Siglo XXI señores, ¡por favor!

Hace muchos años había aparecido una publicidad de un talco que comenzaba preguntando: “¿Será nena será varón…? La respuesta era muy simple: “es lo mismo”. Claro, como se trataba de comprar un talco para bebés no daba lugar a grandes disquisiciones de género al respecto. Pero, ahora se trata del poder y, como todo el mundo sabe, con el poder no se juega. Por el contrario, pareciera que el poder juega con más de uno. Y aquí no parece importar si es nena o varón. (Advertencia: esto no es kitchnerismo; es un desafío a la inteligencia)
He visto que en los medios ha aparecido el problema de la posibilidad de una mujer en el poder. Y las preguntas que se hacen es si estará en condiciones de ejercerlo. Pero, señores, seamos serios (digo “señores” porque parto del supuesto de que las mujeres, o sea las “señoras”, no se hagan estas preguntas, ¿o sí? Esto, entonces, sería grave, gravedad de género ¿no?). Después de haber visto sentado en el sillón de… (perdónenme pero no puedo nombrarlo, la culpa la tiene mi inclinación a leer historia y descubrir quién es quién) a cada personaje sobre los cuales hubiera sido sano preguntarse si estaba en condiciones de ejercerlo, ¿ahora se nos ocurre esta pregunta?
Deberíamos sincerarnos: el problema no es si es capaz de ejercer el poder, el problema real es que es mujer. Claro está, si la comparación se hace con la residente en España, que se molestaba cuando la “atosigaban”, puede dar lugar a las sospechas. Pero pensándolo un poco, la comparación ¿no la favorece y mucho? Por lo que sugiero que cambien el ataque. Porque aquella triste historia tiene más semejanzas con un personaje que también salió en helicóptero: ambos vivían en el topos uranos, para ser compasivos y piadosos. Y si bien de ella se temió por sus capacidades en aquel momento, de él se cantaban loas. Seguro, por parte de aquellos desmemoriados que olvidaron qué había estado haciendo sentado en el senado durante años. Y la desorientación que exhibe el personaje hoy ya la tenía entonces. Es congénita.
Ahora bien si el problema es ser la esposa de…, acá aparece otro olvido. No hace más de cinco o seis años el tema era el inverso: él era el esposo de ella, y esto por más de diez años. Entonces, colegas esposos, preguntémonos cuántos de nosotros se sentiría cómodo con una mujer al lado nuestro tan “dócil” como ella. Y agreguemos más preguntas: ¿Por qué a otra mujer que se llamaba “Ella”, nadie le preguntó si era capaz de ser gobernadora, y a otra bastante más petiza tampoco? ¿“A los argentinos, señor, qué nos pasa…” que caemos en tales confusiones?
Por lo que creo que deberíamos centrarnos en qué piensa, qué dice que va a hacer, qué propone. Y cuando se escribe, se habla por radio o televisión, tanto sobre este tema lo que no aparece es lo que voy a proponer: a) que se le revise el “currículum” (o como se deba llamar) a todo candidato a la presidencia, b) que se le tome luego un test de inteligencia y un examen de conocimientos generales, c) que redacte ante un jurado una mínima monografía sobre por qué cree que tiene condiciones para ser presidente, y d) que se habilite a presentarse a elecciones a los que hayan aprobado. Y dejemos de lado si es hombre o es mujer. Siglo XXI señores, ¡por favor! (El problema, debo confesarlo, es la composición del jurado).

One comment to “Siglo XXI señores, ¡por favor!”
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  1. Buenos días Ricardo, creo que es cierto lo que planteás sin embargo me parece que la solución que se propone en tu columna es bastante difícil de llevar adelante.¿Por qué?, simple, muy simple:

    a)El «Currículum» se puede llevar adelante, la cuestión es que es un «documento» muy manipulable entonces si lo hace la persona que quiere ser presidente/a va a modificarlo en su favor (obviando lo que le sea inconveniente). Se le puede pedir a alguien de la «oposición» (suponiendo que exista alguien que pueda cumplir esa función) que haga el currículum pero de seguro caería en ese chicaneo chabacano al que ya nos tienen acostumbrados los políticos de hoy en día («se acostó con tal», «La pareja le es infiel», «Hizo tal cosa, pero no tengo pruebas», etc.). Excepto que forjen una de las hoy famosas «amistades democráticas», es decir, somos todos amigos para llegar al poder o, al menos, vivir cerca de él. Yo no cuento tus miserias, vos no cuentes las mías y así vivimos de la política barata mientras el pueblo cree que somos opuestos (hay miles de casos…Cafiero, «Chacho» Álvarez, el innombrable, los Saadi, etc.).

    b)Otro problema va ser el de la monografía, yo creo que con el nivel de los políticos hoy en día, vamos a ver más de uno que presenta una monografía sacada de Internet o hecha por algún asistente. Aparte…tengamos en cuenta que una medida así -como la de «medir» el nivel intelectual, o si está preparado o no para la Presidencia de la Nación- son medidas claramente discriminatorias, y nosotros, los demócratas, jamás permitiríamos ese tipo de bajezas (imaginate que si antaño se hubiese implementado tal medida no podriamos haber disfrutado de uno de los mejores -y menos reconocidos- Presidentes de la Historia Argentina…Rodriguez Saá).
    Es por eso que veo complicado el aplicar tu solución, al menos hoy, no olvidemos que muchos maestros son acusados por los padres de discriminar a sus hijos por ponerles un «1» -no olvidemos que «0» no se puede poner más porque el jóven, al ver esa nota se siente mal, cae en un pozo depresivo y se da una sobredósis de «Barney», en cambio con un «1» o un «2» se entristece un poco, pero levanta la vista, toma el control de la situación, aprieta el botón rojo, prende el Televisor -con mayúscula, como todo Dios- y se pone a mirar Tinelli, a disfrutar de la vida)-. A eso le llamo «igualdad» mal entendida…y no creo que seamos inocentes víctimas.
    Chau y ¡EXITOS!
    Tino.

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