El capitalismo ¿se acaba?

Así como hemos podido pensar, siguiendo a personalidades intelectuales importantes, los vaivenes de esta crisis mundial y extraer de ello una mirada de mucha desconfianza respecto de lo que pasa y de lo que nos dicen que pasa, es necesario que alarguemos la mirada y nos propongamos pensar hacia un futuro más lejano. La caída del Muro de Berlín había aletargado la posibilidad de criticar el sistema capitalista occidental. Esto suponía la necesaria reivindicación del estatismo soviético. No había mucho espacio para aventurarnos a pensar en otras alternativas. El panorama del mundo actual tiene la virtud de habilitar un ámbito de ideas para un debate más a fondo y de alternativas que permitan aventurar el pensamiento por nuevos caminos.
Para introducir una lógica diferente en este debate actual, que está tan cerrado en torno a las prácticas financieras y sus consecuencias, propongo escuchar a una autoridad académica de sobrado prestigio, el profesor Immanuel Wallerstein, investigador del departamento de sociología de la Universidad de Yale. Su larga trayectoria de reconocimiento mundial nos obliga a leer con respeto sus análisis. Ante la pregunta que podemos hacernos acerca de si esto que vemos es una de las tantas crisis en que ha caído el capitalismo occidental o es una crisis terminal del sistema, el profesor argumenta: «El capitalismo es omnívoro, capta el beneficio donde es más importante en un momento dado; no se contenta con pequeños beneficios marginales; al contrario, los maximiza constituyendo monopolios. Pero pienso que las posibilidades de acumulación real del sistema han llegado a su límite. El capitalismo, desde su nacimiento en la segunda mitad del siglo XVI, se alimenta de la diferencia de riqueza entre un centro, en el que convergen los beneficios, y periferias (no necesariamente geográficas) cada vez más empobrecidas».
Este modo de plantear el problema, con una mirada histórica, no aparece en los medios de información pública. Éstos nos acostumbran a pensar dentro de tiempos muy cortos y ello ciega la visión respecto de los grandes procesos. Esta lógica lo lleva a esta convicción: «Pienso en efecto que hemos entrado después de treinta años en la fase terminal del sistema de capitales. Lo que diferencia fundamentalmente esa fase de la sucesión ininterrumpida de los ciclos coyunturales anteriores, es que el capitalismo ya no llega a “hacer sostenible el sistema”. La situación se hace caótica, incontrolable por las fuerzas que la han dominado hasta ese momento, y se ve aparecer una lucha, y no entre los poseedores y adversarios del sistema, sino entre todos los actores, para determinar lo que lo va a reemplazar».
Es necesario reconocer que el capitalismo es el sistema que ha sabido producir, de manera extraordinaria y notable, el máximo de bienes y riquezas, aunque la distribución haya sido muy injusta. Pero no se puede ignorar que la suma de las pérdidas que ha engendrado no han sido pocas: el medio ambiente, las sociedades de trabajo explotado, marginación creciente, etc. Todo esto lo lleva a decir: «Nos encontramos en un período, bastante raro en el que la crisis y la impotencia de los poderosos dejan sitio al libre albedrío de cada cual: hoy existe un lapso de tiempo durante el cual cada uno de nosotros tiene la posibilidad de influenciar el futuro a través de su acción individual. Pero como ese futuro será la suma de una cantidad incalculable de esas acciones, es absolutamente imposible prever qué modelo terminará por prevalecer. Dentro de diez años, tal vez se vea más claro; en treinta o cuarenta años, habrá emergido un nuevo sistema. Creo que, por desgracia, es igual de posible que se presencie la instalación de un sistema de explotación aún más violento que el capitalismo, como que se establezca un modelo más igualitario y redistributivo».
Estamos frente a un horizonte abierto e impredecible en el que hay muchas posibilidades, buenas y malas, esto nos impone una responsabilidad mayor para que nos involucremos en esa construcción desde nuestras pequeñas posibilidades, dentro de las cuales estudiar y prepararnos para tener voz en este debate es una de las más importantes.

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