: «Dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines; dar información insuficiente u omitirla». Es eso lo que ha practicado el periodismo de los medios concentrados.

La posguerra inició una etapa un poco más crítica sobre el periodismo, y sobre el papel que los grandes medios. Estos, muchas veces en redes nacionales y/o internacionales, fueron imponiendo una versión, lo que se denominó tiempo después la “realidad publicada”. Los estudios especializados pusieron a nuestra disposición una importante cantidad de información respecto a las técnicas, modos, tergiversaciones, que se encuadran dentro de las técnicas de desinformación, en el sentido de la definición del Diccionario.

Además, estuvo a nuestro alcance una cantidad de novelas, películas, series, etc. que denunciaban lo que estaba sucediendo. Aunque esto estaba ya sobreentendido en la definición del concepto «cuarto poder», que se había anunciado, mucho antes. Se utilizó por primera vez, probablemente, en un debate en el  parlamentario británico en 1787. Este concepto expresó, con un cierto tono de advertencia, que los medios tienen prácticamente la misma capacidad de ejercer poder, o de influenciar en la sociedad al mismo nivel que el resto de los poderes del Estado. Wikipedia nos dice al respecto:

«Cuarto poder» es la expresión con la cual suele designarse a la prensa, en clara alusión a la importante influencia que tienen los medios de comunicación entre la sociedad y opinión pública, colocándolo junto a los otros tres poderes del Estado: el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial. En tiempos modernos, muchos críticos consideran que la prensa no se limita a reflejar la opinión pública, sino que puede crear esa misma opinión pública, proporcionando la casi totalidad de la información con la que esta cuenta en cualquier momento dado, siendo uno de los generadores del denominado mainstream (en español «corriente mayoritaria generalizada, o de intereses comunes»).

La segunda mitad del siglo XX se caracterizó por un desarrollo muy importante de la tecnología comunicacional, y por la concentración de medios en pocas manos, sobre todo en las de los conglomerados multinacionales. Esta nueva situación, resultado de una revolución tecnológica, exigió grandes inversiones financieras. Por tal razón fueron quedando excluidos de la competencia informativa aquellos medios que no estaban en condiciones de afrontar semejante reto.

El proceso de globalización ha consolidado centros de la tecnología y de las comunicaciones que en los últimos años han dado un giro ostensible. El tratamiento de la información fue dejando atrás el valor social que en un principio se les otorgó a los medios. En la medida en que estos cumplían un papel de contrapeso frente a los poderes instituidos en el Estado. Esta función habilitó la calificación de «cuarto poder». Pero, ante este nuevo cuadro de situación, que presentaba a grandes y poderosos actores que entrelazaban intereses económicos, financieros y políticos, al servicio del capital internacional concentrado,  se hizo necesario avanzar con nuevos conceptos, que dieran cuenta de lo nuevo y pudieran analizar y explicar el funcionamiento de las comunicaciones en un mercado altamente concentrado.

Para contrarrestar esa distorsión del papel de los medios, el director de Le Monde Diplomatique, el periodista y semiólogo español, Ignacio Ramonet, Doctor en Semiología e Historia de la Cultura en Sciences Sociales de París, y Catedrático de Teoría de la Comunicación en la Universidad Denis-Diderot de París. Ha propuesto la creación de un «Quinto Poder», como una opción para recuperar un espacio de lo público que rescate la labor del periodismo como un ejercicio crítico de los grandes poderes. Él lo explica con estas palabras:

El neoliberalismo terminó convirtiendo a los medios de comunicación en una herramienta de valor comercial que modifica conductas, transforma culturas y guía a las masas hacia una manera de pensar universal. La aldea global que Marshall Mc Luhan (1911-1980), filósofo y profesor canadiense, describió en el siglo pasado XX, ha traído como consecuencia la imposición de un «pensamiento único». Éste consiste no solo en las facilidades de interconectarse con el mundo gracias a las nuevas tecnologías, sino en el desmedido control por parte del poder financiero internacional de los medios de producción y comunicación en un excesivo juego en que imperan los intereses del libre mercado. Como consecuencia del fenómeno neoliberal, los medios de comunicación fueron perdiendo paulatinamente su función primordial de contrapoder y se convirtieron en instrumentos de los grupos económicos planetarios.

Hoy, amigo lector, nos encontramos ante una situación social, económica y política, que no reconoce muchos antecedentes. El tráfico de la información internacional está en manos de las grandes agencias de información. Al principio se trataba de empresas familiares con pocos empleados y una actividad limitada. Pronto, debido a la imposibilidad de cubrir toda la información existente, se delimitaron en dos grupos: las que trabajaban a nivel nacional, y las más interesadas en el mercado extranjero. Con el auge del capitalismo llegó a las agencias la producción de alta rentabilidad, con una estructura empresarial encaminada a obtener los máximos beneficios. La información pasó a ser parte de los negocios internacionales, una mercancía más.

Esto nos exige tener una actitud inteligente frente a lo que recibimos. Es necesario realizar una lectura crítica de la información recibida. Definir quiénes la elaboran y trasmiten. Elegir las fuentes que nos resulten más confiables. Todo ello nos irá convirtiendo en un actor crítico, lector atento. Equivale a decir en un ciudadano responsable. Ese es el camino que nos podrá llevar hacia una mejor democracia.