¿Dónde está la puerta de salida? I

Esta pregunta nos remite a una reflexión muy seria y profunda, porque la tentación inmediata es contestar como lo hace el economista, profesor de la Universidad de Columbia, Jeffrey Sachs, con mucho optimismo, con mucha ingenuidad, con mucha miopía o, tal vez, por los dólares que recibe al decir cosas como ésta: «Uno de los históricos aportes del presidente Barack Obama será un impresionante acto de malabarismo político: convertir la abrumadora crisis económica en el lanzamiento de una nueva era de desarrollo sostenible. Su paquete de estímulo macroeconómico podría o no amortiguar la recesión y sin duda se avecinan encarnizadas batallas partidarias por las prioridades. Pero Obama ya está fijando un nuevo derrotero histórico al reorientar la economía del consumo privado hacia las inversiones públicas dirigidas a los grandes desafíos de la energía, el clima, la producción de alimentos, el agua y la biodiversidad». (los subrayados son míos).
Para el profesor de Columbia la crisis es severa y no van a faltar las dificultades, pero ya han leído Uds. Lo que nos espera, nada menos que una nueva era de desarrollo sostenible. Casi da ganas de agradecer a esos especuladores codiciosos que han hecho bastante para que se precipitara esta crisis. Gracias a ellos nos espera el Reino de los cielos. Las opciones que ofrecí para entender por qué escribe estas cosas se comprenden. No resulta nada sencillo creerle. Cuando más uno investiga, lee a los especialistas más creíbles, piensa en la cantidad de datos que se acumulan de quiebras, defraudaciones colosales, créditos incobrables, bonos del tesoro cuyo valor es virtual, etc., ¿cómo acompañar la, en el mejor de los casos, ingenuidad del Sr. Sachs, cuyas andanzas por América latina han dejado huellas profundas? El tono de sus afirmaciones parece digno de una campaña política. Lean: «El paquete de estímulo fiscal sentará los primeros cimientos de una reforma general que llevará una generación y abarcará el sector energético, la eficiencia energética de los edificios, el transporte público y privado y mucho más. En estos esfuerzos, Estados Unidos está rezagado treinta años con respecto al resto del mundo. Sin embargo, con la pericia tecnológica del país y el compromiso fundamental de Obama, seguramente podrá dar un salto y pasar a la vanguardia». En una palabra: una revolución.
Debe estar muy impresionado por los superhombres de Holywood para atribuirle esos poderes a un presidente al que, aún creyendo en sus buenas intenciones, como ya dije en otras notas, este metido en el centro del poder financiero, bursátil, militar más poderoso de la historia que, aunque bastante abollado, no deja de ostentar su potencial. Las designaciones de sus colaboradores así parecen corroborarlo. Sin embargo, nuestro profesor no alcanza a percibir nada de esto, puesto que él sólo ve estrellas brillantes: «Obama ha comenzado por el paso más importante: un equipo de asesores científicos y tecnológicos de primerísima calidad, del que forman parte dos Premios Nobel (Steven Chu y Harold Varmus) y líderes consagrados en los campos del clima, la energía, la ecología y las tecnologías de última generación. También dio prioridad a dos verdades básicas del desarrollo sostenible: que la reforma tecnológica es decisiva y que, para tener éxito, esa reforma debe estar en manos de una sociedad conformada tanto por el sector público como por el privado».
La lectura del detalle de las tareas que le esperan al Presidente asusta. Parece que no se tiene en cuenta una cultura metida desde hace décadas en el consumo desenfrenado, estimulado por una publicidad muy eficiente, los interese de las automotrices y de los petroleros para seguir transitando ese camino, la avidez de los bancos que queden en pie para seguir especulando, aun dentro de las posibles restricciones que les ponga. Nada de ello detendrá al presidente Superman.

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